Toda buena receta para preparar un satélite grande incluye una tonelada y media de metal brilloso, una porción de electrónica, instrumentos y algo de paneles solares, pero la clave está sobre todo en el valor agregado de cientos de miles de horas de trabajo tecnológico.
El SAC-D es el resultado del trabajo de ingenieros, físicos y astrónomos de más de cien organismos, universidades y empresas nacionales, como la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que diseñó, integró y ensayó los dos paneles solares, vitales para suministrar energía a los instrumentos, cámaras y antenas.
La Argentina desarrolló cinco de los ocho instrumentos que viajan a bordo del satélite: el radiómetro de microondas para determinar velocidad del viento, precipitaciones y distribución de hielo marino. La cámara infrarroja para monitoreo de fuegos y volcanes y temperatura superficial del mar. La cámara de alta sensibilidad para monitorear tormentas eléctricas, detección de embarcaciones y para monitoreo de la cobertura de nieve.
En la construcción y ensayos de estos equipos intervinieron la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y el Centro de Investigaciones Opticas (CIOP), ambos del Conicet. También empresas de base tecnológica como DTA S.A. y Consulfem. La empresa Investigaciones Aplicadas (Invap) se encargó de la construcción de la plataforma de servicios, el armado y los ensayos finales.
La Estación Terrena del Centro Espacial de la Conae en Falda del Carmen, provincia de Córdoba, tendrá a su cargo el comando, monitoreo y control del satélite mientras cumpla su misión. Allí actualmente se recibe información producida por más de dieciséis satélites.
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