Desde Mar del Plata
Desde que se estrenó en Sundance, a comienzos de año, pasando luego –entre muchos otros– por los de Rotterdam, Berlín y Gijón, pocas películas habrán recorrido, durante esta temporada, tantos festivales como Unmade Beds. Finalmente desembarca en Mar del Plata, destino que de alguna manera se imponía. Es que Unmade Beds, filmada en Londres y hablada en inglés, está dirigida por el argentino Alexis Dos Santos, radicado allí desde hace años. Dos Santos es el director de Glue, que pudo verse en la edición 2006 del Bafici, y que por cuestiones de derechos jamás llegó a tener estreno comercial en Argentina. Una lástima, ya que se trataba de uno de los debut más prometedores de un cineasta argentino en años recientes. Promesa a la que ahora Unmade Beds le da, desde una sección paralela de Mar del Plata (Busco mi destino: el cine como brújula, es el título de la sección, a cargo de los programadores Marcelo Alderete y Pablo Conde), validez definitiva.
Historia adolescente en medio de la nada era el subtítulo de Glue, y la adolescencia vuelve a ser la médula de Unmade Beds. Adolescencia no simplemente como etapa de la vida, sino como condición vital y hasta estilística, en tanto el opus dos de Dos Santos parece estar, como su ópera prima, siempre en tránsito. Adolescencia como extranjería, también: los dos protagonistas, un chico y una chica, lo son. El es español. Ella, francesa, parecería una cita viviente de la nouvelle vague. El chico busca, en Londres, al padre, mientras la chica vive una historia de amor. Ambos están de paso (como todo, aquí) en una curiosa casa-galpón-sala de ensayo, donde conviven con un número impreciso de personas. Todos ellos una suerte de 24 hour party people en estado de dispersión. Como en Glue, pero tal vez de modo más asumido (y con el mejor Wong Kar Wai como posible referente), la cámara de Dos Santos flota entre escenas y personajes de límites nunca prefijados, generando un relato que no precede a la película, sino que ella misma gesta, con la mesa de montaje como uno de sus puntos neurálgicos. Confirmado, entonces: lo de Glue no fue un espejismo, sino un anticipo.
Llamativamente, la mitad más una de las nueve películas que integran la Competencia Argentina de esta 24ª edición del Ficmdp son documentales. Algunos tradicionales, otros más audaces y hasta un par a los que la pantalla de cine parece quedarles demasiado grande, en ellos parecerían verse reflejadas algunas de las encrucijadas que ese campo cinematográfico atraviesa hoy en día. Tanto Las islas como Padres de la plaza: 10 recorridos posibles responden, al pie de la letra, a la idea que suele tenerse del género, exponiendo temas histórico-políticos a través de testimonios a cámara de protagonistas y especialistas. En el caso de Las islas, el tema es Malvinas. En el de Padres de la plaza, los padres de desaparecidos. En una predomina lo didáctico. En la otra, lo emocional. Ambas priorizan la información y la anécdota, con mayor o menor profundidad y apelando a formatos que no difieren demasiado de lo que algún especial de televisión puede ofrecer.
Otro es el caso de Adopción y Orquesta roja. Dirigida por el veterano realizador David Lipszyc, Adopción narra un caso sucedido durante la última dictadura, que encarna no uno, sino varios tópicos predilectos de la corrección política, desde la discriminación sexual (el hombre que quiere adoptar es gay), hasta la guerrilla de los ’70 y la represión militar, pasando por la guerra de Malvinas y el secuestro de niños. Todo esto, recreado por actores, a la manera de un falso documental. Pero la película no da cuenta de esa operación de reconstrucción, como si en lugar de exponer su opción por la ficción quisiera ocultarla. Lo cual lleva a poner en duda la ética subyacente. La opción de Orquesta roja por la reconstrucción es, en cambio, lógica, en tanto de lo que trata es, justamente, el modo en que los medios construyen lo que se toma por realidad. La ópera prima de Nicolás Herzog trabaja un tema que en el año 2000 fue tapa de Página/12, cuando militantes políticos de Concordia, Entre Ríos, se presentaron ante las cámaras de Crónica TV, como un grupo guerrillero que en verdad no eran, nada más que para llamar la atención.
A partir de una famosa cita de El ciudadano (“Si no hay una guerra, yo la invento”) y reutilizando archivo televisivo, junto con testimonios a cámara y puestas en escena ficcionales, Orquesta roja es, antes que nada, algo así como una pequeña farsa política bananera (“Bananas”, fue, de hecho, el título de tapa de Página/12, nueve años atrás). La de Nicolás Herzog es una película cuidadosamente construida, sumamente pulida en términos visuales (demasiado, incluso) y sin duda divertida. Pero de alcance limitado, por su propio asunto. Mientras tanto, la Competencia Internacional de Mar del Plata sigue su curso, presentando Una habitación y media. Basada en textos del escritor Joseph Brodski, la película dirigida por el veterano realizador ruso Andrei Khrzhanovski utiliza textos del autor a modo de monólogos interiores, durante el largo viaje en barco que, poco antes de su muerte en 1996, Brodski hace de Nueva York hasta San Petersburgo, tras el fallecimiento de sus padres.
De carácter evocativo, el monólogo del protagonista recorre su historia personal, desde la infancia hasta la primera madurez. Eso permite revisar, de paso, treinta años de estalinismo, echando mano de una sobrecargada batería de efectos visuales, que incluye flashbacks de tonos acaramelados, fragmentos de archivo, sueños, fantasías, animación y toneladas de digitalización. Tan fantasiosa como una Amélie rusa, tal como sucedía allí Una habitación y media sostiene toda su aparente exuberancia visual sobre la mayor de las pobrezas: la de servir de mera ilustración a los textos que se leen en off.
* Unmade Beds se verá hoy a las 20.15 y mañana a la 0.30, en el Ambassador 3. Orquesta roja, por última vez hoy a las 15.30 en el Teatro Colón. Una habitación y media, hoy a las 15 y mañana a las 13, en el Paseo 2.
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