“En una bañera con agua caliente tengo la espuma y una tetona.” El verso, en la voz de Cristian Aldana, se descalabra al llegar a la última palabra y se convierte en un grito tan sexual y viril como maléfico. “Trabajo al mediodía con una bobina. No quiero más tetonas, quiero culonas.” El formato se repite y Cristian acentúa el “cu-lo-nas” separando las sílabas con ahínco. Diez segundos pasan entre los finales de la primera y la segunda estrofa de “69”, instantáneo clásico del primer disco de El Otro Yo, Traka-traka. Catorce años después provoca la misma reacción en su público; sólo que esta adolescente no es la misma que lo hacía entonces, en El Borde, el mítico bar ubicado al costado de las vías en su Temperley natal. Esta es más rubia, más portentosa y mucho más veloz para desprenderse el corpiño y manosear el objeto homenajeado. La mayoría de los muchachos no alcanza a darse cuenta del topless. Es que el que no tiene un flequillo en diagonal sobre la frente, tapándole los ojos, está revoleando y bamboleando la cabeza de aquí para allá, contagiándose la energía del otro. La cámara de un teléfono celular y la libreta de un cronista son los únicos que registran la osadía de la tetona.
Para entender el clímax de la noche que se vivió en Obras el sábado, durante el recital de la presentación de Fuera de tiempo y conmemoración de 20 años de carrera otroyoiana, se debe ir un poco más atrás, precisamente dos horas. Son las 21.30 y la cancha de básquet está a media capacidad, aunque posiblemente las mochilas –que van de diseños de Bob Esponja a otros de Ramones enchulados con prendedores de Hello Kitty– hagan bulto y dificulten la precisión. Es la hora del “Apocalipsis”, el tema que abre el show de la banda del conurbano sur.
María Fernanda Aldana, bajista, cantante y hermana del guitarrista y también vocalista Cristian, es la única que no viste en blanco y negro, como si el resto quisiera ser sólo un contexto en escala de grises. Lo difícil es definir si responde a que la bajista de voz preadolescente es la más admirada por la nación alternativa –esos que supieron sobrevivir al mote de “alternatontos” y ser germen estético de sus primos “emos”– o si a que María Fernanda es la figura central del último disco de El Otro Yo. Después de un arranque con (y como una) “Locomotora”, Cristian ofrece “diez millones de gracias, para todos”. El “Uoh, oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh-oh-ooooh” del público suena como todo coro recitalero: en re mayor, voz asexuada y volumen inspirador. Primera reacción frente a un show que para viejos y nuevos adeptos es cumplidor, pero con deslices sonoros. Aunque si bien la convocatoria es menor, es más personalizada que la del Vive Latino mexicano, donde El Otro Yo tocó a fines de mayo.
Conceptual y líricamente, EOY es una banda casi adulta, veinteañera, como un “chico grande” que no pierde el olor adolescente que arroja la efervescencia grunge, pero que hace la crónica de la condición obrera suburbana en los ratos que le deja su fascinación sexual por todos los bustos menos el materno. En ese sentido, “Cometa”, “Corazones” y “Sádico” completan la primera media docena de temas de un recital de 40, en dos suites, con un intermezzo delirante y sin bises. Del sexteto, sólo “10.000.000” tiene más de un año; y da la impresión de que el “chico grande” se ríe cuando se le recuerdan sus travesuras juveniles, pero quiere mostrar otra cosa. Van muy poquito para atrás, hasta Espejismos (2004), y vuelven a lo más nuevo. Casi todas las últimas canciones de corrido, como diciendo: “Mirá, mamá, sin manos”.
Así termina la primera suite, con un Ray Fajardo imparable en batería, alimentado con vitina mientras miraba videos de Keith Moon dándoles a los parches. Con María Fernanda empeñada en poner su micrófono más alto que su boca, obligándose a andar en puntitas de pie. Con Cristian enérgico y locuaz como siempre. Y con dos nuevos compañeros como el ex Brujos Gabriel Guerrisi en guitarra y Diego Vainer en programaciones y teclados, reemplazante de Ezequiel Araujo, ex Avant Press que fue indispensable para El Otro Yo entre Abrecaminos (1999) y Espejismos. El intermezzo fue atrevido e hilarante: María Fernanda intentando una opereta, Cristian disfrazado de preservativo; Ray paseándose con un vaso de dudable gaseosa por el escenario, como Moon, su superhéroe favorito. Aparece un cyber-enano, “Dibujito”, “A volar” y “Descripción”, cae el telón.
Muchos esperaban la frase “la cumbia es una mierda” que el varón Aldana inmortalizó en varios shows. Pero no: “La música” arrancó sin declaración de principios. Nada sorprendente, teniendo en cuenta que recientemente Cristian se había confesado arrepentido del sentido de aquella frase, en otra señal de madurez. “La música” es, además de himno, terreno para que Ray demuestre la habilidad de su zurda. En realidad, la de todo su instrumento: su cuerpo. Luego llegaron los rezagados de Fuera de tiempo, después los ya no tan nuevos “Inmaduro”, “Virus” y “Pecadores”, y un megaset para el recuerdo: “Corta el pasto”, “A.D. 90”, “E.O.Y.”, “La tetona”, “Los pájaros” y “Sexo en el elevador”.
El lector puede volver al comienzo de esta crónica para revivir la perturbadora imagen que aconteció entonces. Lo único que queda por decir es que El Otro Yo, luego de veinte años de energía juvenil y crecimiento en la estética del rock alternativo, dio otro paso hacia la adultez, para ser considerado cuando los grandes debaten en la mesa.
Informe: Luis Paz.
7-EL OTRO YO
Presentación oficial de Fuera de tiempo
Sábado 14 de junio
Lugar: Estadio de Obras Sanitarias.
Público: 3500 personas.
Duración: 2 horas 15 minutos.
Músicos: Cristian Aldana (voz y guitarra), María Fernanda Aldana (voz y bajo), Ray Fajardo (batería), Gabriel Guerrisi (guitarra) y Diego Vainer (teclados y sintetizadores).
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