No es con una rubia en el avión, pero se le parece. Wences Casares, el ex fundador de Patagon.com, llega a Buenos Aires con un avión repleto de inversores y emprendedores conocido como Geeks on a Plane (algo así como tecnófilos en un avión). El emprendimiento fue creado por Dave McClure, de la aceleradora de proyectos 500 startups, y consiste en esto: subir a medio centenar de emprendedores del Silicon Valley a un avión, bajar en algún recóndito rincón del planeta, hacer negocios, entender qué se está cocinando en otras latitudes, volver a subirse al avión. Y así. Esta vez visitarán Brasil, Chile y Argentina, durante varios días.
Detrás de esta supermovida –además de Vanesa Kolodziej, de Palermo Valley– está Wences Casares, aquel pibe que había inventado el futuro de las finanzas por Internet antes de que el mundo estuviese preparado para entenderlo. Cuando todavía era “Wenceslao” vendió Patagon.com por 700 millones de dólares al Banco Santander de España, y cuando todo se derrumbó, por un buen tiempo desapareció del mapa. Bueno, eso es lo que suele escribirse cuando se habla de Patagon.com, pero esa historia es una versión local de la película The Social Newtork. Lo cierto es que Casares pudo reinventarse después de la caída del sitio, viajó tres años en velero por el mundo, se instaló en Palo Alto a pocas “cuadras” de la Universidad de Stanford (usina de las ideas más exitosas de Internet) y está lanzando una aplicación para pagos a través de celulares llamada Bling Nation.
En septiembre del año pasado, Wences Casares puso su casa de Palo Alto, en el corazón del Silicon Valley, para organizar el Traweln, un encuentro que había realizado inicialmente en Chile en 2009, donde tuvo como orador a Chris Anderson, el editor de la Wired, quien se explayó sobre su idea de que “los bits serán los nuevos átomos”. El año pasado, en San Francisco, en el encuentro apareció como orador de lujo el indio Chamath Palihapitiya, un alto funcionario de Facebook que dio su visión sobre el estado del mundo, la estructura de poder en función del nuevo conocimiento y cómo Facebook va a quedarse con todo. Entre las empresas argentinas que estaban allí, además de Página/12, los de Smowtion, Social Metrix, Gelbee, Larala, Eventioz, y los siempre bien queridos muchachos de Taringa!, dispuestos a “bajarse” gratis cuanta entraña hubiera en puerta.
La decisión de Casares de generar encuentros entre emprendedores e inversores tiene que ver con sus comienzos no tan idílicos como se lo suele retratar y con su evaluación sobre cómo funcionan los negocios en Argentina. “Siempre me llamó la atención que dentro de una misma ciudad de América latina había pocas conexiones: alguien en Buenos Aires que hacía un prototipo, necesitaba un técnico y no lo encontraba en la misma ciudad. En Silicon Valley son buenos haciendo conferencias, convenciones, son excusas para aglutinar a quienes piensan parecido. En Argentina está cambiando.”
Wences Casares vive desde hace cuatro años en San Francisco, donde –dice– recibió a más de cien emprendedores argentinos que “vinieron a levantar capital, buscar socios y no vimos ni un sólo contrato. Es un poco frustrante. Sin embargo, en el último año por primera vez vi dos acuerdos de Brasil y empecé a recibir pedidos de empresas estadounidenses para que los ayude a moverse en América latina. Casi todos los emprendedores son hubs (puntos de conexión). No conozco emprendedores que no lo sean, porque el cariño de hacer te lleva a chocar con mucha gente. Conozco a chicos que salen de un master y se ponen a hacer networking para ser hubs. Eso nunca tiene que ser un fin. Cuando lo hacés como un objetivo en sí se hace muy pobremente y el resultado es malo. Ser un buen hub es el resultado de hacer muchas cosas”. No se trata sólo de saber cuánta gente hay en la lista de contactos, dice Casares, sino de entender que si “levantás capital siete veces, estás con cien inversores y terminaste trabajando y contrataste a diez personas o tenías no sé cuántos clientes, eso te va dando un lugar de ‘conector’”. Fiel a su temperamento, Casares viene organizando el encuentro Traweln, que el año pasado ocurrió en Palo Alto.
