Willy Quiroga tiene espesas lagunas en la memoria para evocar la presentación de Jeremías pies de plomo, uno de los grandes discos de Vox Dei. “Vos te reís, pero no me acuerdo de nada”, le dice a Carlos Gardelini, reemplazante de Ricardo Soulé en la guitarra de una de las bandas emblemáticas de la historia del rock argentino. Ambos están en el Bar La Salé (una forma chistosa de nombrar la sala de ensayo de Lanús) y el bajista, cantante y fundador del grupo más duradero del rock de acá apenas alcanza a manotear que la cosa fue en el Gran Rex. Que el lugar estaba lleno y que fue la única vez que lo tocaron completo. O sea, esos ocho temas impresionantes que rápidamente se propagaron como piezas eje –por belleza, solidez y creatividad– de la época: “Detrás del vidrio”, “Juntando semillas en el suelo”, “Esta noche no parece ser igual”, “Ahora es el preciso instante”, “Ritmo y blues con armónicas, “Por aquí se te echó de menos”, “Sin separarnos más” y el intenso homónimo. “Fue un disco que pegó muy fuerte, era muy pesado, lo más pesado de la época y todo el mundo estaba sorprendido por eso”, refiere Quiroga, en otro lapsus mnemotécnico. Pasaron 40 años de aquel hito inmediatamente posterior a La Biblia, y Vox Dei –reencarnado en Willy, su hijo Simón y Gardelini– volverá a tocar el disco completo esta noche en el Teatro Sha (Sarmiento 2255). “En realidad, la mayoría de los temas los venimos haciendo, pero hay dos sorpresas: la segunda parte de ‘Detrás del vidrio’ y ‘Por aquí se te echó de menos’, un tema que no se volvió a hacer en vivo desde la presentación original”, anticipa el bajista.
–Tema nervioso y duro, cuyo personaje vuelve a encontrarse con ustedes después de haber pasado un tiempo en el manicomio. ¿Cómo fue esa historia?
Willy Quiroga: –Bueno, sí, alguien que trabajó con nosotros en la época. Jeremías lo compusimos en Villa Gesell, en un chalet que se llamaba La Ponderosa. Estábamos los tres más cinco plomos y unas personas más, y alguien nos traicionó. Yo tenía un autito, y un día me dijeron: “Vimos a tu plomo corriendo picadas”. Todo mal, porque lo decías y se ofendían... Me decían: “¿Qué te pasa? ¿Te volviste burgués?”. Cualquiera... Gente que abusa, ¿no?, tipos que se fueron yendo y desaparecieron. De ahí también salió “Ritmo y blues con armónica”: cada palabra de ese tema la vivimos letra por letra. El del manicomio fue un plomo que un día apareció de repente. Me acuerdo de que firmamos un documento, una especie de pergamino que decía que íbamos a ser tres hermanos de sangre y que todos aquellos que nos habían traicionado iban a ser emplumados y puestos a consideración de la gente en la plaza pública (risas). Son dos canciones que hablan de que quienes están a tu lado no son necesariamente amigos.
–Se sabe lo que implicó La Biblia en términos estéticos y de popularidad. ¿Fue complicado hacer un disco después de eso?
W. Q.: –Se hizo complejo, sí, pero básicamente porque nos habíamos quedado sin un violero (Juan Carlos Godoy), que nunca comprendió cuál era la razón por la que se había ido, y nos obligó a cambiar, porque pasamos a ser un trío y no podíamos hacer todos esos laburos a dos guitarras. Hubo que armar todo desde el formato trío. Pero no hubo vacío creativo, nos pusimos a componer y salió así, bien. El despiste vino después...
–Actualidad: ¿cómo se reacomodó la banda después de la muerte de Basoalto?
Carlos Gardelini: –No paramos. Vivimos el duelo tocando, porque teníamos contratos durante todo el año. Mientras él estaba internado, teníamos que tocar en Bolivia y nos dijo: “Vayan, toquen que yo los espero”. Lo más importante que tenía Rubén en su vida era la banda. Dejaba todo por Vox Dei, y seguir fue un homenaje a él. De hecho, el duelo lo hicimos arriba del escenario.
W. Q.: –E incorporar a Simón (Quiroga) no fue algo traumático. De hecho, él venía tocando con nosotros, porque a Rubén le gustaba hacer la de Iggy Pop: salir a cantar con el torso desnudo y un micrófono inalámbrico y correr por todo el escenario jodiéndonos a nosotros, y Simón lo suplantaba en la batería. Es cierto que Simón tiene su propia concepción de la música, pero nos fuimos acomodando. Fueron cambios sutiles, y no es la primera vez que los afrontamos. Excepto Rubén y yo, que permanecimos 43 años en la banda, el resto dejó lo que tenía que dejar. Incluso Soulé dejó lo suyo, pero se fue por voluntad propia, porque nadie lo echó. Un día me dijo: “Vamos a España”, yo no quise, y se fue solo.
–Está hablando de la segunda separación, después de Gata de noche.
W. Q.: –Sí. A veces saco la cuenta y creo que Gardelini estuvo más tiempo que Soulé en Vox Dei.
–¿Quedó conforme con la reedición de la versión de La Biblia en vivo que grabaron en 1986? Acaba de editarse y es un mojón que marca otro de esos reencuentros.
W. Q.: –Fue un recital glorioso, loco e increíble. Se nos ocurrió salir con unas linternas en la frente, con todo oscuro, y la gente flasheó. La Biblia merecía una puesta así. La otra vez que volvió Ricardo fue para el recital que alguien promocionó como “El regreso de la leyenda”. Cuando me enteré de que le habían puesto así, me puse loco... el día que me muera seré una leyenda, pero, bueno, no importa... lo cierto es que Soulé estuvo un tiempo... ¡y se fue por cuarta vez!
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