“La sección política es la más ambigua y peligrosa especialidad de nuestro oficio”, dice Jorge Halperín en torno de la materia que acaba de enfocar y abordar desde múltiples ángulos en Noticias del poder-Buenas y malas artes del periodismo político. Fuentes e intereses, épocas y agendas, vicios y virtudes, diarios, televisión, nuevas tecnologías: a partir de una treintena de entrevistas, sobre todo a colegas de la talla de Oscar Raúl Cardoso, Eduardo Aliverti, Daniel Santoro, Mario Wainfeld o José María Pasquini Durán, pero también a investigadores, docentes y hasta a un par de operadores –Carlos Corach y Coti Nosiglia–, Halperín se propuso más trazar un panorama que arribar a conclusiones tajantes. “Para cualquier periodista es un desafío conseguir información confiable, pero para el que se dedica a la política las dificultades son mayores –explica–. Porque en el ochenta por ciento de los casos se está informando sobre el poder, un objeto mañoso que construye su propio relato para dominar y crear consenso. En consecuencia las fuentes intentarán actuar, manipular, inducir enfoques e instalar deliberadamente temas sobre el periodista; en algunos casos se llega hasta el soborno o el canje de favores. La ambigüedad también deviene del camino inverso, porque los medios muchas veces operan sobre los poderes políticos para construir su propio poder.” Halperín alinea este libro con el primero que escribió, La entrevista periodística –por estos días está reajustándolo para una reedición–, un texto muy consultado en las carreras de periodismo; Noticias del poder, dice, está pensado sobre todo para quienes se forman en la profesión. “Una enorme proporción de lo que pensamos del mundo público proviene del trabajo de mediación que realizan los periodistas y los medios –sostiene–. Me pareció un enorme desafío analizar la naturaleza complejísima de esa relación. El periodismo político es el que produce las tapas de los diarios que luego se trasladan a los titulares de las radios y la televisión: está colocado en un lugar muy central de la sociedad y es crucial en la construcción de ciudadanía. Tiene, además, un papel muy importante en el contrapeso al poder, sobre todo en sociedades como las nuestras, con instituciones como la Justicia o el Parlamento muy débiles .”
–¿De qué anda más cerca esta “función de contrapeso”: de la idealización o de la realidad?
–Pensar en casos como el de María Soledad Morales, o el de los crímenes del juarismo en Santiago del Estero, sirve para ver que la intervención de los medios periodísticos nacionales ejerció de claro contrapeso del poder caudillesco, feudal. Esto a veces nos lleva a engañarnos y a pensar que siempre funciona como genuino contrapeso; durante la etapa de Menem el periodismo permitió tomar conciencia de la corrupción altísima que había en su gobierno, pero eso no gravitó demasiado en los ciudadanos a la hora de reelegirlo. Acusado de tantas cosas, pero con la Justicia amañada, el periodismo por sí solo no constituyó un contrapeso, lo que lleva también a pensar en el papel del ciudadano, en qué hace con lo que le informan. Más adelante, con De la Rúa, los medios no tuvieron un papel inocente a la hora de instalar esa especie de “imagen de idiota”.
“Kirchner tomó nota de varias cosas en relación con los medios”, dice Halperín, y explica que, a diferencia de lo que ocurría con el menemismo en torno de filtraciones producidas por internas que disparaban denuncias de corrupción, en este gobierno no se observan ese tipo de fisuras. No cree que sea casual, además, que no haya programas de humor político en tevé ni que Marcelo Tinelli esté concentrado en la veta del sueño bailarín. “Kirchner observó qué errores y debilidades contribuyeron a que los medios jugaran un papel desestabilizador, o por lo menos de señalamiento, sobre los gobiernos”, explica. “Los medios por sí solos, de todas formas, no son determinantes –aclara–. Pero sí pueden contrapesar o desestabilizar. En el libro también se revisa el golpe contra Illia, a quien se le creó esa especie de figura emblemática de gobernante tonto, inepto, algo parecido a lo que después se proyectó en De la Rúa. Illia estaba haciendo un gobierno eficiente, con crecimiento y medidas muy audaces de política económica contra las petroleras y los laboratorios internacionales farmacéuticos. Y sin embargo el periodismo, y lo cuenta Tomás Eloy Martínez, en consonancia con la tarea del ejército de Onganía y el peronismo marginado, aportó para desestabilizarlo.”
