Es un detalle que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo haya nombrado Personalidad Destacada de la Cultura. Es a lo sumo un efecto lógico. A Daniel Binelli le sobran causas: fue, durante 14 años, bandoneonista de Osvaldo Pugliese. Fue parte de una de las últimas estocadas sonoras del gran Piazzolla –el Sexteto Nuevo Tango– y fue, en años de riesgo, nombre clave para el tango de vanguardia. Primero con el Quinteto Guardia Nueva, más tarde con el Quinteto que Hugo Baralis formó en 1973, y después con la rabiosa Generación 0; con Alas, aquella banda de fines de los setenta que intentó soldar su género madre con el jazz-rock imperante, o abrillantando la operita María de Buenos Aires, para depositarla, despejada y sutil, en la voz de la italiana Milva. Pero también es: con 64 años, el maestro reparte sus días entre Nueva York y Buenos Aires. Entre la Sinfónica de Nashville junto a la que grabó el flamante Sinfonía de Buenos Aires, y Tango Metrópolis, una compañía de 20 artistas que fundó con Pilar Alvarez y Claudio Hoffmann para recorrer el globo. Entre el trío que tiene con su mujer, la pianista Polly Ferman, y el guitarrista Eduardo Isaac, y otro riesgo a la altura de sus pergaminos: tango electrónico con Sergio Vainicoff. “Es una sorpresa que voy a develar cuando llegue el momento”, dice, enigmático, sobre la última variación.
–Es probable. Pero tomo lo que me dijo mi amigo Atilio Stampone: aunque yo no esté aquí me encuentro siempre en actividad, lo que pasa es que no lo muestro a la prensa. Recién ahora, a raíz de esta distinción, me ocupé un poco de hacer visible lo que hago: Música por la Identidad con Pablo Agri, el dúo con Cecilia Rosetto, los conciertos con la Sinfónica de Mendoza. Cada vez que vengo me siento como en casa, porque Argentina es mi casa.
–No. El estaba en el Bronx y yo en Pittown, un lugar muy lindo.
–Nada. En general, conocen bastante su obra, pero hay lugares como Texas, por ejemplo, en que no tienen idea quién fue él, ni qué es el tango. En el corazón de Estados Unidos no pasa nada con el tango. El otro día fui a tocar a Amarillo y es un lugar donde todavía está el sheriff (risas), aunque ya no anda a caballo sino en auto. Un lugar de campo con su universidad y un teatro cuyo techo es una especie de sombrero mexicano, donde toca la sinfónica. Es muy buena, pero no saben nada de tango y los subyugó el sonido del bandoneón, porque ellos están acostumbrados a tocar la armónica por la música country. Les llamó la atención.
–Y si no llegó Piazzolla, no llegó el tango, ¿no? Yo siempre pongo el mismo ejemplo: él fue muy mundano: traía su música aquí después de mostrarla afuera y eso logró que el género se difundiera por todas partes. Por su música y por el baile, en el caso de Tango Argentino, Argentina se hizo más visible. A mí me encanta la danza. Me gusta bailar a la guardia vieja, ese tango movidito, lleno de picardía y barro. Y Argentina sigue siendo el mejor lugar para eso, porque es cierto que hay un boom de milongas a nivel mundial, pero te podés encontrar con que, por ejemplo, en Los Angeles te espera un colombiano en vez de un argentino para enseñarte a bailar.
–En Estados Unidos se nota más, porque para ellos todos, de México para abajo, somos latinos. No tienen mucha información sobre lo que pasa en América, excepto que ocurra un desastre o una debacle. No conocen para nada la idiosincrasia de nuestro pueblo. Incluso, la política ¿no?..., para ellos, el latino es una sola cosa: un mexicano es lo mismo que un peruano o un boliviano... Y entonces da lo mismo que un colombiano enseñe tango.
–Todos, los bailarines y los músicos. Es un conjunto con un perfil moderno, de compañía de vanguardia, porque la música está sustentada por una matriz así, con obras de 10 o 12 minutos que intentan hacer un recorrido coreográfico y musical por los cien años de la historia del tango. Es como para que quede claro cómo y dónde nació todo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.