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Sábado, 9 de junio de 2007
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Nota de tapa

Ah铆 vienen

Por Federico Kukso
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RSMEDIA (EL JUGUETE ROBOT), EL TROTAMUNDOS (NASA) Y JULES (DE HANSON ROBOTICS).

Como todo el mundo sabe, cuando se aboli贸 la esclavitud (Inglaterra lo hizo en 1833, Francia y Holanda en 1848, la Argentina en 1853, Estados Unidos en 1868 y Mauritania reci茅n en 1980), en realidad la esclavitud sigui贸 existiendo. Ni constituciones ni actas ni gestos de buena voluntad como el dictado de la libertad de vientres evaporaron para siempre esta pr谩ctica consustancial a la historia de la humanidad que lleg贸 a convertirse en el pilar b谩sico de estructuras econ贸micas, un modo de producci贸n 鈥搕an capitalista鈥 resultante de la conquista y la guerra. Egipto, Grecia y Roma no hubieran sido lo que fueron sin sus millones de esclavos arrastrados de los extremos m谩s vapuleados del mundo antiguo. Y, desde ya, pir谩mides, coliseos y anfiteatros majestuosos nunca hubieran llegado a adornar las actuales postales, simplemente porque, sin esclavos, megaconstrucciones como 茅stas nunca hubieran abandonado la cabeza de los arquitectos que so帽aron con volcar en piedra y m谩rmol el esp铆ritu agigantado de un reino, un imperio o una rep煤blica.

As铆 como ocurri贸 con la corrupci贸n, el 铆mpetu discriminatorio, el af谩n de conquistar y saquear lo ajeno y otras bajezas tan inherentes al ser humano como sus 46 cromosomas, la esclavitud mut贸. Pero no tanto: esclavos sigue habiendo. Los hay camuflados y los hay tambi茅n de un nuevo tipo, hasta ahora abiertamente aceptado y sin que nadie alce la voz en su contra. No ser谩n humanos (y tal vez nunca lo sean, hasta que no se replantee de una vez por todas qu茅 se entiende por ser humano), pero a los robots se los puede ir considerando c贸modamente los nuevos esclavos de la 茅poca posmoderna o como quiera llamarse a esta era 鈥揼en茅tica, nanotecnol贸gica, rob贸tica鈥 en la que Internet altera a diario la percepci贸n, los tiempos y los espacios, donde los viajes espaciales sorprenden fugazmente para luego sepultarse en los suplementos de los diarios y en la que ideas vertebrales como cuerpo, identidad y pertenencia se sacuden al viento sin mucha objeci贸n o rechazo. No basta con que desempe帽en las tareas de un esclavo. Su condena se reactualiza y reafirma desde su propio nombre (del checo 鈥渞obota鈥: 鈥渢rabajo aburrido o pesado鈥) asignado en 1921 por el dramaturgo Karel Capek para su obra teatral R.U.R. Rossum鈥檚 Universal Robots.

Los robots, curiosamente, conjugan el asombro ef铆mero con el tedio propio de 鈥渟iempre lo mismo鈥. De hecho, no pasa un d铆a en el que desde Jap贸n no se orqueste alg煤n que otro anuncio grandilocuente de una nueva m谩quina o de un ser artificial 鈥撯渆l mejor鈥, 鈥渆l m谩s novedoso y avanzado鈥濃 capaz de hipnotizar a los presentes, atraer miradas (con sus correspondientes clicks en la web) y despertar antojos esclavizadores. La lista es interminable. Ya hay un robot bailar铆n (llamado 鈥淢iuro鈥), un deportista (鈥淪arcoman鈥), un robot-medicamento (鈥淧illcam鈥), tenista (鈥淪wing Shot鈥), equilibrista (鈥渘Bot鈥), patinador (鈥淧len鈥), catador (鈥淰inobot鈥), recepcionista (鈥淎ctroid DER2鈥), mascota (鈥淎ibo鈥), un robot que asiste a los ancianos (鈥淧aro鈥) y m谩s, muchos m谩s.

Pareciera que la construcci贸n permanente de nuevos artefactos fuera guiada por una aspiraci贸n bien enraizada en la psique humana: la de crear 鈥揷on toda la carga poi茅tica y religiosa que acarrea este verbo鈥 algo, un 鈥渆so鈥 que haga las labores m谩s pesadas sin quejarse y m谩s importante a煤n, sin generar cargo de conciencia en el que descansa panchamente.

