Un año atrás, con motivo del fallecimiento de Luis Alberto Spinetta, el Suplemento NO de este diario lanzó una edición especial en la que daba cuenta, entre otras cosas, de la dificultad que había tenido el músico para instalar su obra en el cancionero “de fogón”. Composiciones y armonías de extrema complejidad, acordes físicamente imposibles de combinar y una poesía a veces insolente con las métricas rígidas de la oratoria conspiraban contra el vértigo de las guitarreadas promiscuas.
“Bánquensela”, solía decir el Flaco cuando, convidado a participar en los festivales esponsoreados del nuevo milenio, metía mano una y otra vez a un repertorio que no resultaba particularmente atractivo para quienes esperaban a cualquier artista dispuesto a detonar las ínfulas salvajes del típico público festivalero. ¿Cómo hacer, entonces, para organizar un homenaje que fuera lo suficientemente respetuoso con el calibre artístico del Flaco y, a la vez, necesariamente atractivo para tentar al público de playa en temporada alta? Algunas pistas se vieron en Villa Gesell durante la noche del jueves. Fue en “Alma de diamante”, el primero de una larga serie de homenajes in memorian que se realizaron en Buenos Aires, Rosario, San Juan, Ushuaia, Resistencia, Tucumán, Bahía Blanca, Tres Arroyos, Caseros, Quilmes y Ramallo, y también en Bogotá, San Juan de Puerto Rico y Barcelona.
El gran mérito del tributo en arenas gesellinas –organizado por el Plan Nacional Igualdad Cultural, bajo la órbita del Ministerio de Planificación y la Secretaría de Cultura de la Nación– tal vez haya sido el de combinar todas las posibilidades que el vasto universo Spinetta ofrece para el reconocimiento eterno: ex compañeros de ruta, amigos entrañables, revisores de su obra, herederos de su legado y confesos admiradores se sucedieron en el escenario del Autocine para saludar al Flaco a un año de su partida física. “Para mí, a veces, los homenajes son como velorios, pero siento que esto es otra cosa”, destacó David Lebon, quien hizo su aporte con “Despiértate nena”, obra fundamental de Pescado Rabioso, banda que él mismo integró como bajista y, esta vez, recordó con su voz y su guitarra. Celeste Carballo había abierto el juego a las 22 con “Post crucifixión”, del mismo disco.
Los invitados se sucedieron en un viaje que repasó casi toda la obra del Flaco (de Spinetta Jade sólo se utilizó el nombre de uno de sus discos para bautizar al evento que, prometen, será editado en DVD). Entre sus ex compañeros se destacaron Machi Rufino, quien cedió el bajo en manos de su hijo Juan Pablo para cantar “Los libros de la buena memoria”, de Invisible, en compañía del bandoneonista Rodolfo Mederos. Algo similar hizo Marcelo Torres, quien ofreció una sentida versión de “Para ir”, de Almendra. Lisandro Aristimuño (“Quedándote o yéndote”, del acústico Kamikaze) y Gabo Ferro (con el elemental “Muchacha, ojos de papel”) demostraron cuánto sigue calando Spinetta en el genoma artístico de las nuevas generaciones.
Casi como un maestro de ceremonias, Fernando Ruiz Díaz hizo estallar a los casi 10 mil asistentes con su interpretación encarnada de “Seguir viviendo sin tu amor”, apostando a un repertorio de arengas que luego seguiría desarrollando en “Cantata de puentes amarillos” y “Rezo por vos”, las dos canciones finales en las que intervinieron todos los convidados. Claudia Puyó hizo “Como el viento voy a ver”, de Pescado, junto a Héctor Starc. Pedro Aznar, que el año pasado hizo un concierto con casi treinta canciones del Flaco, repasó “Ella también” y “Que ves el cielo”. Y Juanse recordó la lectura que hiciera de “Me gusta ese tajo”. “Fue un gran momento para reencontrarnos y, a su vez, hacer que su música se reencuentre con el público. Y hacer canciones de él, además, le da un poco de sentido a subir a un escenario”, concluyó el ex Ratones Paranoicos, rematando una noche de recuerdos felices y reivindicaciones eternas.
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