Hay historias que sólo pueden ser contadas en tono de leyenda. Porque, por más que los jóvenes Tom Miller y Richard Lloyd sólo estuvieran buscando un lugar donde tocar, su entrada en un antro recién inaugurado del Bowery neoyorquino iba a dejar tras de sí una estela que se multiplica hasta hoy. Ellos eran los guitarristas de una banda que Miller había formado junto a un amigo de la infancia, Richard Meyers, y cruzaron la puerta que estaba bajo un toldo blanco en el que se leía “CBGB-OMFUG”. Cuando Hilly Crystal, el dueño del lugar, les explicó que la sigla significaba “Country, Bluegrass, Blues, and Other Music For Uplifting Gourmandizers”, Miller y Lloyd le aseguraron que ellos tocaban “un poco de rock, un poco de country, un poco de blues y un poco de bluegrass”. Después de algunas negociaciones, Crystal les garantizó tocar en tres noches de domingo. Así fue que Television –la banda de Tom Verlaine (seudónimo de Miller), Richard Hell (Meyers), Richard Lloyd y el baterista Billy Ficca– abrió las puertas del refugio que después adoptarían como propio Patti Smith, los Ramones, Talking Heads y todo el punk y la new wave neoyorquina de mediados de los ’70. Esa banda legendaria, entonces, es la que, cambios de formación mediante, llegará por fin a Buenos Aires este martes para tocar en el Teatro Vorterix. Eso sí, de country, blues y bluegrass no habrá que esperar demasiado...
En los largos pasajes instrumentales que entretejen las guitarras de Television hay algo de jazz, algo de psicodelia, algo de rock, pero sobre todo una música que nadie más había hecho antes y que –por más que muchos se esfuercen en el intento, con los Strokes como ejemplo reciente– nadie ha podido hacer después. Salvo el cuarteto, que ya para la época de su primer álbum-totem Marquee Moon no contaba con el zarpado de Hell (en su lugar entró el ex Blondie Fred Smith), y que desde hace unos años tiene al argentino por adopción Jimmy Rip reemplazando a Lloyd en la guitarra. “No estoy muy familiarizado con muchas de las bandas que citan a Television como influencia”, se desmarca rápido Verlaine, en comunicación computadora a computadora con Página/12. “No conozco todos sus discos, por ahí escucho alguna que otra canción, pero supongo que es agradable que nos mencionen.”
Verlaine tiene fama de parco y paranoico, pero en la charla se lo nota divertido y con ganas de hablar. Hasta toca un poco la guitarra para mostrar las afinaciones en las que todavía investiga cada noche. Y ofrece algunas precisas vaguedades acerca del cuarto disco de Television, que en algún momento vendrá a completar la trilogía de Marquee Moon (1977), Adventure (1978) y Television (de la reunión de 1992). “Trabajamos de a ratos desde hace tres años, pero ni siquiera es que lo hacemos al menos una vez por mes. La mayor parte fue hecha en el primer mes... Por otra parte, es probable que haya más de un álbum ahí... Hay cuatro tracks que duran más de diez minutos (se ríe), así que no sabemos si vamos a recortarlos o a dejarlos como son. Hay muchas preguntas acerca de qué hacer con los temas largos. El bajista tiene un pequeño estudio en el que trabajo, pero él también vive fuera de Nueva York, a dos horas de viaje, y a menudo está en otros lugares, entonces coordinar a veces se pone complicado.”
–¿Y por qué no publican todo?
–Quizá terminemos haciendo eso, en realidad (se ríe). El otro día hablaba con el bajista y le decía: “Hay tanto acá, deberíamos simplemente sacarlo afuera”. Incluso publicar más de una toma de cada canción, porque hay mucha improvisación y cada toma suena muy diferente. Quizá seamos la clase de banda que publica dos tomas de la misma canción (risas) y que cada uno pueda comprar la que quiera.
–Bueno, con los cambios de la industria discográfica, pueden hacer básicamente lo que quieran.
–Exacto. Y la gente a la que le gusta nuestra música probablemente quiera escuchar diferentes tomas.
–Igual, no debe ser fácil trabajar en un disco con el guitarrista viviendo en Buenos Aires...
–Bueno, la mayoría de las cosas que tuvo que tocar Jimmy las hicimos en las primeras dos semanas, el resto del trabajo es mezclar, que yo toque mis guitarras y grabe las voces. Y si en algún momento Jimmy está en Nueva York, vemos qué podemos hacer con él. Pero la mayoría de lo que tenía que hacer, ya lo hizo.
–¿Rip le ha contado algo sobre la Argentina y sobre las expectativas que hay por el show?
