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Miércoles, 25 de enero de 2012
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Raly Barrionuevo en el Festival de Cosquín

Un grito santiagueño

El músico recorre la tradición y cruza sin pruritos con otros géneros. Barrionuevo explica qué entiende por folklore y analiza la importancia de las letras en la música popular.

Por Pablo Donadio
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“Para caminar, hay que ser positivo”, dice Raly.

Desde Cosquín

“No creo en la política partidaria, sino en esa que se expresa día a día y que se manifiesta en acciones. Acciones de la gente, de las organizaciones sociales, de los pueblos. Creo que falta mucho para que la política partidaria sea eso. Hoy apenas es un gran negocio”, dice sin vueltas Raly Barrionuevo, el músico santiagueño que ayer, en medio de la prueba de sonido y antes de su presentación, se escapó un rato para charlar con Página/12. Mientras desfilan talentos amigos como la cubana Yusa, Liliana Herrero y la pianista Elvira Ceballos, el músico y compositor no deja de dar abrazos y extender la mano en saludos. Y sigue: “Fijate el caso de las mineras y del problema de la tierra en provincias como Santiago del Estero. Allí ha muerto Cristian Ferreyra, que es lamentablemente un caso más de esos engranajes que molestan al sistema”.

–En sus canciones hay nostalgia y hay penas, pero también mucho espíritu de lucha. ¿No es negativa una mirada así?

–No, no es negativa, sino realista. Hay que saber cómo se maneja el sistema. Pero ojo, yo creo que las cosas pueden cambiar y que los pueblos crecen. Y además, para caminar, hay que ser positivo. Yo tengo que ser positivo si quiero seguir caminando.

–¿Por eso dijo que no quería que un gobierno se adueñara de sus canciones?

–Yo no quiero casarme con ningún gobierno. Todo bien si a alguno le gusta un tema y lo ayuda como motor de lucha en su gestión. Pero creo que las administraciones están para que uno les exija. Y me gusta creer que mis canciones son de los que las cantan, del pueblo.

–Atrasa un poco, pero en cada festival surge, otra vez, aquella historia sobre qué es y qué no es folklore. ¿Dónde se ubica usted?

–Yo soy un cantante folklórico. Nací y me crié en ese mundo. Todo bien con los que son conservadores y no les gusta mi versión de “Hasta siempre” con guitarra eléctrica, por ejemplo. Son opiniones respetables y seguro obedecen a una época, a concepciones muy personales, de esos tiempos en que estaba la música salteña o cuyana en lo alto. Pero yo me sé y me siento un cantante folklórico. Por eso festejo que Cosquín les dé lugar a artistas como La Mona (Jiménez), que es un enorme referente de la música popular, sobre todo cordobesa, y que haya traído en su historia grandes emblemas de nuestra cultura como Charly (García). Después cada uno elige qué le gusta. Pero yo soy feliz cada vez que vengo acá.

Saluda, se ata el pelo y sale corriendo al tema que sigue, porque la maquinaria del festival ya se ha puesto en marcha y apenas hay lugar para algunos deslices. Las grietas donde empezar a rebelarse, quizá algo de lo que habla Raly.

Casi en la vereda de enfrente, el maestro Spinassi camina solo y saluda. Alza su mano derecha y agacha la cabeza. El sol quema pelucas en Cosquín, pero su pelada atesora más soles festivaleros que unos cuantos juntos. Debajo de la guayabera naranja, los balis crema y anteojos de Lennon, el pianista que tocó con Mercedes Sosa y Cuti y Roberto Carabajal, y que dice haber hecho lo mejor de su carrera con otro artista superior como Raúl Carnota, se prepara para una peña más, y para la presentación con la banda de Soledad, pero siempre con perfil bajo, algo que bien lo define. Un poco más lejos, Milena Salamanca curte su rostro trigueño con ese mismo sol, que por estos días la alumbra de veras. Ella, a diferencia de Raly o Spinazzi, empieza a recorrer el camino de los grandes escenarios, y ahora más que nunca, tras ganar el Pre-Cosquín en el rubro “Solista vocal femenina”. “Me encanta tocar en peñas, pero el escenario es tan energético que uno no quiere bajarse nunca”, dice chocha de la vida. Lo que queda por delante para ella es casi todo, en especial una gira con los Illapu en el sur, contrastando un poco los paisajes y colores norteños de ese folklore andino y latinoamericano que tan bien interpreta. Milena estará presente en la Próspero Molina pasado mañana, aunque puede disfrutarse de su voz cada noche en La Salamanca, la peña donde es artista destacada.

“Yo soy un nómade, como se llamaba la banda que integré: nací en Buenos Aires, trabajo de santiagueño y vivo en Córdoba”, dice entre risas Jorge Luis Carabajal, un “diferente” de la familia musiquera que está a cargo de la peña La Fisura por 9º año consecutivo. Sus nuevos trabajos llevan la mística de la chacarera, pero aggiornados con candombes, guarachas y un poco de tierra lugareña.

Paralelamente a todo ese mundo musical que colma cada rincón de la ciudad, encuentros artísticos de lo más diversos (teatro, poesía, títeres) sostienen también la esencia del folklore en el sentido amplio de la palabra. Calles, salones, restaurantes, escuelas y clubes se llenan de curiosos que pispean, pero también se le animan a un tallercito. Entre las presentaciones destacadas está la del Bebe Ponti y su libro sobre Jacinto Piedra, el músico bisagra en el género, que le devolvió, con aires de chacarera pero sobre todo con un discurso vanguardista, ecologista y pacifista, un tinte renovador a la provincia más vieja del país.

Todos esos mosaicos conforman la gran pintura que se ve aquí por estos días. Y cabe pensar cuántas escenas no se ven o son invisibilizadas, en un Cosquín que promedia sus días festivos, y que está dejando mucha tela para cortar de aquí en adelante.

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