Reunión conjunta de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Presupuesto y Hacienda correspondiente al día 25 de junio de 2008.
En Buenos Aires, a los veinticinco días del mes de junio de 2008, a la hora 12 y 24:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Continúa la reunión luego del cuarto intermedio al que pasáramos ayer. Agradecemos en primer lugar la presencia de nuestros ilustres visitantes, a quienes pedimos que se presenten. Tiene la palabra el doctor Aldo Ferrer.
Sr. Ferrer: –Soy Aldo Ferrer, profesor de Estructura Económica Argentina de la Universidad de Buenos Aires.
Señor presidente, señoras y señores legisladores, señoras y señores: el tema que nos convoca, el de las retenciones, a mi juicio ha sido tratado hasta ahora desde una sola perspectiva, que es la de la redistribución del ingreso, la distribución de una renta que emerge no sólo de la propia producción sino además de una situación de altos precios internacionales, con un incremento de los ingresos que surgen de la producción exportable.
El debate se ha planteado en términos de si es equitativo distribuir esa renta para defender el precio de los alimentos en el mercado interno y tener un reparto más equitativo de la riqueza, o si esa renta les corresponde plenamente a quienes producen los bienes exportables.
A mi juicio, este tratamiento es insuficiente porque en el tema de las retenciones está implícito un problema previo y muy importante, que es el de la estructura productiva. El desarrollo moderno es un proceso que se basa esencialmente en el empleo de la ciencia y de la técnica, en la gestión del conocimiento, con vistas a elevar la productividad del trabajo en todo el tejido económico y social de una nación moderna. Para que esta incorporación de ciencia y tecnología pueda producir un desarrollo en las construcciones modernas, tienen que cumplirse varias condiciones. Una de ellas es contar con una estructura integrada y diversificada, que incorpore los diversos segmentos de la producción moderna, desde la transformación de los recursos naturales hasta las industrias de tecnología de frontera, ligadas a la biotecnología, la informática y la producción de bienes de capital.
Si esto no se produce, si un sistema no tiene un suficiente grado de diversificación y no tiene capacidad de incorporar el conocimiento y gestionarlo, no puede producir el desarrollo en las condiciones contemporáneas. Esto también está muy ligado a la formación de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología. Sólo tienen sistemas fuertes en ciencia y tecnología los países con una estructura integrada, diversificada y completa, que abarca la diversidad de las actividades productivas. No hay excepción en este sentido: no hay ningún país avanzado científica y tecnológicamente que no tenga su estructura productiva con estas características.
Por lo tanto, el desarrollo del país requiere tener –como dije– una estructura de esas características, que no puede sostenerse sobre un solo sector. Por ejemplo, no puede sostenerse sólo sobre la producción de productos primarios. Tampoco hay ningún país desarrollado en el mundo que se asiente esencialmente en la transformación y renta de sus productos primarios. Países muy ricos en petróleo, cobre, minerales o recursos tropicales no salen del subdesarrollo si no logran conformar una estructura diversificada compleja. En nuestro caso particular, la cadena agroindustrial, con todo el empleo directo e indirecto que genera, representa alrededor de un tercio del empleo de la fuerza de trabajo. Si no contamos simultáneamente con una gran base industrial no vamos a poder dar trabajo y bienestar a una población de 40 millones de habitantes. Dicho en otros términos: si no contamos con una estructura integrada, no vamos a poder tener pleno empleo y, por lo tanto, nos va a sobrar al menos la mitad de la población.
Esto nos confronta con una característica estructural de la economía argentina que, como decía el gran economista Marcelo Diamand –que también fue ingeniero y empresario–, es una estructura desequilibrada, en la cual en virtud de la gran riqueza de recursos naturales en el campo y la alta eficiencia que han demostrado muchos productores del campo que están operando en la frontera tecnológica, tenemos una agricultura que, como suele decirse, es una agricultura de precisión en muchos segmentos. Esto es revelador de la actitud de muchos productores rurales que operan con las tecnologías de frontera. Contrariamente a lo que se pensaba hace tiempo, que la agricultura era una actividad de baja densidad en el empleo de conocimiento, hoy eso no sucede. La agricultura es una actividad francamente de frontera tecnológica, que es lo que ha permitido, por otra parte, el desarrollo tan importante que ha experimentado el sector sobre la base de los recursos naturales con que el país cuenta.