Como sea, Wences fue convirtiéndose en estos años en algo así como el conector más buscado por emprendedores e inversores de la región, una especie de sello de calidad. “Para serte franco no lo veo como responsabilidad. Se marcan mucho más las cosas que te hacen sufrir que las que te hacen feliz. Somos más el resultado de nuestros fracasos que el resultado de nuestros éxitos. A mí me marcó mucho cuánto me costó empezar. Tuve la suerte de que me ayudaron extraños y ni ellos se imaginan cuánto. Cuando veo emprendedores que están empezando me acuerdo más de eso que de ninguna otra cosa. Porque sinceramente creo que si en algo podemos mejorar es en dar estas oportunidades: gente joven, trabajadora, con ganas, capaz. Por eso participo en Endeavor”, dice sobre la organización que funciona como aceleradora de proyectos.
¿Cómo fue que Dave McClure y Wences Casares congeniaron para subir a los Geeks on a Plane? La respuesta es producto de una larga relación entre ambos y una serie de percepciones sobre interese afines. “A diferencia de cuando estas personas fueron a China, India o Israel, donde tienen inversiones, aquí llegan mucho más abiertos, quizá fruto de la distancia y la ignorancia. Vienen a ver qué hay.” Según Casares, Argentina tiene buena “calidad y cantidad” de emprendedores, probablemente sobrerrepresentada en relación con el mercado local. “Cuando mirás los emprendimientos, no es proporcional ni a la cantidad de gente educada ni al tamaño del mercado. Argentina tiene ventajas tácticas: hay más gente que habla inglés bien, que entiende el mundo de Silicon Valley. Eso ayuda a causar una impresión un poco mejor.” Según el análisis de Casares, Chile está generando un ecosistema de inversiones desproporcionadamente grande, Argentina tiene para exportar emprendedores y Brasil, bueno, “tiene la ventaja de ser Brasil”. Dice Casares: “Me parece bueno que haya una polinización cruzada de emprendedores entre estos países”.
En algún momento después de la furibunda salida de Wences Casares de Patagon.com, donde tenía como socio a Constancio Larguía, este argentino decidió bajar su perfil. El mercado y los medios locales habían sido duros con el derrumbe de Patagon.com y decidió alejarse de todos. La primera gran burbuja de Internet se había pinchado. Casares tomó su velero en 2004 y se dedicó a navegar (en su propio navegador, que no era para Internet) durante tres años por los cinco mares del planeta. En 2007, cuando su barco pisó Miami y de ahí a San Francisco, volvió para reinventarse, algo propio del capitalismo estadounidense. ¿Por qué se subió al velero? “Cuando era chico vivía en la Patagonia. Me regalaron un libro que se llama Bab, sobre un chico californiano de 15 años que se va a dar la vuelta al mundo en un velero chiquitito, como de seis metros. Es una historia real que documentó la National Geographic. No podía creer que ese flaquito daba la vuelta al mundo”, dice Casares.
Siempre tuvo en mente dar la vuelta al mundo en un velero: primero no tenía plata, después no tenía tiempo, después se casó con una mujer estadounidense y salió a alta mar. Tuvo un hijo en Nueva Zelanda (“si es bueno en rugby va derecho a los All Blacks”) y empezó a recorrer lugares que recuerda de memoria sin repetir y sin soplar: “Miami, Panamá, el canal de Panamá, Galápagos, océano Pacífico hasta las Marquesas, Polinesia francesa, Tahití, Morea, Bora Bora, Coca Island, Tonga, Nueva Zelanda, de ahí salimos a Australia, Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia, India, Aman, Eritrea, Suez, Israel, Turquía, Grecia y de ahí a España, Canarias y finalmente de vuelta a Miami”. Respira hondo. Sin tripulación, con una niñera. ¿Qué barco era? “Era un catamarán a vela de 47 pies.”
