“Jamás desobedeció a su padre”: este sarcástico epitafio podría señalar la tumba de Alejandro Puccio, cuya malograda vida finalizó en una clínica, a causa de una infección. Estaba en libertad condicional, silenciosamente, desde noviembre pasado; había sido condenado a prisión perpetua por formar parte de la banda, dedicada a secuestros extorsivos, que lideró su padre, Arquímedes Puccio. Antes de que saliera a la luz su actividad delictiva, en 1985, la familia Puccio era de las más connotadas de la burguesía de San Isidro, y Alejandro, rugbier, cultivaba el amateurismo en el CASI. En la cárcel, varias veces trató de suicidarse: como secuela de uno de los intentos, sufría episodios convulsivos, y varias veces había sido internado. La última internación terminó con su muerte, a los 49 años.
“Cuando, en 1986, Alejandro se arrojó desde el quinto piso de Tribunales, sufrió lesiones que le causaban convulsiones recurrentes –explicó ayer Miguel Angel Buigo, quien fue su abogado durante 22 años–. Estaba medicado; fue internado varias veces pero siempre con buen pronóstico. El miércoles, en su casa, se le produjo una convulsión y fue derivado a un centro médico, donde murió en la medianoche del viernes.” Según Buigo, “no es probable que haya muerto por las convulsiones; según la familia, sufrió una infección generalizada; es posible que se trate de una de esas infecciones intrahospitalarias, que no son ningún invento y dan lugar a tantos juicios”, mostró su interés profesional el abogado.
El 23 de agosto de 1985, la policía había irrumpido en la residencia de la familia Puccio, en pleno San Isidro: en un sótano, encadenada de pies y manos, encontraron a Nélida Bollini; hacía más de un mes que estaba en esas condiciones. Los secuestradores exigían 500.000 dólares. Ya habían cobrado rescate por Ricardo Manoukian, en 1982, y por Eduardo Aulet, en 1983; pero, después de cobrar cada rescate, Arquímedes Puccio dispuso la muerte del prisionero. A Emilio Naum, en 1984, lo mataron cuando se resistió a la captura.
Alejandro fue condenado por los casos de Naum y Manoukian. Con respecto a este último, había aprovechado su previa amistad para llevarlo al lugar donde lo secuestraron.
Inicialmente fueron detenidos todos los integrantes de la familia, incluyendo a Epifanía Angeles Calvo, esposa de Arquímedes, y a otros tres hijos, dos varones y una mujer. En 1995, fueron condenados Arquímedes, a reclusión perpetua, y Alejandro, a prisión perpetua. Estuvo preso hasta abril de 1997, cuando su abogado logró hacerlo salir porque la sentencia no estaba firme. En septiembre de 1999 volvió a la cárcel y allí estuvo hasta noviembre del año pasado, cuando salió en libertad condicional.
Su hermano Daniel “Maguila” Puccio, dos años menor, pasó tres años en la cárcel y sus abogados lograron liberarlo; tiempo después se dictó nueva orden de captura pero permanece prófugo, se supone que en Brasil.
Entre los miembros del “clan Puccio”, como se lo llamó, estaban también Rodolfo Franco, militar con el grado de coronel, y Gustavo Contemponi, quienes murieron en prisión. Guillermo Fernández Laborde fue liberado a fines de 2006 y un año después volvió a caer por estafa.
Arquímedes Puccio, de profesión contador, había ingresado al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1949. En la década del ’70 estuvo vinculado con el ministro de Bienestar Social José López Rega y fue procesado por el secuestro extorsivo de un ejecutivo de una firma comercial.
Papá Puccio obtuvo a fines de 2002 el beneficio de la prisión domiciliaria por haber cumplido los 70 años pero, poco más de un año después, le fue revocada por trasgresiones que incluyeron presentarse ante el Consejo Profesional de Ciencias Económicas para pedir un subsidio por edad avanzada.
Su hijo Alejandro intentó estudiar psicología en la cárcel, pero nunca pudo terminar la carrera. Cuatro veces intentó suicidarse. Según el abogado Buigo, “en los ocho meses que llevaba en libertad condicional no había conseguido trabajo, pero tenía una vida social activa con su esposa –se había casado en 1993–, su madre, sus hermanas y algún amigo circunstancial”.
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