Desde su primera actuación en la Argentina, cuando vino a presentar Lágrimas negras –aquel éxito planetario que compartió con Bebo Valdés, una feliz experiencia de mixtura entre el flamenco y ritmos cuyo punto de partida se sitúa del otro lado del océano–, Diego El Cigala es un asiduo visitante de estas tierras. Y ha sido también un ávido buscador de ritmos y amigos –músicos, por supuesto– de estos lugares. Tanto, que el tango ocupó su ultimo disco, Cigala&Tango, grabado en vivo en Buenos Aires, del que no llegó a participar Rubén Juárez –aunque sí formó parte de la gestión del proyecto, antes de su muerte–, pero en el que suenan referencias del género como Néstor Marconi y Juanjo Domínguez, y también una participación algo menos feliz en términos de ensamble de Andrés Calamaro.
Ya definitivamente instalado como parte de estas tierras –sintiéndose “parte de América”, según dice en diálogo con Página/12–, ahora Cigala va por más: la gira que lo trae se llama, justamente, Sintiendo América, y el disco del que todavía no quiere soltar mucha prenda, pero que mostrará en estos conciertos, viene por el lado del folklore, tanto latinoamericano como argentino. Con el flamenco en primer plano, por supuesto, y lleva a su terreno otros sonidos, paisajes, colores, sobre la base de una voz poderosamente expresiva. Las presentaciones en Buenos Aires serán este sábado y domingo a las 20 en el Gran Rex (el escenario al que vuelve una y otra vez), y contarán con un invitado especial cada día: Adriana Varela el sábado –y aquí es más fácil visualizar la dupla en versiones como “Garganta con arena”, un tema ya adoptado por ambos–, y para la segunda función, Diego Torres –y aquí puede imaginarse algún acercamiento al folklore como el que logró el cantautor con aquella bella versión de la “Zamba para olvidarte” que hizo como invitado en Cantora, el último disco de Mercedes Sosa–.
La figura de Mercedes Sosa, justamente, será una de las marcas de estos próximos conciertos, advierte El Cigala, con algunos de los temas emblemáticos de su repertorio. “Por esas cosas de la vida no llegué a conocerla, ésa es la pena que me quedó”, se lamenta el cantaor. “Ella iba a estar en mi disco, y cayó malita y murió. Pero fue en gran parte a partir de ella que a mí se me abrió todo un mundo del folklore, que plasmo un poco en mi próximo disco”, se vuelve a entusiasmar enseguida, para advertir: “El flamenco se puede acoplar a todas las músicas, ésa es la cosa tan maravillosa que tiene. Cuantos más mundos musicales conozco, más mundos imagino asociados al flamenco”.
–En esta gira el “sentimiento” está puesto en América. ¿Por qué?
–Porque me siento parte de ella, ¡definitivamente! Como artista, yo pertenezco al mundo, pero realmente siento que, en un punto sensible mío, pertenezco a Latinoamérica. Aquí hay una conexión diferente con el público, de verdad es un público que me entiende, que vibra conmigo. Es lo que me pasa tanto aquí en la Argentina, como en Chile, México, Perú o Venezuela, de donde acabo de venir. De verdad me siento un pedacico parte de todos esos países. ¿Por qué? Pues por la emoción que se crea. El público viene con mucho amor, hace sentir su emoción, eso es muy importante para mí, y eso incide en el concierto, por eso he dedicado esta gira, y la he nombrado Sintiendo América, porque realmente lo siento así.
–En Argentina, puntualmente, tiene muchos amigos músicos, con quienes ha compartido espectáculos y discos...
–¡Y qué amigos! Juanjo Domínguez, Marconi, y ese gitano del tango que se nos fue que era Rubén Juárez... ¡dios mío, lo que era ese artista con su bandoneón blanco! Cuando él se murió, yo tenía muchos proyectos con él, no llegamos a concretarlos en un escenario, ésa es la pena que me ha quedao en el corazón.... Igual que con la gran Negra, él se me quedó en el tintero. Pero lo disfruté, ¿eh? ¡Vaya si lo disfruté!
–¿Cómo?
–Pues, como el gran gitano del tango que era, ¡codo a codo, de rumba en rumba! (Risas.) De verdad era como los gitanos, como los flamencos. Cuando salía de rumba, lo vivía tan intenso, y había que saber seguirle el ritmo, ponerse a la par. Por ahí terminaba de actuar y, ya terminado el show, nos íbamos por ahí, cogía ese bandoneón blanco y se ponía a tocar horas y horas, era una fiesta. Lo que a mí me ha enseñado ese hombre, no te lo puedo explicar.
–Pero usted llegó a grabar el disco con los amigos argentinos ya hechos. ¿Cómo fue la conexión?