Casares dice que su mujer escribió un blog durante el viaje, pero que ella no tiene ganas de convertirlo en un libro. “Sería interesante por los personajes que conocimos en el camino. El del Pacífico fue el primer cruce grande: fue un sueño con todas las velas arribas, viento franco muy sostenido, temperatura agradable, sin nubes. Era increíble ver las estrellas, el ruido del agua, el barco moviéndose rápido. Después de quince días sin tener ningún contacto, cuando íbamos llegando a las islas Marquesas aparecieron delfines de todos lados que empezaron a saltar. Yo dije esto es espectacular”, recuerda Casares. Fue la última vez que tuvo un viaje tranquilo. Después, en cada cruce, el mar lo molió a palos.
Durante días eternos sobre la mar, Casares tuvo tiempo para olvidarse de estos años delirantes, pero poco después estaba pensando qué hacer otra vez. “Cuando llegamos a Miami teníamos decidido que íbamos a ir al Silicon Valley: son las grandes ligas.” Así que fue, en algún sentido, volver a empezar. Como para desmitificar esta idea del emprendedor que vende la bicicleta y se pone una web que años después vende en millones de dólares, habría que desmenuzar un poco la historia de Casares. Comenzó a viajar a Silicon Valley en 1994 cuando tenía 20 años. “Me acuerdo de que me rompió la cabeza ver a todos estos emprendedores que presentaban ideas a los inversores y los inversores les daban la plata de buena fe. En Argentina para darte plata te preguntaban quién es tu papá, a qué colegio privado fuiste y ellos recibían a un tipo de Minnesota, de India, y le daban plata para trabajar. Me parecía espectacular: la confianza en la gente de que las cosas se pueden hacer”. Casares se “obligó” a ir a Silicon Valley cada seis meses, “aunque no tuviera nada que hacer”, y así pudo conocer cómo funcionaban Netscape y Yahoo! antes de la explosión. (Bueno, digamos) “Muchas veces no me respondían, pero me aparecía en la oficina y después de un rato me atendían. Yo pensaba que lo conocía bastante bien”, dice. Pero no es lo mismo visa de turista, que visa de inmigrante.
La idea de Bling Nation, una aplicación para compra a través del teléfono celular, dice Casares, le surgió cuando pasaba con su velero por Tailandia. “Me llamó la atención ver no sólo la cantidad de gente joven que tenía celular y la relación que tenía con él. No hay ningún objeto que tengamos nosotros como sí lo es el celular para esa gente. Me hacía pensar en el banco para pobres que hicimos en Brasil, pero aquí todos tenían teléfonos y empecé a pensar cómo sería una empresa enfocada en pagos que terminó siendo el banco en el celular. Para que terminemos pagando y haciendo cosas por celular es cuestión de tiempo: va a ser intuitivo, natural y cómodo.” Ni lerdo ni perezoso, Casares volvió a las andanzas: hizo dos rondas para juntar capital: en la primera con Feng Li Venture Partners recibió 8 millones de dólares y finalmente otros 20 millones con Baldertone Capital Managment.
–¿Y en qué etapa está Bling Nation?
–Estamos empezando. Falta para llegar a ser una opción masiva. Tiene que haber grandes compañías interesadas en las implementaciones, consumidores abiertos a usarlos. Hemos hecho pruebas en Estados Unidos, con toda clase de clientes y los resultados muestran que están listos. Estamos trabajando para hacer acuerdos con comercios más grandes y por otro lado ampliar la funcionalidad.
Para esta segunda vuelta, Casares hace un paralelo con su viaje por el mundo. “Después de tres años, aunque estábamos en el mismo lugar, no éramos los mismos. Ahora vivimos una euforia con el tema de los emprendedores y la tecnología que me hace acordar a la euforia del 2000. Pero que no se siente igual porque hay muchas cosas que cambiaron: hay más gente realmente conectada, hay millones de personas usando celulares, las promesas de las tecnologías son más factibles. Si bien en general hay momentos de altibajos, los cambios van en una dirección muy interesante. No estamos estancados. Es inspirador ver el camino que se ha recorrido.” La interpretación de Casares sobre nuevos rumores de una burbuja en Internet es frugal: “Puede haber alguna burbuja en términos de valuaciones, pero Internet está recién empezando a cambiarnos la vida. El impacto va a ser más grande del que esperamos y más positivo”.
* Twitter: @blejman
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