Como fantas铆a salvadora, el robot 鈥搖n neoGolem lleno de apetitos y curiosidad鈥 encajaba perfectamente en un mundo mecanicista (el del cuerpo-m谩quina y del universo-reloj, manipulable, eficaz, perfecto) que deven铆a informacional al entronizar como reina a la computadora y como rey al genoma (el 鈥渃贸digo鈥 o 鈥渕apa鈥 que se decodifica o descifra). Pero algo cambi贸. Y ocurri贸 el 11 de mayo de 1997: tras seis partidos desesperantes, Deep Blue 鈥搖na supercomputadora, un racimo de silicio hecho de cables, luces y chips鈥 venci贸 al ajedrez al campe贸n del mundo por entonces vigente, el ruso Garry Kasparov, un revoltijo carb贸nico de genes, c茅lulas, m煤sculos y huesos. Si bien desde entonces se recuerda la fecha como el fin de la hegemon铆a del ser humano sobre la m谩quina en este 鈥渏uego-ciencia鈥 y la victoria del poder del c谩lculo sobre el poder de deducci贸n-intuici贸n, tambi茅n se la evoca como el momento exacto de un despertar: desde entonces a las m谩quinas (antes tildadas de 鈥渂obas鈥 y 鈥渢oscas鈥) se las mira con otros ojos. Se las contempla, pues, con respeto y con una buena cuota de miedo.

ROBOT SAPIENS

Aunque todav铆a no hay un n煤mero redondo y cerrado, seg煤n la Comisi贸n Econ贸mica para Europa de las Naciones Unidas a fines de 2003 se encontraban activos unos 607 mil 鈥渁yudantes dom茅sticos autom谩ticos鈥. De esa cifra, 570 mil eran robots cortadores de pasto y 37 mil, aspiradoras robot. La industria automotriz es la que usa m谩s mecanismos autom谩ticos, con un robot por cada 10 trabajadores. El informe 鈥搇lamado 鈥淲orld Robotics Survey鈥 (o Encuesta Rob贸tica Mundial)鈥 tambi茅n augura que para fines de este a帽o estar谩n en uso unos cuatro millones de robots dom茅sticos (un rubro que aument贸 m谩s del 200%) y que los n煤meros de robots de entretenimiento (como el 鈥淩smedia鈥, un juguete robot que sigui贸 al 鈥淩obosapien鈥 y al 鈥淩oboraptor鈥) seguir谩n creciendo, superando las 692 mil actuales unidades.

De a poco la 鈥渘aci贸n Robot鈥 se va ensamblando. Y lo hace con una heterogeneidad sorprendente. A grandes rasgos, la parafernalia rob贸tica se puede dividir en androides (robots con forma humana que imitan el comportamiento humano, como el azulado y casi pitufesco 鈥淭ron X鈥 o Asimo de Honda, el verdadero embajador rob贸tico), los zoom贸rficos (que imitan a insectos y animales, como 鈥淏igDog鈥, el robot cuadr煤pedo m谩s avanzado de la Tierra), los m贸viles (como los gemelos marcianos Spirit y Opportunity) y los m谩s extra帽os, los polim贸rficos, que sin copiar a ning煤n ser vivo rearman sus extremidades seg煤n el terreno (el ejemplo m谩s cabal de esto es el 鈥淭rotamundos鈥 de la NASA, un robot tetra茅drico, dise帽ado para explorar planetas y lunas y que cambia de forma). Los une, aun as铆, un mismo rasgo y fin existencial: deben s铆 o s铆 ser 煤tiles (fuertes, veloces, resistentes, brillantes).

Pero los que se llevan todos los aplausos (y los espasmos de asombro) son los denominados 鈥渞obots sociales鈥, aquellos destinados a interactuar con su interlocutor humano y que sorprenden por su piel sint茅tica y sus ojos inquietos. Est谩 la casi viva, 鈥淩eplieeQ2鈥, que imita la respiraci贸n y la voz humana y fue creada por un personaje descollante en la rob贸tica, Hiroshi Ishiguro, del Laboratorio de Rob贸tica de la Universidad de Osaka (Jap贸n). Est谩 el expresivo 鈥淜ismet鈥 (parecido al robot de la pel铆cula Cortocircuito, que puede demostrar alegr铆a, tristeza, sorpresa, disgusto, calma o enfado) y un bizarro androide albino japon茅s llamado 鈥淐B2鈥 que tiene la habilidad f铆sica de un ni帽o de 2 a帽os de edad y unos 200 sensores t谩ctiles distribuidos por su cuerpo. Y finalmente (entre los cientos que hay, claro est谩), el androide 鈥淛ules鈥, un robot 鈥渃onversacional鈥 creado por el ex Disney David Hanson y que califica como el ser artificial que de momento m谩s se asemeja a un ser humano gracias a un material de textura epid茅rmica llamada Frubber (s贸lo con tipear 鈥淛ules鈥 y 鈥淗anson robotics鈥 en Youtube.com o ingresando a www.hansonro botics.com se puede acceder a sus incre铆bles videos donde se lo muestra exultante y charlando c贸modamente).

