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Sábado, 27 de agosto de 2005
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GUSTAVO MORETTO Y DANIEL BINELLI

“Buenos Aires tiene una música compleja”

Los miembros de Alas, que toca esta noche, definen su acercamiento al tango.

Por Cristian Vitale
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Moretto y Binelli, del rock al tango.
El título del tercer disco de Alas es Mimame bandoneón, el que toca el instrumento es Daniel Binelli, arreglador y compositor de la Orquesta de Osvaldo Pugliese durante 14 años, los sintetizadores brillan por su ausencia, y los pocos temas que no son nuevas versiones de su cosecha histórica son, precisamente, los que la transformaron en una virtuosa banda de rock sinfónico-progresivo en el segundo lustro de los ’70. ¿Acaso el legendario grupo se ha convertido definitivamente al tango? “Creo que llegó la hora de pensar a Buenos Aires como una ciudad compleja. ¿Por qué pensar su música exclusivamente como tango, que es sólo un elemento?”, pregunta uno de sus fundadores, el pianista y compositor Gustavo Moretto.
–¿Y para usted, Binelli?
–Tampoco sé si calificarnos como un grupo de tango. Nuestra música tiene rasgos tangueros y ciudadanos, pero no me parece que haya que pensar en una etiqueta. La música es una diversión que conjuga muchos elementos. Gustavo Moretto y Daniel Binelli tratan de reubicar la nueva propuesta de Alas en diversas direcciones, pero, a juzgar por la sonoridad del flamante disco, lo que resalta en varios de sus temas –Mimame, entre ellos– es una innegable impronta tanguera.
Basta un breve recorrido histórico para acentuar ciertos contrastes: cuando nacieron, en 1974, eran un trío (Alex Zucker, Carlos Riganti y Gustavo Moretto), que los críticos enseguida encorsetaron como los Emerson, Lake & Palmer argentinos. La instrumentación era la misma que la de los británicos (bajo, teclado y batería) y el primer simple, editado en 1975 con los temas Aire surgente y Rincón, viejo rincón, rumbeaba en sintonía a caballo de cortes y cambios de ritmo. “Eso es cierto –asiente Moretto–, siempre tuvimos el concepto de obra extendida. Yo era muy pendejo y me sentía influenciado por Emerson. Los escuché y aprendí un montón de ellos. Esa influencia apareció con las modificaciones de lo autóctono y mucho vuelo. Nos íbamos al carajo.” El disco debut, en rigor, mantuvo parámetros de obra conceptual, con dos temas –uno de cada lado– que los zambullían dentro de la corriente progre: Buenos Aires es sólo piedra y La muerte contó el dinero. Y es aquel Alas el que se mantiene en el imaginario, algo más que el que evolucionó hacia otras vertientes... el que incorporó a Pedro Aznar en lugar de Zucker y, un poco antes, al mismo Binelli, Juan José Mosalini y Rodolfo Mederos para los vivos. El mismo que Astor Piazzolla –en épocas del Octeto Electrónico y el tango-rock– definió como un valioso exponente de la música del momento. El que, en definitiva, editó Pinta tu aldea en 1979, cuando el grupo ya no existía.
–En 1978, cuando se separaron, ¿tuvieron la sensación de haber dejado una obra inconclusa?
Gustavo Moretto: –Sí. Estábamos en un proceso creativo muy febril. Tenerlo a Pedro Aznar en la formación era algo intenso. Nos separamos en un momento en que hubiese sido maravilloso continuar, pero el grupo se transformó en un anacronismo dentro del contexto de muertes, miedo y desapariciones. Ese marco provocó que yo no tuviera más ganas de subirme a un escenario y entramos en otra dimensión. Cada uno hizo la suya.
Pasaron 15 años haciendo la suya hasta que, en el 2003, el trío original más Martín Moretto –hijo de Gustavo– en guitarra y Hugo del Curto en bandoneón, se reunieron para hacer un par de tocatas en el Soho Play House de Nueva York –donde Moretto vive desde fines de los ’70– y la Universidad de la Guardia Community College. La experiencia operó fuerte para que la banda, que también realizó una presentación en la Argentina, se reincorpore a la actividad profesional con la edición del nuevo disco –con el reintegro de Aznar y Binelli– que presentarán este sábado en el ND Ateneo. “Este renacimiento implica la unidad entre lo que pasó en los ’70 y hoy. No es un reencuentro sino una continuación”, afirma Moretto, pese a los cambios lógicos. “Al utilizar un concepto semiacústico, la música cambió –adiciona Binelli–. Hay un juego de improvisación que llama a la sorpresa. En la milonga Dos mil uno –tema nuevo– hay un juego rítmico intenso, que de pronto puede ser una milonga porteña, pero que se fusiona con elementos centroamericanos. Las notas escritas son superadas por el hecho emocional de lo imprevisto.”
–Otro tema a estrenar es el sugestivo y “político” Somos lo que somos. ¿Cómo lo concibieron?
G.M.: –Le pedí a Riganti que arme una batería tercermundista. En Nueva York, siempre le digo a la gente que ponemos cacerolas en la batería para que sepan que somos del tercer mundo. Le propuse que imagine a un tipo que ama la batería, pero que nació en una villa miseria. Y me dijo: “Le ponemos cacerolas”. Yo sufrí la crisis, pero, como músico, no pude evitar pensar que lo que pasaba en las calles era música. Debe ser el primer caso en la historia de la humanidad que un presidente fue derrocado con música. El tema refleja las dos emociones más grandes del argentino: la bronca y la nostalgia.
–Entre las viejas composiciones, reversionaron Pinta tu aldea. ¿Qué vuelta le dieron a la versión original?
G.M.: –En esencia es el mismo tema, pero tocado por gente más madura. Por el tipo de intervalos que tiene y por sus disonancias, sigue sonando moderno.
–¿Profundidad, complejidad y sofisticación son sinónimos? Invariablemente se han utilizado estos adjetivos para definir a la banda.
G.M.: –Si hablamos de armonía, sí. Alas maneja diferentes tipos: tradicional, tonal, jazzística y hasta no armónicas. En lo rítmico, se mezclan polirritmias... en lo expresivo hay humor, romanticismo y virtuosismo. Esta complejidad, desde el punto de vista expresivo, es lo que hace profunda nuestra música. Pero también tenemos swing.
Daniel Binelli: –La música del grupo es sofisticada, pero también tiene contenido melódico y armónico. Tiene elementos profundos, pero no anacrónicos, en un momento en que la música argentina ha vuelto a parámetros de los años ’40. Lo nuestro apunta al futuro.
–¿Qué rumbos?
D.B.: –Queremos que vuelva a penetrar en Buenos Aires una música conflictiva y llena de colores. Es un aporte para unir generaciones porque, si no, es como si no tuviéramos historia. O está el pasado o está lo nuevo, producido por una multinacional que exige hacer determinado tipo de repertorio. Esto es música viva que te levanta de la silla y te estremece. Buenos Aires es una ciudad muy loca, prostituta, una puta linda, que hay que saber disfrutar.

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