Dif铆cilmente pueda imaginarse un Estado moderno que prescinda de un sistema ordenado de estad铆sticas o que no procure mantener un sistema transparente y basado en las mejores t茅cnicas y pr谩cticas o que no busque su constante mejoramiento. Todo ello requiere, entre otras cosas, garantizar tanto la calidad intr铆nseca del dato producido como velar porque 茅ste pueda ser adecuadamente comparado hist贸ricamente. Esto no significa que una serie no deba ser modificada. Todo lo contrario. De hecho, en la Argentina antes de llegar al 铆ndice de precios al consumidor vigente desde 1999 se dispuso de media docena de antecedentes (1924, 1933, 1943, 1960, 1974, 1988). Claro que cada uno de tales cambios fue resultado de minuciosos estudios que partieron de precisar el cometido principal que se buscaba, el universo de representaci贸n deseado y dem谩s atributos.
En su lugar hemos asistido desde hace un a帽o aproximadamente a toscos esfuerzos por lograr que el IPC (correspondiente a la ciudad de Buenos Aires y su entorno inmediato) dejara de reflejar la realidad y, en cambio, s贸lo satisfaga las apetencias por mostrar un mundo carente de dificultades y conflictos. Es decir, valores resultantes no de una metodolog铆a establecida sino de las indicaciones de las autoridades de turno. Probablemente quienes operaron en tal sentido no fueron conscientes del da帽o poco menos que irreparable que se inflig铆a no s贸lo a la instituci贸n Indec sino a un bien que cuesta mucho lograr, que es la credibilidad. Credibilidad que refiere no s贸lo a la confianza en los resultados obtenidos de sus procesamientos sino tambi茅n credibilidad por parte de quienes como ciudadanos proporcionan la informaci贸n que sustenta aquellos resultados construidos por los t茅cnicos.
Mucho se ha hablado durante 2007 sobre este tema, incluyendo la cuesti贸n de si se trasladaban las interferencias a las jurisdicciones provinciales (sea que participen o no en la construcci贸n del 鈥溍璶dice de precios nacional鈥), como ocurri贸 con la provincia de Mendoza. Para ilustrar el resultado desinformador de tal manipulaci贸n, en el gr谩fico se compara la variaci贸n mensual de la estimaci贸n promedio de trece jurisdicciones (desde Jujuy hasta Tierra del Fuego) con la del Gran Buenos Aires.
Se observa que desde enero hasta octubre de 2006 el comportamiento es claramente similar, con muy peque帽as variaciones en m谩s o en menos. Sin embargo, desde noviembre es notable que el 铆ndice del Gran Buenos Aires no s贸lo siempre aparece m谩s peque帽o sino que cada vez se distancia m谩s del promedio de las provincias. Debe aclararse que se trata de la variaci贸n mensual de precios, no del nivel de esos precios. Por ejemplo, es sabido que el costo de vida en la Patagonia es significativamente elevado, lo cual no equivale a que, mes tras mes, su incremento sea el m谩s pronunciado.
La enorme brecha que separa a ambas series no puede atribuirse a los 鈥渕alos empleados鈥 del Indec (como fueron calificados por altos funcionarios), ni a los supuestos titulares de bonos de la deuda de la Argentina (que, por otra parte, los compraron en las condiciones ofrecidas por el propio gobierno nacional), sino lisa y llanamente esa brecha deriva del reflejo de la realidad en trece jurisdicciones frente a un n煤mero 鈥渙perado鈥 respecto del Gran Buenos Aires. Todos los argumentos tozudamente esgrimidos hasta ahora se desmoronan con este contraste.
Y los planteos que asomaron en estos d铆as sobre que 鈥渉ace falta un cambio de metodolog铆a鈥 se destruyen en sus mismos t茅rminos puesto que en este a帽o iba a operarse el inicio del cambio metodol贸gico, pero con los recaudos apropiados y no en base a misteriosas y nocturnas manipulaciones. Adem谩s, ning煤n cambio en adelante ser谩 v谩lido si no se recalculan los datos de todo el a帽o en curso. Ese ser谩 el camino para conciliar al estadista con la estad铆stica.
Javier Lindenboim es Investigador del Conicet.
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