“Durante la mayor parte de la gestión de Kirchner observé una gran complacencia de los medios”, dice Halperín. “No hay investigaciones periodísticas que pongan al Gobierno en aprietos –agrega–. Las peleas surgen más bien por las opiniones de los columnistas. Los medios salieron de la crisis de 2001 endeudados y con problemas: precarizaron sus elencos, purgaron veteranos del oficio y tomaron jóvenes con poca experiencia. Pasaron a depender más extremadamente de la inversión publicitaria oficial y también de los grandes grupos económicos de poder concentrado, a quienes es difícil contrariar con investigaciones. Yo mismo, cuando fui director de Trespuntos, iba a pedir apoyo publicitario y me decían que no ponían avisos en revistas que publicaran denuncias. Por otra parte, en el público hay una saturación con las denuncias...
–¿A qué otros elementos atribuye esta definición de “etapa opaca” en el periodismo de investigación?
–Varios entrevistados me señalaron algo que hoy es muy común en la producción de información: el trabajo con una única fuente. Y eso está contraindicado en el periodismo: una sola fuente puede operarte muy fácilmente. El chequeo es fundamental para producir información confiable. Puede haber algún caso crucial en el que hay que jugarse, porque un chequeo implicaría un riesgo de filtración. El libro arranca con un ejemplo terrible: cuando se produjo el atentado en España, el 11 de marzo de 2004, José María Aznar llamó en persona al diario El País para asegurar la autoría del terrorismo vasco. El título de la edición especial fue “Matanza de ETA en Madrid”. Ya sabemos qué pasó después. Era muy fácil poner: “Gobierno: fue la ETA”. Pero claro, tenía menos impacto.
–Y este asunto de la búsqueda del impacto también gravita. La gesta por la mayor espectacularidad posible.
–Un gerente de noticias de un canal de aire me dijo que el periodismo en televisión es ante todo televisión. Y no: el periodismo es ante todo periodismo. Hay una trivialización que tiene que ver con una tendencia mundial. Por supuesto, los principales diarios –The New York Times, The Independent, La Repubblica de Italia– no son tan radicalmente reconvertidos al entretenimiento. Lo que Furio Colombo llama “la disneylandia de las noticias” es una tendencia general. Sobre todo por la gravitación que han tomado los medios de comunicación audiovisuales, que le plantean a los diarios una competencia feroz, porque la gente tiende a informarse cada vez más por la tevé y a no darse tiempo para la lectura. Esto lleva a los diarios a trivializar y a fragmentar. Aparecen los focus groups, los encuestadores que averiguan por los gustos de los lectores, la mayoría de clase media, y dictaminan que no quieren información tan dramática, ni bajones: quieren algo entretenido.
–Dice en el libro que no es un periodista político. Pero en las entrevistas que hace en la radio, o en sus comentarios, la política es una presencia permanente.
–Cuando digo que no soy pienso más bien en el típico periodista político que conozco: un tipo conspirativo por definición, desconfiado porque tiene que serlo. Oscar Raúl Cardoso me habla de “la sospecha informada” a la hora de ir a entrevistar a alguien: el ejercicio de poner todo en duda. Un tipo que se deleita por dar con historias conspirativas y está en contacto continuo con el poder, cosa que yo no hago. Podría inscribirme en el periodismo político desde otro lugar, más reflexivo. No me interesan tanto las fuentes, prefiero hacer lecturas de lo que pasa.
–¿Qué descubrió al hacer el libro?
–Lo que me resultó más fuerte fue el contacto con la intimidad de ese periodista político y el poder. La rareza de los tratos, los acuerdos, las maneras de operar a los periodistas. Esa intimidad oscura, retorcida, de bambalinas. Es un periodismo que se mueve muchísimo en la penumbra. Un descubrimiento fue ver el poder que tienen algunos blogs; el caso de Ricardo Noblat, un entrevistado del libro: su blog es más consultado en Internet que los de los grandes diarios de Brasil. El blog da una libertad que los medios abandonaron, por sus relaciones con el poder, pero paga el alto precio de no poder sostener financieramente a un equipo de investigación importante. Su aporte pasa más por la lectura crítica que por la obtención de información. No deja de sorprenderme el fenómeno que están produciendo las nuevas tecnologías: un tipo solo puede convertirse en fuente de información para millones. Medios mediocres dejan a mucha gente insatisfecha que va a buscar a los blogs. Yo no creo que, como piensan algunos apasionados, Internet produzca una revolución mayor que la de Gutenberg, pero me parece que se están pateando tableros.
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