El gran fresco sobre la Argentina que se propuso Fernando “Pino” Solanas hace unos años se inició con Memoria del saqueo y continuó con La dignidad de los nadies, Argentina latente y La próxima estación. Ahora es el turno de Tierra sublevada, un documental dividido en dos partes: “Oro impuro” y “Oro negro”. La primera, Tierra sublevada: oro impuro, se estrena este jueves y el director de La hora de los hornos aborda un tema áspero: la megaminería. Dividido en diez capítulos y un epílogo, el film se inicia con un discurso del entonces presidente Carlos Menem impulsando la llamada Reforma Minera –al igual que en otros setenta países–, que permitió el ingreso de corporaciones transnacionales para realizar extracciones de metales a cielo abierto con cianuro. El documental posa su mirada en dos “monstruos” de la megaminería como la Barrick Gold y Minera Alumbrera, dueñas de un poder increíble. Tierra sublevada... muestra los intereses ocultos del negocio, la complicidad y la corrupción política en el saqueo de los recursos naturales, los desastres ecológicos que ocasiona este tipo de minería y cómo influye en el deterioro de la salud humana mediante el empleo de sustancias nocivas.
Solanas también investiga las ganancias y beneficios que logran estas corporaciones y el documental da cuenta de que estos ingresos no se ven reflejados en una mejora de las poblaciones aledañas a los yacimientos sino todo lo contrario. Tierra sublevada... denuncia la falta de justicia por los daños ambientales y las irregularidades de las corporaciones e instituciones, pero deja un halo de esperanza cuando dedica un espacio importante a la resistencia de los pueblos. A través del trabajo de concientización de educadores y ambientalistas que buscan que sus vecinos conozcan el peligro al que están expuestos, estos grupos buscan motorizar una lucha colectiva para combatir la instalación de estas mineras, bajo el objetivo de defender no sólo la vida humana sino también la naturaleza. Para concretar Tierra sublevada: oro impuro, Solanas viajó a Catamarca, San Juan, La Rioja, Tucumán y Salta y entrevistó a vecinos, ingenieros, maestros, chacareros, indígenas y ambientalistas, que efectúan análisis y denuncias y explican cómo es la vida en las regiones involucradas.
“Tierra sublevada nace para intentar llamar la atención y descubrirle al argentino el valor de los recursos naturales que le pertenecen, porque todos los yacimientos le pertenecen. Se han concesionado por determinada cantidad de años y esas concesiones pueden ser rescindidas probándoles el daño ambiental y otras cosas”, señala Solanas en diálogo con Página/12. “Si se le pregunta a cualquier argentino culto cuáles son las riquezas más importantes que tiene la Argentina, va a hablar del campo y decir: ‘Bueno, tiene petróleo, me parece que tiene algo de minería’. No tiene idea. Sin embargo, tenemos la sexta reserva de metales del planeta. Hay 4500 kilómetros de cordilleras. Hay reservas detectadas por la Secretaría de Minería de la Nación por más de 200 mil millones de dólares. Son cifras descomunales”, agrega el realizador.
–Uno de los principales cuestionamientos desde el aspecto económico es que las mineras no pagan elevados impuestos ni tampoco dejan ganancias en el país. ¿En esto consiste el saqueo que usted denuncia?
–Sí. Hay saqueo y hay devastación de recursos minerales estratégicos y no renovables. Cuando te llevás un yacimiento de cualquier metal, no vuelve a crecer como una planta de soja o de girasol. Te lo llevás para siempre, lo cual está indicando que una política correcta de defensa del interés de la Nación es una explotación moderada y no salvaje. Esta megaminería toma concesiones y en 20 años dinamita los cerros o los hace volar (porque no emplean exactamente dinamita). Todas las mañanas, los yacimientos despiertan con una serie de explosiones en cadena, en esta suerte de caracol del hoyo minero: van calando la montaña y van para abajo. Esto llega a tener entre 400 y 500 metros de profundidad. La megaminería es una minería a escala. El tipo de minería antigua de veta con túnel ha desaparecido del planeta en su inmensa mayoría.
–¿Qué queda ahora?
–El mineral o el metal diseminado en la montaña. Para precisar, la película no habla de los minerales sino de los metales. Los metales tienen un valor estratégico y descomunal. Y hay sesenta y tantos metales. En la roca, todos esos metales están siempre juntos. Algunos en proporciones ínfimas y otros en mayor proporción. Se dice que una montaña es rica en oro, cuando de pronto tiene dos gramos de oro por tonelada. Y cuando tiene tres, cuatro o cinco, como sucede acá, es una fiesta. La minería de hoy consiste en extraer ese mineral que está pulverizado o diseminado en la roca, en la montaña.
–¿Cómo es el proceso?
–La hacen volar a cielo abierto, muelen la roca con ralladores o picadores gigantes. Esos picadores, que pueden ser tan altos como el Obelisco, emplean una energía monumental para moler la roca. Cualquiera de estos grandes emprendimientos como, por ejemplo, Veladero, Alumbrera, consumen al día tanta energía como la ciudad de Catamarca. Esa roca picada, luego se aloja en un gran piletón. En esos piletones grandes que tienen varios kilómetros de largo y que los forran con sustancias aislantes para que el agua no filtre, se vierten de ochenta a cien millones de litros de agua por día, con diez a doce toneladas de cianuro y otras sustancias tóxicas. El cianuro es para realizar la separación de los metales. A algunos los empiezan a procesar directamente en el yacimiento hasta conformar lo que se llama la barra de metal doré, donde hay un concentrado de oro, cobre y algunos otros metales, pero a otros los llevan directamente hacia el puerto como un barro húmedo. En el caso de La Alumbrera, baja el mineral humedecido por un mineraloducto (un caño). Es un fango metalífero que llega hasta la provincia de Tucumán, se carga en un tren que tiene 30 o 40 vagones, y va hasta Puerto San Martín (Rosario), donde Minera Alumbrera tiene su puerto propio. Y lo exportan sin control público, ninguna simple declaración jurada. Esto ha llevado a que el fiscal federal de Tucumán iniciara un proceso por contrabando agravado porque liquidan solo sobre el oro, plata y cobre, y se llevan sesenta y tantos metales, algunos mucho más valiosos que el oro.
