Feliz coincidencia: el nuevo disco de Pomo sale en Carnaval. Se trata de su segundo trabajo como solista, aunque la carrera “solista” de Pomo se desarrolle a través de (no una, sino) dos bandas. Grabó Primario (2010) con El Don –Pablo Suárez, Guillermo Demedio, Javier Viñas y cantantes invitados– y el sucesor de aquél, Binario (se anunciaba como Secundario, pero la secuencia les sonaba demasiado escolar), aparecerá recién a mediados de 2012, cuando el Carnaval haya pasado y el único Momo que siga haciendo barullo sea Venegas. De una canción del aún desconocido Binario surgió el proyecto ADN (Asteroid Dirty Noise, ruido sucio de un asteroide, del flamante trío Pomo-César Franov-Pablo Suárez; sí, el mismo Suárez de El Don y el mismo César Franov de Jade, quien está de regreso después de muchos años de vivir afuera), este disco, que aparece el 11 de febrero y al que desde ahora pasará a denominarse NDA porque así se lee: no ADN sino NDA, reflejadas las letras como en un espejo en el papel vegetal de la tapa... y porque es tal el desquicio de “marcas y patentes” que cada célula pega un respingo con sólo imaginarse un juicio por los derechos del nombre de tan universal polinucleótido. Y hay otro disco de Pomo en proceso, a titularse Histórico, que contiene una canción por cada una de las célebres bandas en las que Pomo participó a lo largo de sus cuarenta años de carrera (con invitados como Mollo, para empezar a hablar). Y Pomo va a grabar cinco temas para el próximo disco solista de Pablo Suárez (el mismo de El Don, el de ADN-NDA, su ruta) y también para el álbum de César Franov también, cuando salga... Y explota toda secuencia genética.
“Histórico vendría a ser el tercer disco de El Don, pero no se sabe cuándo va a salir”, dice Pomo, reuniendo los fragmentos de la cabeza de su interlocutor. “Y el segundo disco de Asteroid Dirty Noise quizá salga en 2013, si es que no se pudre todo en diciembre de 2012 como dicen los mayas (se ríe). Ya hay cuatro temas que quedaron afuera del primero, más las inquietudes que aparezcan... ¡Es un despelote, una ensalada, ya sé! Cuando empecé con mi humilde carrera personal me preguntaba si tantas cosas distintas irían a pisarse. Ahora ya no me importa nada. Ahora meto todo junto. Como todo está tan mezclado a mi alrededor, voy y me tomo el permiso de mezclarlo yo.”
Héctor “Pomo” Lorenzo tiene 61 años, pero tanta es su fibra y energía que las seis décadas resultan inapelables únicamente en su historial: fue parte de la primera formación de Los Abuelos de la Nada (y responsable de llevar a los Abuelos a Pappo, su amigo de la adolescencia, para después ayudarlo a redondear una de las mejores versiones de Pappo’s Blues, la del Volumen 3); hizo Sr. Zutano con Lito Epumer y Juan del Barrio; fue Invisible con Spinetta y después lo siguió para brillar con Jade, donde fue compañero de César Franov; resultó la batería de varias obras memorables de Pedro Aznar, de Fito Páez, de Andrés Calamaro, de David Lebon. Vivió quince años en Europa, durante los cuales compartió escenario con tantos músicos célebres que se agota la paciencia. Pero se viene el Carnaval y lo que apriete el pomo será esta música sucia de un asteroide, un sonido que quizá resulte impensable para los viejos (y en este caso “viejos” significa tradicionales, intransigentes) fans de un baterista fundacional del también, muchas veces, intransigente “rock nacional”.
–Para explicar la música de Asteroid Dirty Noise hay que hablar en inglés...
–Lounge, groove, chill, dub: son las definiciones de hoy para ciertos ritmos que se han ido afianzando en el gusto popular. Pero yo, en definitiva, meto todo dentro del drum & bass: batería y bajo. La diferencia es que en los tres integrantes de este proyecto hay resto, y eso es lo que lo hace interesante: lo que se aporta es musicalidad, no es algo tirado de los pelos que depende de una cierta estética para mantenerse. En realidad, todo es bajo y batería; la música eléctrica es eso (sonríe). El concepto es que se te mueva la patita. Sea lounge, dub, funk, groove, no sé, llamalo pimpumpi; nosotros vamos viendo. Si nos gusta o si no nos gusta lo que sale, bueno: lo hacemos para este lado o lo hacemos para el otro. Pero si no groovea, no va: se queda fuera del disco. Si groovea, entra.
–“Evolution” parece King Crimson del siglo XXIII.
–(Se ríe) Sí, sí, está buenísimo... Hacía falta algo de eso hoy, ¿no? (N. de la R.: se refiere a un tremendo solo de bajo). Ahí Franov y Pablo se despachan a gusto, al igual que en otro par de temas, porque es necesario que muestren ese perfil. Y al mismo tiempo es un disco que se puede poner sin escucharlo: se mueve solo. Ojo, tampoco es un formato del que no se puede salir porque, si no, no tendría las baterías que tiene, ni tendría las guitarras de Viñas en ese plan rockero.
–Javier Viñas es guitarrista de El Don, pero invitado acá: usted sigue mareando. Más aún cuando el tema se llama “Daft Rock” existiendo un Daft Punk, el dúo de house y electrónica francés.