Sin embargo, sucede que la economía argentina está inserta en el mercado mundial y que los precios relativos del mercado mundial no son iguales a los nuestros. Si nosotros transferimos los precios del mercado mundial...
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Pido silencio a la audiencia, ya que queremos trabajar con la mayor tranquilidad y serenidad. Sigamos escuchando al doctor Ferrer.
Sr. Ferrer: –Decía que la economía argentina, como economía moderna, está plenamente integrada al sistema internacional y que los precios relativos del mercado mundial no son los nuestros. Si nosotros transmitiéramos hacia el mercado interno los precios del mercado mundial, estaríamos determinando la estructura productiva en virtud de las señales de precios del mercado mundial.
Uno puede tomar el ejemplo contrario, de precios relativos distintos, de una región altamente industrial como lo es la Unión Europea. Precisamente, porque la Unión Europea quiere tener una estructura integrada y un agro avanzado, aplica la política agrícola común, a la cual dedica la inmensa mayoría de los recursos de la región. Si no lo hiciera así, no habría campo europeo. Ha decidido justificadamente, para conseguir la seguridad alimentaria y la integración social, defender su producción primaria con el régimen de la política agrícola común.
Nosotros estamos, en virtud de nuestro subdesarrollo relativo, en una situación contraria. Por lo tanto, un Estado moderno tiene la obligación y el derecho de administrar los precios internacionales de fronteras hacia adentro para lograr los objetivos del desarrollo nacional, que consisten precisamente en tener una estructura diversificada y completa, que abarque desde la producción de recursos naturales hasta la industria de servicios complejos, con vistas a gestionar el desarrollo, incorporar conocimiento y tecnología y, en consecuencia, crecer. Esto nos confronta con nuestra estructura desequilibrada, según la cual en los sectores productores de bienes transables, que son aquellos que producen para exportar y que en el mercado interno...
(Manifestaciones en la barra.)
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Esta presidencia invita a pasar a un breve cuarto intermedio.
Se pasa a cuarto intermedio a la hora 12 y 34. Luego de unos instantes:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Continúe, por favor, doctor Ferrer.
Sr. Ferrer: –Decía que en el mercado interno, los bienes transables...
(Manifestaciones en la barra.)
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Perdón, pero vamos a tener que pasar a un breve cuarto intermedio.
Se pasa a cuarto intermedio. Luego de unos instantes:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –La presidencia solicita a los presidentes de bloque que nos reunamos en la sala de la Comisión de Presupuesto y Hacienda para analizar los pasos a seguir.
Se pasa a cuarto intermedio a la hora 12 y 43. A la hora 14.30:
Sr. presidente (Cantero Gutiérrez): –Vamos a continuar la reunión, luego del cuarto intermedio, agradeciéndoles especialmente a los señores expositores esta espera que han tenido. Solicito le acerquen los micrófonos al doctor Aldo Ferrer.
Sr. Ferrer: –Gracias, señor presidente.
Muy brevemente en mi exposición de la mañana señalé que, a mi juicio, el debate sobre las retenciones está centrado en el tema de la redistribución del ingreso y que hay otra dimensión más importante, que en definitiva es determinante, que es la estructura productiva y por lo tanto habría que resolver el problema desde la perspectiva del desarrollo y de la transformación de esa estructura.
Por lo tanto, tenemos que procesar las señales que vienen del mercado internacional atendiendo a esta asimetría estructural según la cual, por ejemplo, la rentabilidad en la producción de soja puede asegurarse con un tipo de cambio de dos pesos, teóricamente.