–¿Cuáles son las principales consecuencias ecológicas de la explotación minera a cielo abierto?
–Empiezo por las explosiones que generan una nube de polvo mineralizado. Estoy hablando de muchas toneladas de explosivos. Esa nube, al estar en la altura (3 o 4 mil metros), y como se trata de una zona de vientos, no va para arriba sino para abajo, hacia los valles. En los valles más cercanos o aquellos por donde pasa la corriente de vientos, todos los días terminan siendo dañados seriamente sus cultivos. Las hojas de los árboles y los cultivos se cubren con este polvo de roca. Ha comenzado un gran deterioro para la agricultura de esos valles. En la Cordillera, se forman las cuencas hídricas y esta nube mineralizada también impregna de esto a las cuencas hídricas. Ahora, a esto se le suma que esos lagos artificiales llamados diques de cola, donde se decantan los metales con agua y cianuro, tienen filtraciones. Todas las cuencas hídricas se intercomunican por debajo. Las mineras dicen: “Yo me estoy tomando acá un vasito de agua”. Pero todo eso es una mentira porque en las poblaciones aledañas a las minas no hay laboratorios de análisis que estén monitoreando la calidad de las aguas ni tienen el instrumental como para hacer chequeos a los males y enfermedades que, con el correr de los años, comenzaron a aparecer. No estoy diciendo que nunca hubo diabetes, cáncer, hepatitis...
–Pero no en esas proporciones.
–Lo que sucede es que un vaso de agua no hace a una enfermedad, pero con varios vasos con un aumento remarcable en la mineralización de esas aguas comienza un proceso de envenenamiento lento y largo. Y por eso, la suba alta de casos de cáncer, hepatitis, abortos y diabetes que tienen esas zonas. Pero falta una mayor: la roca, al quedar partida y abierta, expuesta al aire y al agua, se oxida. Esos metales estuvieron cubiertos por tierra, por alguna forma de vegetación, con el correr de los siglos. Las montañas tienen una piel. Las explosiones hacen volar todo y lo que queda de la montaña, queda sin ninguna piel de protección. Eso con la lluvia se oxida porque es roca mineralizada. Toda esa agua corre y va hacia los arroyitos que se van juntando y forman los ríos. Pero eso es ácido sulfúrico, más poderoso y puro que el de las baterías.
–¿Cuáles son las consecuencias sociales de la explotación minera a cielo abierto?
–Por un lado, toda la miseria y pobreza que trae en los valles aledaños al empezar a empobrecer los cultivos. La otra cosa monumental es que al chuparse las aguas en zonas desérticas o de poca agua como Catamarca, La Rioja y San Juan, es un daño estratégico enorme hacia las zonas de cultivo y de agricultura. Las grandes corporaciones mineras desembarcan en las provincias con grandes campañas de publicidad y con el mito de que “somos el progreso”, “acá va a haber trabajo para todos”. Esa es una mentira a voces. Minera Alumbrera lleva trece o catorce años de explotaciones en Catamarca, esa provincia tiene los mismos índices de pobreza. La mina ha generado 300 o 400 puestos de trabajo estables. Cuando se construía el yacimiento fueron 1000 o 1500. Por supuesto, ha incrementado cierto comercio, el sector servicios como pequeños talleres y empresitas que abastecen o dan servicio a la mina. Hay dos o tres hoteles más y dos o tres restaurantes más. Pero la famosa miseria estructural de la que hablaba Cristina sigue siendo la misma. Es curioso, porque pueblos que están cercanos a la mina no tenían electricidad cuando yo filmé y por arriba pasaban las torres de alta tensión. La mina se chupaba tanta electricidad como la ciudad de Catamarca y los pueblos estaban a vela.
–En la recorrida que usted realizó por distintas regiones, ¿cómo observó la modificación de la vida de los pueblos a raíz de la presencia de empresas mineras transnacionales?
–Hay modificaciones mínimas. Pero es más, han dividido a la comunidad. Tomemos el caso de Minera Alumbrera, que exporta al año tres veces más que el presupuesto de la provincia de Catamarca. La corporación se convierte en la principal entidad financiera y económica de la provincia. Con 30 o 40 millones de dólares que distribuye socialmente en la provincia, ha acallado todas las voces. Es el principal avisador de las radios, de los canales de televisión y de los diarios. Les ha dado becas a la Universidad. Les ha dado algún dinero al club de fútbol, la maternidad. Entonces, es muy difícil sacar a las corporaciones cuando ingresan porque enganchan mucha gente, en pequeñas cositas.
–¿Y cómo analiza la resistencia de los pueblos frente al avasallamiento de las transnacionales mineras?
–Lo más extraordinario es que se ha desarrollado una cultura ambientalista en esta década, sea en el río Uruguay o en la Cordillera. Hay que pensar que todas esas luchas obtuvieron triunfos extraordinarios. En siete provincias –Chubut, Río Negro, La Pampa, Mendoza, Córdoba, San Luis y Tucumán–, se pronunciaron sus Legislaturas prohibiendo la minería a cielo abierto con cianuro. Ese es un logro monumental. Falta todavía lograrlo en San Juan, el feudo de los Gioja, donde se instaló la Barrick Gold.
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