Mariano Laplane es argentino pero vive en Brasil desde hace más de veinte años. Cash dialogó con el profesor e investigador de la Universidad de Campinas y de la Red de Investigaciones Económicas del Mercosur, especializado en temas de inversión extranjera, comercio internacional y política industrial.
–La crisis es gravísima. Ya no se discute si es comparable o no con la crisis del ’29. Es comparable y en algunos casos es peor. Me parece que todavía no está escrito en ningún lugar cómo se va a salir de esta crisis. Aquí, como en el ’29, lo que ocurre es que todo el mundo quiere salir, pero la forma de salir que impulsan no es la misma. La aspiración del mundo de las finanzas, por ejemplo, es que se salga de la crisis y que todo siga como estaba. Pero ésa no es la única visión. Hay mucha gente que piensa que si todo sigue como está no saldremos de la crisis. Y si salimos estaremos rápidamente en camino a otra.
–La propuesta depende mucho del punto de vista: si uno cree que todo estaba andando bien y la crisis es un accidente, ¿por qué no podemos seguir como veníamos después de los arreglos mínimos indispensables? Pero hay mucha gente, como yo y otros, que piensa que las cosas no estaban nada bien y que la crisis es una consecuencia y no un accidente. Entonces se imponen reformas que exigen algún tipo de arbitraje de intereses de grupos y de sectores dentro de cada país y también entre los países. Por ejemplo, si no se encuentra la forma de resolver el déficit estructural norteamericano y el superávit estructural chino, y dentro de Europa el superávit alemán y el déficit del resto de Europa, las condiciones de la crisis, por lo menos en el plano de las finanzas internacionales, no se resuelven.
–La crisis es muy larga y ya tiene y seguirá teniendo efectos muy fuertes sobre el nivel de actividad de la región, por lo menos por los próximos dos o tres años. Impactará más fuerte en algunos sectores que en otros, en algunos países más que en otros. Los sectores y países extremadamente dependientes del mercado mundial, y particularmente del norteamericano, van a sufrir muchísimo. El ejemplo típico es México. En iguales condiciones están las exportaciones brasileñas de manufacturas a Estados Unidos, como las de Embraer, que es la joya de la corona de la industria brasileña. Otros países y otros sectores, con mercados internos más fuertes, sufrirán menos.
–Si logramos salir mejor de lo que entramos o no dependerá de las respuestas que podamos dar. En los últimos veinte años el modelo de crecimiento implícito o explícito en América latina ha sido el crecimiento hacia fuera. El crecimiento hacia fuera era una especie de alternativa al nacional-desarrollismo que miraba el crecimiento hacia adentro. Este, a su vez, era una toma de conciencia tras la crisis del ’30 de los peligros del crecimiento para afuera. Pero el crecimiento para afuera como mito volvió y se estableció muy fuerte en la región. Si este modelo se muestra inviable por dos, tres o cinco años, habrá fuerzas para reformas que reestablezcan mecanismos internos de crecimiento como alternativa o complementando al crecimiento hacia fuera.
–Para cambiar la dirección del crecimiento para adentro, o hacia una combinación más equilibrada, habrá que hacer reformas. La asignación de recursos de los últimos años en la región y en general ha sido preferencial para los sectores exportadores, particularmente con la suba de precios de los commodities. Con esta crisis puede haber una oportunidad, pero seguramente va a exigir una reacomodación de prioridades y de recursos.
–En un momento de reducción del nivel de actividad mundial y de mercados muy importantes que se achican, el celo con que cada país y cada productor va a defender su mercado interno aumenta mucho. El comercio aproxima pero también aleja a los países. Aproxima a los productores pero también genera conflictos. Esta tensión natural tendría que ser contrabalanceada y administrada con decisiones políticas tendientes a mantener el proceso de integración, haciéndolo avanzar por otros caminos menos conflictivos.
–El vector donde hay más oportunidades de cooperación en los países es la inversión: proyectos conjuntos de inversión, financiamiento para empresas binacionales. Esto exige una arquitectura política, institucional y financiera que seguramente va mucho más allá de lo que se ha hecho hasta ahora en este campo. Habría que dar al proyecto de integración una dimensión y contenido de desarrollo mucho más fuerte del que ha tenido hasta ahora.
–La política industrial no es una política que pueda cargar el peso de evitar la caída del Producto. Para esto están el régimen macroeconómico. Da respuestas mucho más rápidas y más eficaces. La política industrial puede contribuir con su campo de actuación que es el cambio estructural. En lo inmediato, en el corto plazo, la política industrial debe reestructurar las actividades que más estén sufriendo el impacto de la caída de sus mercados. Puede participar en operaciones de socorro de estos sectores. Lo importante es que lo haga no con una visión de corto plazo, únicamente enfocada en salvar empleo. Eso es importante, pero mucho más importante es buscar una salida que haga que estos negocios que hoy sufren sean sostenibles.
–Así es. Esto no es trivial: a veces implica promover fusiones entre empresas, remodelar el negocio, la cadena productiva. Esta es una contribución evidente y bastante demandada por los sectores que más sufren. Y en relación con el tema de la integración regional, la política industrial también puede contribuir a la articulación de empresas de varios países para darle a nuestra capacidad industrial el salto de escala que necesita.
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