Pero si queremos exportar –y tenemos que hacerlo– y competir en el mercado interno con importaciones, para la producción de máquinas, de textiles, productos químicos y otros bienes, necesitamos otro tipo de cambio. Tiene que haber tipos de cambio múltiples, diferenciales, que le aseguren rentabilidad a la totalidad de la producción de bienes transables, desde la soja hasta las cosas más sofisticadas que podamos hacer –como por ejemplo las que hace el Invap, los reactores nucleares, las cosas muy complejas que se exportan–, necesitamos tipos de cambio diferenciales.
El objetivo es asegurar la rentabilidad de la totalidad de los sectores productores de bienes competitivos transables tanto en el mercado interno como en el internacional.
Es por eso que el Estado nacional tiene la obligación y el derecho de administrar esas señales de precio que vienen de afuera, porque si no la estructura productiva la determina el mercado mundial y no la decisión de los habitantes del propio país. Por eso los países emergentes de Asia –-que están creciendo a tasas fenomenales–, lo que hacen precisamente es administrar las señales del mercado mundial siempre con tipos de cambio competitivos para asegurar el proceso de transformación y la inclusión en su estructura productiva de las actividades de frontera.
Esto es lo que justifica la existencia de tipos de cambio diferenciales. Por lo tanto, esto se puede hacer de varias formas: con tipos de cambio múltiples, con subsidios o con retenciones de tal manera que se asegure la rentabilidad de la producción de bienes primarios y la rentabilidad de los otros sectores.
Hoy en día este desafío es muy importante y se plantea de manera muy crítica porque estamos en un momento de transformación en el mercado internacional. La incorporación de centenar de millones de seres humanos de la India, China, de Asia en general, como grandes productores de bienes complejos y grandes consumidores, está provocando esta tendencia alcista de los recursos naturales y de los commodities. Esto pasa en toda América latina y en todos los países que producen este tipo de bienes.
Ahora, si nosotros cayéramos en la ilusión de pensar –como lo hicimos a fin del siglo XIX– que Argentina tiene futuro como granero del mundo especializado en un solo sector, no zafaríamos nunca del subdesarrollo. No hay ningún caso de un país que descanse esencialmente en sus recursos naturales que sean países desarrollados, aunque tengan petróleo, cobre, minerales, tierras tropicales, etcétera. La transformación productiva es esencial.
Los países como el nuestro –por ejemplo, Canadá y Australia, con los cuales nos hemos comparado durante mucho tiempo–, con una dotación de recursos semejante, son prósperos porque tienen un gran campo y tienen una gran industria. De otra forma, serían también países rezagados, como lamentablemente sigue siendo nuestro país.
De allí, entonces, insisto en la legitimidad, la obligación y el derecho que tiene un Estado nacional de administrar esas señales. Naturalmente, lo tiene que hacer con razonabilidad, en el marco de la discusión, del diálogo y de la buena información, para asegurar una buena participación de todos los actores sociales en el proceso de construcción de las políticas.
La política de tipo de cambio es un instrumento esencial, aunque no es toda la política económica. Nosotros tenemos experiencias muy penosas de dejar de apreciar el tipo de cambio a largo plazo, produciendo efectos devastadores, en primer lugar en la industria, pero finalmente también sobre el sector más competitivo en virtud de los recursos del país.
La política de tipo de cambio tiene que ser una política que asegure a largo plazo la competitividad de toda la producción simultáneamente con otras políticas de capacitación de recursos humanos, en tecnología, de apoyo a las actividades estratégicas.
Acá se plantean algunos temas respecto de la política cambiaria: ¿cuál es el indicador para mediarla?, ¿es el dólar o es el tipo de cambio multilateral? Como ha habido un proceso de apreciación de varias monedas respecto del dólar, el euro, el real brasileño, se supone que el tipo de cambio de referencia para determinar la competitividad es el tipo de cambio multilateral. En realidad, es el dólar porque operamos básicamente en el área dólar y la inmensa mayoría de nuestro comercio exterior, tanto de exportación como de importación, se denomina en dólar.
Por eso tenemos que estar muy atentos a este elemento de la evolución del tipo de cambio real de largo plazo.