–Antes de hacer el disco de tango, estábamos en Madrid con Menotti (César Luis, el director técnico, otro gran amigo argentino) y el Duque, oootro argentino (risas), que tiene una cafetería en Madrid. Bien, por medio de él conocí a Menotti, y por medio de Menotti conocí a Néstor Marconi, por ahí vino la conexión, y ahí fue donde empecé a su vez a conocer y a admirar al gitano del tango Rubén Juárez. Verle cantar y tocar su bandoneón, era como mágico, y ahí dije: yo tengo que hacer algo con este genio. Y mira las casualidades de la vida, terminamos siendo amigos y compañeros de rumbas, soñando el proyecto de flamenco y tango, y, cuando estaba todo por darse, él se nos va. Y sin embargo yo siento que él ha estado profundamente presente en ese proyecto, porque, en todo el aprendizaje que me llevó a ese disco, está su bandoneón grande.
–¿Y cómo lo pensaron a ese proyecto de mixtura en aquel momento?
–Por supuesto, no desde el flamenco ortodoxo, porque eso no sería posible, no hubiera cuadrao, tampoco a este nuevo disco, en gestación, lo pienso yo desde el flamenco ortodoxo. Trato de hacer un tango muy respetuoso, muy solemne, el tango tal como me lo han enseñado estos maestros que tuve, nada más que de un modo flamenco. Se trata de cantar con mucha armonía, y de cantar con mucha interpretación, eso es algo que reclama el tango. Le confieso algo: los pánicos, los miedos que yo sentí antes de subir a ese concierto en Buenos Aires, fueron absolutos. ¡Dios mío, pánico total! Por suerte el pánico es un buen consejero que te mantiene alerta: el día que no sienta esos miedos, Cigala tendrá que dedicarse a otra cosa.
–Pasó entonces una prueba de fuego..
–Imagínese, en el templo del tango, ante 3500 almas argentinas que iban a ver de qué iba eso con ese gitano... ¡Pero es que si lo pienso y estamos locos! ¡Pero es una locura bien paga’! (Risas.)
–Y ahora también viene a tomar un género local para llevarlo a su terreno, en este caso el folklore. ¿También tomará como una prueba estos conciertos?
–Bueno, como le dije, los miedos, o más bien los pánicos, siempre están, y está bien que así sea. Pero de algún modo esta vez siento que tengo... ¿cómo decirlo? Cierto permiso, cierta puerta abierta que ya me han dejado ustedes con aquel recibimiento tan maravilloso de los conciertos anteriores, y eso me da un poco de alivio. También sé que traigo siempre todo el respeto por la música a la que me acerco, el mismo respeto que siento por el flamenco. Por supuesto, no deja de ser un desafío y una incógnita, así es cada concierto, distinto siempre uno de los otros, pero éstos serán especiales.
–¿Qué temas del folklore argentino eligió para llevar al flamenco, por ejemplo?
–No puedo revelar muchas cosas porque dejarían de ser sorpresa, pero sí es verdad que he recogido mucho del folklore argentino... He recogido temas de Atahualpa, poemas de Martín Fierro, algunos sonidos andinos también, las canciones que la gran Mercedes Sosa... Y me viene enseguida a la cabeza mi querida Chavela Vargas, que en paz descanse, ella también es culpable, y muy culpable, de que yo esté en este lugar, del tango primero, y ahora del folklore: enamorado.
–¿Qué culpa tuvo Chavela Vargas?
– Ella me dijo: “mira, hay un tema que se llama ‘Soledad’, y tienes que hacerlo”. Así, sin vueltas, fue como una orden. Y si me lo decía ella, tenía que hacerlo, no tenía opción. Y cuando yo escuché “Soledad”, me enamoré de ese tema, pero también me fue abriendo una puerta, y otra, y otra, hacia América. Por eso siempre la tengo allí presente a la Chavela. Yo tengo a tres artistas en mi coco cada vez que salgo a cantar: el primero es Diego Valdés, ese genio, el mayor regalo que me ha podido dar la vida. Luego la Chavela, otro regalo. Y por supuesto Camarón, la gran guía. Ellos siempre están, diciéndome lo que tengo que hacer.
–¿Y en el folklore argentino, que ha encontrado?
–En el folklore argentino he encontrado mucha verdad, mucha impronta, sonidos que muchos desconocíamos, y que dios mediante los voy a poner en circulación, porque quiero que la música regional de acá se dé a conocer en el mundo entero. Ya se conoce, vale, pero yo espero poder lograr que se conozca más. Porque hay sonidos muy, muy fuertes. Sonidos que he ido conociendo que me han prendao. Sin menospreciar al tango, siento que éste es el disco que viene.
–¿Y hay algún tema en particular que le guste mucho, que “le haga daño”, como dice usted?
–A mí me gusta mucho la chacarera. Rítmicamente, además, tiene mucho que ver con el flamenco. Cuando yo canto por fandangos la chacarera me siento feliz, no hay otro modo de describir lo que me pasa.
–La zamba también tiene muchas posibilidades de sonar en clave flamenca, quizás de una forma más elaborada...
–¡Aahh! ¡Esa es la parte que no voy a contar!
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