Cuando la crisis tremenda del 2001, un certero graffiti tiñó las calles de bronca: “Nos están meando y los medios dicen que llueve”. El caos pasó, hubo cierta recuperación –barajar y dar de nuevo, apenas–, pero esa verdad conserva su inercia. Ciertos medios grandes se ocupan de lloviznas pasajeras cuando los riñones del sistema siguen cumpliendo su función. ¿Acaso vale más la rentabilidad sojera que los coyas que se mueren todo el tiempo en Abra Pampa con plomo en la sangre?; ¿es más importante una linda foto entre Macri y De Narváez que el destino incierto de cientos de mineros en Catamarca?; ¿garpan más las barbaridades que pueda llegar a sugerir la Sociedad Rural “para salir de la crisis” (¿?) que la triste errancia del peón campero?, ¿o los pedidos de represión sin compasión que tomar conciencia sobre los factores que llevan a un hombre-niño a delinquir?... y sí: algunos medios siguen sosteniendo la objetividad de la lluvia ante lo subjetivo, por profundo, que implican esos grandes chorros de meo. Es en este marco, monopólico y agresivo en agendas, en el que otro tipo de comunicación, más llana e interesada, debe hacerse escuchar entre el ruido.
Devenir es parte de eso. Una revista que sus mentores llaman colectivo de papel, creada en el 2005 por un grupo de estudiantes y docentes de la carrera de periodismo de investigación de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. “Concretamos la revista como resultado de algunos parámetros que rigen nuestros pasos, que básicamente tienen que ver con el desprecio al capitalismo y a sus diversas formas de construir y esparcir la opresión, la injusticia y la dependencia”, dicen ellos, que, autogestivos y horizontales, prefieren presentarse en bloque: Ana Maldonado, Giselle Grosso, Matías Buduba, Sebastián Cambours y Sergio Arboleya. “Las supuestas diferencias entre profesores y estudiantes, entre mayores o menores herramientas en el oficio o a partir de los personales andares militantes en distintos espacios sociales y políticos, no consiguieron nublar la necesidad de juntarnos”, siguen.
El nuevo número tiene como nota central y tapa un especial sobre el 33º aniversario del golpe militar de 1976. Extienden: “Proponemos una serie de artículos que visitan y denuncian las prácticas que la institucionalidad democrática argentina no ha logrado revertir en materia de discurso, economía, derechos humanos, educación y cultura, entre otros tópicos”. También tienen en carpeta artículos sobre los 15 años de zapatismo, la experiencia de educación popular llevada a cabo en las escuelas del Movimiento Sin Tierra (MST) y la Vía Campesina en el Brasil; el ataque israelí a la Franja de Gaza y el referendo boliviano. “Nosotros interpretamos y ejercemos el periodismo como una práctica decididamente política. No aspiramos a que se considere nuestro trabajo como una mirada ‘objetiva’ sobre la realidad, como un ‘reflejo’ de ésta, ni ninguna de esas definiciones del periodismo que pululan por ahí. Elegimos las temáticas a tratar y las historias a narrar guiados por intereses políticos que no pretendemos disimular. Tampoco nos interesa dar lugar a que se manifiesten esas famosas ‘dos campanas’ que versan sobre la realidad, porque sabemos que hay discursos que cuentan con sus gigantescos campanarios. Es a ellos a los que intentamos combatir.”
La tirada de la revista es de dos mil ejemplares bimestrales y, pese al aumento de insumos, el colectivo ha logrado subir el número de páginas de 22 a 50. Se imprime en Chilavert, la imprenta recuperada por los trabajadores, y se autosustenta a través de la venta mano a mano, o en librerías, kioscos, centros culturales o por suscripción. “Hemos contado con compañeros desocupados que, con la venta en la calle, han podido sostenerse durante determinado tiempo. Por supuesto que implica una energía extra lograr ser visto en esta ciudad con tanta concentración de medios. Por eso interpelamos a aquellos que, creemos, son lectores responsables que, con la compra de la revista están aportando a un proyecto colectivo del cual son parte en tanto hacen que sea posible. Y por supuesto que no nos interesa ‘atraer’ capitales de grandes empresas, estaríamos muy errados en nuestro andar si eso ocurriera”, sostienen. El medio no cuenta con publicidad. Funciona a base de trueques solidarios con cooperativas (Patria Grande, Puente del Sur, Titrayjú) y medios de comunicación (La Tribu, AM 530). “Mantenemos el criterio de intercambio, a veces económico, otras veces por productos o servicios y entregamos, además del aviso en nuestras páginas, una cantidad de ejemplares para que sean leídos, compartidos y distribuidos en esos ámbitos. Aquellos emprendimientos con los que sentimos afinidad en las prácticas nos pagan, de un modo u otro, el valor de una cantidad determinada de ejemplares que les acercamos y así figuran en la revista”, cuentan.
Horizontalidad. Cada periodista tiene el mismo grado de responsabilidad y el mismo poder de decisión en el manejo editorial. “Por lo general no se tratan temas de inmediata actualidad, sino que apuntamos más bien a narrar historias de procesos, de prácticas que entendemos que hacen a la transformación social, que son expresiones de modos de producción o consumo alternativos a los que imperan en esta sociedad, historias de lucha de trabajadores frente a los abusos patronales y las complicidades de las burocracias sindicales”, explican. También surgen análisis políticos sobre algún tema puntual e ideas propuestas por eventuales colaboradores externos. En números pasados, han aportado su pluma Tato Pavlovsky, Jesús Olmedo, Roque Acuña –del Mocase–, el historiador Pablo Pozzi o Raly Barrionuevo. “Las palabras, de gran importancia para nosotros, son sólo eso. Los hechos, la vinculación, la solidaridad entre pares y la búsqueda que ejercitamos al intentar reconocernos en el otro invitan a que la práctica se diversifique y trascienda el papel, haciéndose canción, teatro, murga, dibujo, fotografía y video en cada uno de los encuentros culturales que realizamos trimestralmente”, explican, pensando en el slogan que expresa a la revista hacia fuera: “Un lugar donde las palabras son, apenas, los garabatos iniciales de una construcción mayor”. “Esta construcción, abierta y diversa, es siempre colectiva y en movimiento y lo estático de la palabra impresa es sólo el principio de esto, una de las herramientas que tomamos.”
En la dinámica de su devenir, entonces, estos periodistas de trinchera se han cruzado con la gente de AnRed, de la radio de las Madres, la revista Sudestada o Prensa de Frente, entre los medios que comunican “por los márgenes del sistema”; con otros que llevan la economía solidaria como bandera (Puente del Sur, la cooperativa Patria Grande, el grupo Mascaró Cine Americano) y ciertas experiencias políticas como el Mocase, la cooperativa 20 de Diciembre-La Alameda y el Frente Zapatista de Liberación Nacional. ¿Quién dice que llueve?
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