No hay por qué elegir un solo momento. Aparece, por supuesto, la tentación de referirse a la manera en que Art Farmer frasea la melodía en el flugelhorn, su exquisito contrapunto con la guitarra de Jim Hall y el posterior solo de Steve Swallow en contrabajo (en 1968 todavía tocaba ese instrumento) en “Sometime Ago”, el bello vals compuesto por Sergio Mihanovich, incluido en un disco con nombre exacto: Interaction. Pero inmediatamente surge “Plastic Dreams”, esa especie de tango que John Lewis toca en clave, con el Modern Jazz Quartet, en el álbum del mismo nombre. O los formidables arreglos de Quincy Jones para Plenty, Plenty Soul, de Milt Jackson. O el extraordinario Tones for Joan’s Bones, de Chick Corea. Por no nombrar las grabaciones en vivo del cuarteto del saxofonista Charles Lloyd, con un brillante pianista de 22 años llamado Keith Jarrett.
Son cien discos, la mayoría fundamentales y muchos de ellos verdaderas figuritas difíciles desde hace décadas. Y no hay ninguna necesidad de optar entre unos y otros, salvo por el hecho de que difícilmente se pueda comprarlos todos. El hecho, en todo caso, es que la filial europea de la compañía Warner hizo un convenio con su par japonesa, que durante años mantuvo una gran autonomía en sus catálogos, para publicar en ese continente una selección de los títulos de Atlantic y Reprise (además de algún otro sello subsidiario) que ellos habían editado. Las ediciones japonesas, todo un capítulo para los discófilos, habían tenido, desde siempre, dos grandes atractivos: su sonido y una variedad de títulos mucho mayor que los que habitualmente se conseguían en Europa y los Estados Unidos (y ni hablar en los satélites más alejados del sistema solar, como la Argentina). Y, también, dos poderosas contras: su precio y su inaccesibilidad.
La selección de cien títulos, a la que bautizaron Jazz Best Collection, puso en circulación clásicos como The Modern Jazz Quartet, el primer álbum que ese grupo grabó para Atlantic, en 1957; Ornette!, de Ornette Coleman; The Avant-Garde, de John Coltrane y Don Cherry; o Bud Powell in Paris, con una calidad sonora inédita (todos los volúmenes están remasterizados con 24 bits). Pero, también, hizo accesible (y barato) aquello que hasta el momento había sido patrimonio exclusivo del tesoro del sol naciente: los discos de la genial cantante Chris Connor, la big band del compositor y pianista Clare Fischer, el cuarteto de Art Farmer con Jim Hall, el notable primer disco solista de Joe Zawinul o el excelente debut del contrabajista Miroslav Vitous, Infinite Search, registrado en 1970 por un súper grupo que incluía a John McLaughlin en guitarra, Joe Henderson en saxo, Herbie Hancock en piano y Jack De Johnette en batería.
La representante local de Warner, sorpresivamente –una maravillosa sorpresa, en todo caso–, decidió importar la colección entera. Y varias disquerías de Buenos Aires (Minton’s, RGS, Zival’s) la ofrecen a muy buen precio. Entre las joyas que no deberían pasar inadvertidas, además de las ya nombradas, están Concert in the Virgin Islands, de Duke Ellington; Three or Four Shades of Blues, donde Charles Mingus toca con Larry Coryell, John Scofield y Philipp Catherine en guitarras; The Wonderful World of Jazz, un disco genial del pianista John Lewis; Soul Brothers, el encuentro entre el vibrafonista Milt Jackson y Ray Charles, que aquí toca saxo además de piano; All The Things You Are, el álbum de Dave Brubeck en el que tocan saxo Lee Konitz y Anthony Braxton; los dos volúmenes del arreglador Marty Paich, con una auténtica selección de músicos de la Costa Oeste (I Get a Boot Out of You y The Broadway Bit); el magnífico Hear Ye!!! Hear Ye!!! Hear Ye!!! del quinteto de Harold Land y Red Mitchell; y West Coast Wailers, del trompetista Conte Candoli y el pianista Lou Levy.
Los hipotéticos compradores sólo deberán huirle a un título, Vibrations, de Milt Jackson. Y no por razones musicales sino porque toda la partida llegó mal impresa y el disco que figura con ese nombre (y en esa cajita) es otro: Trav’lin’ Light, del Trío de Jimmy Giuffre. El álbum es extraordinario pero, desde ya, conviene comprarlo en su propio envase que, afortunadamente, contiene lo que se anuncia.
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