El otro tema que suele ser polémico es el de la incidencia del tipo de cambio sobre el salario real. Se suele decir que un tipo de cambio alto competitivo deprime el salario real. En realidad, el determinante del salario real es el nivel de empleo porque el 90 por ciento del gasto de los trabajadores se hace en bienes y servicios producidos en el país.
Lo que importa es el salario real en pesos y tener un salario denominado en moneda competitiva internacional que asegure la rentabilidad del conjunto de la actividad productiva.
Entonces, este debate que se ha producido en torno de las retenciones y del conflicto que hemos vivido durante estos días es una ocasión extraordinaria para superar el tema y ubicarlo en el campo de la estrategia del desarrollo nacional.
El país está enfrentado a un cambio en el orden mundial y tiene que ubicarse en ese mundo, no simplemente como un gran productor de productos primarios sino también de manufacturas complejas, para las cuales tiene que atender a la diversidad y a las características propias de la estructura productiva argentina. Creo que si hacemos esto se abre una extraordinaria posibilidad para la Argentina.
En la historia contemporánea del país nunca se dieron circunstancias más favorables para hacerlo. Un país que soporta un conflicto de esta naturaleza necesariamente lo tiene que resolver en el marco de la Constitución y de la ley. Este es un hecho muy importante en un país que cuenta con una experiencia como la nuestra.
Un conflicto de esta naturaleza se produce en el marco de una economía ordenada, que soporta el conflicto y no pierde los equilibrios fundamentales ni en el presupuesto ni en la moneda ni en el tipo de cambio, con una fuerte exposición de reservas internacionales, que ha permitido incluso enfrentar turbulencias externas como la crisis hipotecaria en Estados Unidos.
Por lo tanto, las condiciones son excepcionales. Estamos viviendo en democracia, tenemos una economía ordenada y un contexto internacional altamente favorable.
Por eso, señor presidente, creo que el mejor resultado y la conclusión que deberíamos sacar de este conflicto que hemos vivido es discutir el tema fundamental, que no son las retenciones, sino la rentabilidad.
Hay que discutir la rentabilidad de la soja, de los textiles, de las máquinas, de los productos bioquímicos y de las cosas de alta complejidad. Tenemos que discutir la rentabilidad y asumir que el Estado nacional tiene la obligación y el derecho de administrar las señales del mercado internacional, sean las tasas de interés o los precios de los commodities para defender la transformación productiva que es indispensable para que la Argentina despliegue en plenitud todo su formidable potencial.
Los recursos humanos son valiosos. Nuestro territorio nacional, como lo destaqué en la primera intervención, es el octavo más grande del mundo. Es decir que tenemos todas las condiciones dadas para construir una economía moderna y avanzada, fundada en un dinamismo del campo que ha demostrado efectivamente una extraordinaria capacidad de transformación.
Varios sectores de la agricultura argentina operan hoy en la frontera tecnológica. Tenemos lo que se llama “agricultura de precisión”, que está operando en las fronteras, con los más altos niveles de productividad.
Creemos que ésta es una base fundamental de la riqueza argentina. Tenemos que integrarla en una visión transformadora de un país diversificado y complejo, capaz de dar empleo a su población con niveles crecientes de bienestar.
Vuelvo a insistir: el desarrollo moderno, como se acepta generalmente, depende esencialmente del conocimiento de la ciencia y la tecnología. Para poder cumplir con este requisito necesitamos tener una economía diversificada y compleja, generadora de empleo y de bienestar. Para eso tenemos que asumir las características de la estructura productiva y de nuestros precios relativos para administrar las señales de precios que vienen del mercado mundial, que no es el que tiene que definir la estructura económica argentina sino que tenemos que ser nosotros mismos.
Esa diferenciación de tipos de cambio múltiples, retenciones y subsidios tiene que ser el objeto de un debate permanente entre las políticas públicas y los creadores de riqueza.
Si somos capaces de hacer eso, no tengo ninguna duda de que el país va a salir ciertamente adelante, porque tiene una excepcional dotación de recursos para ponerse en marcha.
(Aplausos.)
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