–Sí, exacto (risas), esa picardía está en el título; se lo puso Suárez. Es un poco darnos el gusto... y ahí está la experiencia de los músicos de poder abarcar conceptos pero no quedar atrapados en ellos, sino de poder regenerarlos. Estoy con Viñas desde que empezó El Don y él tiene su grupo: estamos también en vías de grabar su disco solista. ¡Todo es un quilombo!
–¿Cuántos años luz diría que hay entre El Don y este Ruido Sucio de un Asteroide?
–El Don está en su casa, con las pantuflas y el control remoto, leyendo el diario, pero quiere jugar al Creamfields para un público joven plagado de chicas veinteañeras. ¡Es un calavera! (larga la carcajada) Hablando en serio, creo que Asteroid Dirty Noise no respeta los cánones básicos; me parece que está un escalón más arriba de su género y que resulta un disco presentable en cualquier lugar del mundo. Los dos cabezones fueron quienes trataron la estética. Este asunto de Franov de usar la edición de computadoras en tiempo real...
–Es un misterio para los no entendidos. ¿Puede explicar este proceso?
–Se trata de programas a los cuales se les puede inducir que graben ciertas partes que se eligen de lo que se está tocando, al mismo tiempo que se toca; se reciclan a través de la computadora y se suman a lo que siguen tocando los intérpretes. Y se pueden cambiar. Cada quien está con sus auriculares; escucha, por ejemplo, ciertos compases de lo que yo estoy haciendo, los mete en la compu, empieza a girar esa batería con mi propio sonido –nada de batería digital; estamos tocando de verdad– y son las mismas ideas que sucedían dieciséis compases atrás; se pueden dejar girando treinta segundos, o un minuto, y después se pone otra. Es una regeneración de las ideas que van pasando. Recién cuando están dentro del tempo y del formato de lo que suena, ahí César se saca los auriculares y puede tocar el bajo, o el piano, u otro teclado; bah, puede hacer todo al mismo tiempo. En realidad, pueden los dos.
–O sea que cada vez que interpretan estas canciones en vivo, nada es igual, todo puede cambiar.
–Exacto. Cuando en el invierno pasado presentamos algunos temas de este disco en el auditorio del Sindicato de Músicos hicimos una especie de workshop explicando este formato, a modo de docencia, para que vieran cómo se pueden usar las computadoras. Es muy interesante. Y las compus van encadenadas a imágenes que se disparan en tiempo real y que se mueven al ritmo de la música. Sale muy bien, es un lindo proyecto.
–Psicodelia 2012...
–¡Es como la lámpara de aceite!
–A pesar de tanto tecno, el disco suena tremendamente orgánico.
–Es que es así. Es uno de los perfiles interesantes que tiene este proyecto: las batas son tracción a sangre; habrá algunas percusiones digitales y programas, pero se nota que dentro de todo ese universo digital hay un tipo que toca la batería. No son baterías programadas: se mueven, no están clavadas en el tiempo ni engrilladas en la compu. Es decir: ¡cuanta más digitalidad aparezca, más sangre vamos a poner!
–¿Le resulta divertido?
–Sí, es muy divertido. Es un territorio totalmente experimental. La referencia más cercana que encuentro es el jazz: un leitmotiv a desa-rrollar y, después, desarrollo e improvisación, revolear la chancleta. Después de respetar el leitmotiv, no sabemos a dónde vamos a llegar ni cómo vamos a hacer para terminarlo; el vivo es muy interesante. Pero ojo, tampoco el otro extremo: está bien que haya solos porque la gente tiene que apreciar al ejecutante, pero la duración del tema en vivo va a ser más o menos la misma. Nos podemos colgar un poco, pero no más allá. Acá no hay letras....
–¿No extraña escuchar buenas letras? ¿Por qué no las hizo?
–Y, sí, está bueno mencionarlo... es complicado. Me siento bastante raro con las cosas que se oyen. Si procesaron a Andrés Calamaro por decir que se había fumado un porrito, hay artistas que deberían estar presos: las alegorías al delito o a la delincuencia son manuales de malas instrucciones. Por algo sigo con esta “enfermedad terminal” desde 1968: quisiera defender un género que ha perdido mucho terreno ante otros géneros bastardos, y defender a tantos artistas que ya no están y que podrían avalar lo que nos separa de lo más chabacano. El tipo que está arriba de una tabla, con un micrófono, tiene un tirón muy grande: debe ser consciente de los mensajes que manda. Y con el rock no quiero decir que pase lo mismo pero, cuando miro la cartelera de los festivales, la mayoría de los artistas hace un tin-tin, tin-tin, esa cosa como en piso de tierra...
–¿Cuestión de fiaca, dice?
–No sé... o sí. Porque veo grupos que emergen, se afianzan y dos o tres años después vienen vestidos con ropas y sombreros importados y siguen con los mismos Re-Do-Sol... por ahí unos La y Fa... Ahí caben la fiaca y también la tara, porque ¿hasta cuándo vamos a escuchar temas con tres o cuatro tonos, si tuviste éxito y dinero y tiempo como para crecer? No es por mí, porque yo no me voy a molestar en escucharlos, ni loco; me aburro.
–Vendrá alguien a decirle que usted reniega de la “sencillez”.
–No (se ríe), a mí no pueden decirme eso. Porque así como toqué cosas con Pedro Aznar en 23 y medio X 8, me toco un verdadero y buen 4x4 a muerte, media hora quieto, sin hacer nada. Y eso es bastante difícil. Quedarse quieto es bastante complicado. Hay mucha inquietud, últimamente.
–¿Qué futuro ve?
–Yo al futuro nunca lo vi: siempre lo busqué.
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