–No, no hemos hablado de eso todavía. Lo que pasa cuando uno toca en un lugar donde no tocó antes es que la gente parece querer ir y aclamar los discos que ya escuchó, pero supongo que allá podremos hacer algunas cosas nuevas. En Brasil, por ejemplo, hacíamos cosas nuevas y de repente toda la atmósfera cambiaba, y no particularmente para mejor. Me parece que ellos querían tener una fiesta.
–Bueno, si toca las cuatro canciones nuevas que duran diez minutos, quizá se ponga difícil.
–(Se ríe) Seguramente. Si fuera así, ¡todo nuestro set sería de cinco canciones!
–¿Fue difícil reemplazar a Richard Lloyd? Porque su interacción era como la marca registrada de Television.
–No. La gente no se da cuenta de que, en primer lugar, la mayoría de esas canciones fueron arregladas por mí, no es que se trató de dos tipos que se pusieron a tocar y se convirtió en algo fantástico. Muchas veces simplemente armé las dos partes de guitarra. Muchas de esas partes de guitarra están basadas en la mano derecha y la izquierda en el piano, porque antes lo tocaba. Canciones como “Venus” y “Marquee Moon” tienen las partes que compuse, y Lloyd se florea en algunos solos aquí y allá. “Elevation” también es casi todo de partes que compuse yo. Además, llevo más tiempo tocando con Jimmy Rip que lo que toqué con Television, muchísimos conciertos más. Los shows de Television fueron entre 1975 y 1979, pero con Jimmy toqué desde 1982 hasta el año pasado en Japón. Con él me entiendo mejor cuando tocamos que lo que lo hacía con Richard. Grabé cuatro discos solistas con Jimmy y salimos de gira tocando sobre una película muda, así que hay mucho recorrido con él.
–Como guitarrista, ¿cómo desarrolló su estilo, que es único?
–No estoy muy seguro, pero le diría que muchos guitarristas de los ’60 aprendieron tocando sobre los discos de otros, canciones de los Beatles, de los Stones o blues, y a mí no me interesaba esa clase de música en aquel momento. Nunca toqué encima de discos. Me conseguí un par de libros con acordes de canciones folk y un par de jazz, pero los acordes del jazz eran demasiado difíciles de tocar en la guitarra, no podía meter los dedos, así desarrollé algo medio por eliminación, que supongo que era diferente. Como había tocado saxo durante tres años, mi background musical era distinto, entonces mi estilo guitarrístico es diferente.
–Hay cierto consenso acerca de que Marquee Moon es uno de los discos más grandes de la historia del rock, pero Adventure y Television son muy buenos y no se los reconoce tanto. ¿El problema es que se los comparó con el primero?
–Hay algo de verdad en eso. Es como lo que pasó con el segundo disco de los Doors: como no tenía canciones como “Light my fire”, mucha gente decía que no era tan bueno como el primero. Y parece suceder el mismo fenómeno con cada banda de Nueva York... Pensemos en el primero de Patti Smith, el primero de los Ramones: todos dijeron “el segundo no es tan bueno como el primero” (se ríe). Es curioso, porque son discos que salieron hace tanto... Algunos de los que compran hoy esos discos ni siquiera habían nacido cuando salieron. El otro día hablaba con Jimmy sobre que alguien que hoy tiene 19 años nació quince después de que salieron esos discos. Es increíble. Pero esas personas tienen menos pose sobre si un disco es mejor que el otro, más bien tienden a escucharlos juntos. Ven a los tres discos como algo que hizo una banda antes de que ellos nacieran. Es como música del pasado que ellos de repente descubren y les gusta.
–Pero eso no es muy distinto de lo que debe haberle pasado a usted cuando empezó a escuchar música clásica.
–Exacto. Todavía hoy lo que más escucho es música clásica, aunque no las mismas piezas. En los últimos tiempos escuché mucho a Ravel, a quien había dejado de escuchar durante quince años porque lo conocía demasiado bien. Y volví a escucharlo porque sus discos son grandiosos. En 1971 compré unos discos de Pendereki, unos discos importados muy caros que eran difíciles de conseguir en Nueva York, y después de treinta años volví a escucharlos y pensé “mi Dios, éste es un sonido increíble”.
–¿Cree que su amor por las sinfonías y por el jazz influyeron en el carácter épico de su música?
–No creo que seamos muy épicos. Para mí esa palabra está asociada a música muy operística, como la del tipo de Queen, y esa música. Ese estilo de Freddie Mercury no puedo soportarlo. Es algo parecido a lo que me pasa con Bono, aunque él es más como un chico del coro (risas). Freddie Mercury en realidad quería ser una estrella de ópera, Bono debe haber salido de un coro de iglesia irlandesa y tiene esa voz natural, chillona, con un tono para cantar en grupo.
