Hay discos que producen una mezcla de fascinaci贸n y temor a la que es dif铆cil resistirse. Es una combinaci贸n habitual en los discos de regreso (el artista que se guard贸 equis tiempo y prepara su rentr茅e) o reuni贸n (la banda irreconciliable que, contra todos los pron贸sticos, vuelve a unir esfuerzos). La potencia qu铆mica de esa mixtura se multiplicaba por mil con el retorno del Van Halen cl谩sico, el milagroso reencuentro de esas explosivas personalidades que desde fines de los 鈥70 supieron desmarcarse del hair metal estadounidense, con varios cuerpos de ventaja. No pod铆a menos que fascinar el reencuentro de los hermanos Alex y Eddie Van Halen con David Lee Roth, ahora con Wolfgang Van Halen (hijo de Eddie) en lugar del bajista Michael Anthony. No pod铆a menos que meter miedo, ante la posibilidad de encontrarse con una mala fotocopia de aquellos buenos viejos tiempos que fueron de Van Halen a MCMLXXXIV. No es que la etapa posterior con Sammy Hagar en la voz haya sido mala: fue otra cosa, y punto. Lo que estaba claro era el riesgo de que las viejas generaciones del rock, y los j贸venes curiosos, lanzaran la dolorosa pregunta de 鈥溌縋ara esto volvieron?鈥.
A different kind of truth demuestra que Van Halen no vino a generar preguntas existenciales, sino a patear culos y dar lecciones de rock. Toda la hojarasca previa se prende fuego con un disco electrizante y vital, en el que no hay ni gestos rutinarios ni yeites desganados. Hay, s铆, jugadas de pizarr贸n y una de ellas es esencial: el grupo recurri贸 sin ocultamientos a siete canciones nunca editadas de su archivo m谩s lejano, el de la 茅poca de la grabaci贸n del primer disco. Eso le dio la identidad necesaria, el respaldo de un material en el que no se replica artificialmente el pasado, sino que lleva impreso su ADN. Y para reforzar esa jugada les bast贸 con ponerse a tocar: entre decenas de cultores del g茅nero, diez segundos de m煤sica alcanzan para identificar a Van Halen.
Todo eso est谩 en este regreso, disfrutable de principio a fin: el bonhamiano toque de Alex, uno de esos bateristas que no necesitan ayudines tecnol贸gicos para demoler; la carism谩tica voz de Diamond Dave, tan rubio y tan negro a la vez; el valioso aporte de 鈥淲olfie鈥, mucho m谩s visceral y virtuoso que Anthony, y ese hurac谩n irrepetible, esa usina de energ铆a, digitaci贸n prodigiosa y sentido arm贸nico y mel贸dico que ning煤n imitador podr谩 igualar, llamada Edward Van Halen. Aunque 鈥搊bviamente鈥 se necesiten las dem谩s partes, Eddie es el aut茅ntico coraz贸n de la banda. Recuperado de toda una serie de dolencias (una operaci贸n de cadera, un tumor lingual, una intervenci贸n en su mano izquierda), el rey del tapping est谩 en plena forma, electrizante ariete de esta topadora capaz de saltarse tres d茅cadas como si nada.
Para esto volvi贸, entonces, Van Halen: para el ganchero single 鈥淭attoo鈥 y para los encantadores estribillos de 鈥淪he鈥檚 the woman鈥 o 鈥淏ig River鈥; para hacer temblar las paredes con 鈥淥utta space鈥 y 鈥淏ullethead鈥, la tremenda 鈥淐hina town鈥 y 鈥淭he trouble with never鈥; para recrear ese cruce de avenidas con el instinto pop en 鈥淏lood and fire鈥 y 鈥淵ou and your blues鈥 y para volver graciosamente sobre los pasos de aquel 鈥淚ce Cream Man鈥 del disco debut con la intro ac煤stica y la resoluci贸n el茅ctrica de 鈥淪tay frosty鈥. Y as铆, despu茅s de tantas vueltas y negociaciones, tanta pelea y reconciliaci贸n, el cuarteto entrega un potente manifiesto de sus razones para volver. Los comentarios que est谩 despertando su actual gira por los Estados Unidos se帽alan, adem谩s, que la m铆stica tambi茅n funciona en vivo: el grupo arrolla y saca a la luz perlas poco visitadas en vivo de Van Halen II, Mean Street y Women and children first. Con lo que s贸lo resta esperar que los rumores que hablan de una segunda visita a la Argentina (tras aquel legendario encuentro en Obras en 1983) se hagan realidad: para la grey rockera de este pa铆s, ser谩 algo parecido a un cita de honor.
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