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Miércoles, 25 de enero de 2012
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Entrevista a la actriz, cantante y poeta Rosario Bléfari

“Hoy me comprometo más con el texto”

Luego de tres años sin canciones nuevas, presenta Privilegio, su quinto disco solista. La ex cantante de Suárez dice que reconoce en algunos grupos actuales elementos de aquella banda indie. “Fueron a las mismas fuentes que nosotros”, destaca.

Por Matías Córdoba
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Bléfari y su banda actuarán mañana, a las 20, en Niceto Club.

Se pueden tomar tres fotografías de lo que cuenta Rosario Bléfari sobre su 2011 cultural. Una podría ser la de ella bañándose incansablemente en las aguas del Mar Adriático o descubriéndose, casi con extrañeza, en la Plaza San Marcos llena de gente; otra podría ser la de la grabación de Privilegio, su quinto disco solista, luego de tres años sin canciones nuevas, y, la última, un retrato sobre su trabajo en Un mundo misterioso, la película de Rodrigo Moreno, estrenada el año pasado. Ahora recuerda todo aquello que vivió y sonríe: “Venecia es tan poderosa. Fui por el Festival de Cine, a presentar Verano, la película de José Luis Torres Leiva, en la que trabajé en Chile. Era la primera vez que iba y ahí también pude ver a Patti Smith, que tocó en un jardincito y dio una charla sobre poesía. ¡Hasta estaba George Clooney!”, comenta sobre su experiencia en la 54ª Bienal de Venecia, en Italia.

En estos primeros días de 2012, Rosario Bléfari –actriz, cantante y poeta que supo liderar a Suárez, banda que durante los noventa tradujo “a la argentina” la ideología cultural que sostenían los referentes del indie norteamericano como Sonic Youth y Yo La Tengo– saborea las primeras mieles de Privilegio, un disco de canciones rápidas, “algunas en extremo vertiginosas y cortas como ráfagas y otras andantes, con algunas texturas rítmicas de acústicas que sostienen con la fortaleza adecuada los desvaríos tímbricos de las guitarras eléctricas”, y que será presentado mañana a las 20, en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510), junto a Mujercitas Terror y Camila Barre.

–En sus discos siempre hay un eje conceptual, ya sea sonoro o poético. ¿Qué diferencias encuentra entre Calendario, su disco anterior, y Privilegio?

–Cuando tengo cuatro o cinco canciones me gusta ver qué tienen en común, qué proponen, y cuando descubro eso, ahí selecciono el resto de los temas en función de reforzar esa idea. Después, no sé si se nota mucho en los discos; pero por lo menos tengo como intención que no sea un rejunte de canciones, sino que haya una idea que las vaya hilvanando. Y siempre me pasa que tengo que dejar muchas afuera. Con respecto a las letras, los discos no son tan diferentes. En Privilegio quise trabajar la idea de diálogo. Hay temas que son de Javier Marta, mi guitarrista. Algunos me preguntaban por qué había accedido a que compusieran otros integrantes. Pero me parecía bueno contraponer mis canciones a las de otro. A él le propuse que tocara estos temas, para que las canciones dialogaran entre sí, como forma. Muchas de estas canciones fueron compuestas en respuesta a alguna que él me mostraba y así lo hicimos. En un momento, pensé que el disco podía estar atravesado por esa idea de diálogo y me pareció que podía ser divertido trabajarlo.

–A diez años de la separación de Suárez, ¿reconoce en algunas bandas de hoy una recuperación de aquel sonido?

–Veo varios elementos que aparecen. Claro que colocados de otra manera, pero se nota que fueron a las mismas fuentes y fueron influenciados por grupos similares. En El Mató a un Policía Motorizado reconozco ciertas formas que me recuerdan a cosas que podríamos haber tocado nosotros, pero en realidad porque vienen de la música que también nos gustaba, como Velvet Underground, cosas que vienen de parientes más lejanos. Pero estoy segura de que si nosotros no hubiéramos existido, igualmente ellos habrían hecho su música.

–¿Y en otras bandas?

–Me pasa cuando escucho a los 107 Faunos, que me es afín esa aparente desprolijidad que pueden tener las canciones, como el plano de las voces. Digo aparente, porque pasa que muchas veces se puede ver eso como una dejadez o un descuido. Pero nos pasaba con Suárez que a eso le poníamos mucho empeño y trabajo en esos detalles y algunos que veían la música de otro lugar más... (piensa).

–¿Conservador?

–Sí, que veían la música de otro lugar o tenían influencias más tradicionales les parecía desidia o descuido nuestro sonido, pero eso era una elección nuestra. Y hoy les pasa a 107 Faunos. Me parece genial que ellos, desde su lugar, tengan muy buena onda y reconozcan lo que les suena familiar. Antes, eso no pasaba, los músicos tenían cierta reticencia en reconocer algunas cosas de sus anteriores.

–Hoy pareciera que el indie, a diferencia de lo que pasaba antes, dejó de ser para unos pocos.

–Sí, es cierto. Antes no había mucho público. Y además, antes el público era más contemplativo, más tímido e introspectivo. Era más la exaltación del viaje mental por sobre la exaltación de poner el cuerpo. A mí también me pasó. A partir de 2004 empecé a poner el cuerpo, la expresión, lo físico, el movimiento y sentí la necesidad de expresar de esa manera la palabra, la velocidad y el golpe. Quería que todo fuera más físico. Antes, el viaje sonoro, el de las disonancias y las repeticiones tenía que ver con quedarse más para adentro y no tanto de euforia. La gente podía estar tirada en butacas, pasándola muy bien, pero no física, sino mentalmente.

–Empezó a poner el cuerpo, la expresión. ¿Hay algo de la actriz en el escenario?

–Con el tiempo fui sintiendo que yo era más actriz en lo musical que en el cine. En el cine no había tenido tantas oportunidades para desarrollar distintos tipos de actuación. Las cosas que hice fueron pequeñas. En un protagónico uno puede desarrollar un personaje, pero sólo en el cine de (Martín) Rejtman tuve uno. Tal vez toda la energía de la actriz que hay en mí está en la música y al servicio de las canciones. Ellas son el guión y lo bueno es que esas letras las escribo yo (risas).

–Una actriz-cantante que fue mutando.

–Para mí, en las canciones de Suárez, no tenía mucha conciencia de la forma que podía cantar e ir más allá con el sentido. Esa cantante era otro personaje. En cambio, ahora compongo para una cantante que es más expresiva. Nunca me gustó dramatizar y exagerar la letra. Como público y como cantante no me gusta que el cantante vaya mucho más allá del texto con la expresividad, me gusta que se lo cante en el punto exacto. Ahora me comprometo más con el texto.

–¿Y usted hace alguna autocrítica como cantante?

–Me gustaría tener la voz más poderosa, un vozarrón que pudiera imponerse sobre los instrumentos, pero creo que a todos los que cantan les debe pasar lo mismo. La ambición del cantante es tener más voz, y a mí me gustaría tener un gran caudal. No me preocupa la desafinación, sé que desafino, porque en vivo no me escucho bien. Me amargué mucho por las críticas, pero yo no estoy haciendo ópera; en lo que hago es más importante la canción, la energía de ese momento, el golpe, la expresividad. Porque, además, tampoco es algo que les pido a las bandas que me gustan, no estoy fijándome en eso.

–¿Por qué?

–Porque es rock.

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