–De todos modos, la palabra épico fue usada como cumplido...
–Es gracioso, porque la gente de generaciones más nuevas, los veinteañeros, tienen una especie de reacción contra la palabra épico. En Estados Unidos, épico es slang de melodramático. Por eso dicen “Queen es tan épico”. O sobre Guns N’Roses... Es una especie de menosprecio (risas).
–Pero Ravel y Wagner eran épicos, sin menosprecio alguno.
–¿Sabe qué? Sí diría que Wagner era épico, pero no estoy seguro sobre Ravel.
–¿Y el “Bolero”?
–No, porque no es melodramático, no en el sentido que lo es Wagner. Wagner es tormentoso, complicado. La historia del “Bolero” es que Ravel fue a una exposición en la que estaban tocando músicos turcos, en París, y se quedó anonadado. Primero pensó en la belleza de esa música y en cómo era una misma melodía que se repetía una y otra vez pero con una intensidad levemente mayor. Y lo que hizo fue retener lo que pudo de la melodía y repetirla con cada vez más instrumentos y que se pusiera más fuerte. Es una idea genial y es increíble que nadie la tuviera antes que él.
–Usted siempre fue un perfeccionista, al punto de que recién grabó Marquee Moon dos años después del primer ofrecimiento para hacerlo. ¿Ese perfeccionismo le jugó en contra en algún momento de su carrera?
–No creo que sea una cuestión de perfeccionismo. Probablemente podría publicar un disco instrumental por año. No es cuestión de sacar un disco perfecto, sino que quiero que sea como la crema de la leche. ¿Recuerda cuando Prince quería sacar tantos discos que su compañía le dijo que no y tuvo que fundar su propio sello? Bueno, puedo ver por qué le dijeron que parara: no creo que estuviera sacando lo mejor, simplemente quería sacar todo. En cierto sentido, quizá Miles Davis haya hecho algo así entre el ’67 y el ’85, cuando sacó mucho material.
–Siempre se cita a Patti Smith diciendo que usted tocaba como “mil pájaros azules chillando”.
–No, eso tiene que ver con que hay una canción de los comienzos de Television llamada “Bluebird”, que era una canción folk que llevé a ocho minutos con un largo solo de guitarra. De ahí salió esa cita (se ríe).
–Pero lo cierto es que ella siempre lo invita a tocar. ¿Se siente cercano a su música?
–Bueno, a mí me gusta ella. Es una persona fantástica que se lo pasa trabajando. En los últimos diez años no hubo un momento en que no trabajara. Y siempre es agradable con la gente, les paga muy bien a quienes trabajan con ella, es comprensiva.
–Considerando que Television fue la primera banda en tocar en el CBGB, ¿el cierre del bar fue como el fin de una era para usted?
–No había estado allí en veinte años, creo que después de 1982 fui sólo una vez...
–Pero, bueno, ustedes lo abrieron.
–Lo sé, pero nadie piensa en el pasado. ¿Usted piensa en lo que hizo en 1977? Creo que ninguna de las bandas siquiera pensaba en el CBGB incluso en 1983. Honestamente, es algo tan viejo que, ¿a quién le importa? No era cuestión de odiarlo o quererlo, les resultaba completamente indiferente. Se convirtió en una remera en todo el mundo, en una especie de historieta: es algo diferente para los que no estuvieron ahí.
–Pero también es una leyenda.
–Eso es cierto.
–Y usted es parte de esa leyenda.
–Sí, pero no es bueno andar pensando en esas cosas (risas).
–Claro, para no quedarse pegado al pasado glorioso y seguir adelante.
–Mire a Bob Dylan: miles y miles de personas dirían que él no hizo nada grandioso desde 1965, pero si escucha su trabajo de los últimos diez años, es maravilloso. No conozco a nadie que esté muy apegado al pasado. Particularmente los neoyorquinos, que son los que menos apego al pasado tienen. Si camina por Nueva York, verá todo el tiempo que están volteando un hermoso edificio para construir uno de esos bien chic y espantosos.
–Si no piensa en el pasado, mejor ni preguntarle por su viejo compañero Richard Hell...
–A él lo vi en un sueño.
–Ok, otra cosa...
–(Interrumpe) Pero ahora usted tiene que preguntarme qué soñé.
–Bueno, ¿qué soñó?
–En el sueño, él se arrastraba fuera de la trompa de un elefante y decía: “Dios, ¿cómo entré ahí?”. Y yo le contestaba: “No sé, ¿por qué me preguntás a mí?” (carcajadas).
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