Lo que se dice en rob贸tica es que se est谩 casi a punto de atravesar un per铆odo de transici贸n que el ingeniero japon茅s Masahiro Mori bautiz贸 en 1970 como 鈥渢he uncanny valley鈥 (el valle de lo extra帽o, de la desaz贸n, la sorpresa o la inquietud). A grandes rasgos, este principio se aplica a un momento en el que todav铆a hasta los m谩s perfectos robots generan en el ser humano una respuesta emocional repulsiva, o sea, contin煤an siendo considerados extra帽os, fr铆os, mec谩nicos provocando una sensaci贸n de alarma y rechazo (como la provocada por personajes ficticios como los zombies).

LA FUGA

鈥淓stamos presenciando algo que podr铆amos llamar 鈥榣a fuga鈥 de los robots. Hasta ahora, la presencia de los robots se limitaba a las f谩bricas, la industria y los laboratorios. Pero durante los pr贸ximos diez a帽os, los robots se desmarcar谩n cada vez m谩s de estos entornos y empezar谩n a desempe帽ar papeles m谩s importantes en nuestra sociedad, tanto en aplicaciones industriales, como militares y tambi茅n, sobre todo, en aplicaciones dom茅sticas y de ocio鈥, advierte el ingeniero ingl茅s Dylan Evans del Centro de Biomim茅tica y Tecnolog铆a Natural de la Universidad de Bath. 鈥淪i queremos que los robots posean tanta capacidad de adaptaci贸n e inteligencia como los humanos, tal vez deberemos darles emociones artificiales. Si la evoluci贸n ha favorecido el desarrollo de las emociones en los humanos y el resto de animales, lo ha hecho por un motivo, y tal vez los ingenieros debamos hacer lo mismo con los robots.鈥

La fuga, sin embargo, en algunos comenz贸 a provocar una comez贸n que roza el pavor. Entre los que ya se preocupan est谩n el gur煤 inform谩tico Billy Joy, cofundador de Sun Microsystems (quien proclama: 鈥渆l futuro no nos necesita鈥) y Marshal Brain, editor del pragm谩tico (y recomendable) sitio www.howstuffworks.com que en una serie de ensayos titulados 鈥淩obotic Nation鈥 expone su teor铆a casi apocal铆ptica seg煤n la cual para 2055 la mitad de puestos de trabajos del mundo estar谩n en manos de robots. Para arribar a esa conclusi贸n, su explicaci贸n hace pie en la velocidad de los avances tecnol贸gicos y la hipercitada Ley de Moore (seg煤n la cual el poder de c贸mputo se duplica cada 18 o 24 meses). 鈥淐uando un robot necesite reparaci贸n, otro robot lo colocar谩 sobre una plataforma de carga. Un elevador de carga rob贸tico llevar谩 la plataforma hasta un cami贸n. El cami贸n lo conducir谩 hasta un taller de reparaciones. El taller reparar谩 el robot con sistemas altamente automatizados que no requerir谩n intervenci贸n o supervisi贸n por parte de personas. Los seres humanos no van a reparar los robots, ellos lo har谩n solos鈥, profetiza. Y entonces, el ser humano ser谩 obsoleto.

El futuro que Brain pronostica quiz谩 sea un poco oscuro, pero su an谩lisis acierta en un punto: la velocidad resultante de la sinergia entre nanotecnolog铆a, rob贸tica y computaci贸n es tal que lo mejor ser谩 ir prepar谩ndose (Brain aconseja ver lo que ocurri贸 con Internet, que en s贸lo 15 a帽os cambi贸 la faz del planeta). En Corea y Jap贸n, epicentros de la revoluci贸n en ciernes y donde presumen que para 2018 los robots sustituir谩n a los cirujanos en operaciones rutinarias que no requieran una gran especializaci贸n, la tienen bien clara. Incluso ya abrieron el paraguas y se aprestan a promulgar las primeras leyes rob贸ticas (s铆, igual que en Yo, robot de Asimov) en las que se encuadrar谩n los principios que regular谩n en el futuro la relaci贸n entre los hombres y sus contrapartes rob贸ticos. 鈥淓l gobierno establecer谩 una serie de principios 茅ticos relativos al papel y a las funciones que desempe帽an en la actualidad los robots, teniendo en cuenta que en el futuro ir谩n adquiriendo tareas que impliquen una inteligencia mayor鈥, explic贸 el ministro coreano de Comercio, Industria y Energ铆a. Ni lentos ni perezosos, en Europa les siguen los pasos y la Red Europea de Investigaci贸n Rob贸tica (Euron) ya organiz贸 un comit茅 de cient铆ficos y acad茅micos para que se pongan de acuerdo alrededor de un 鈥渃贸digo de 茅tica鈥 rob贸tico cuyo primer borrador lo dice pr谩cticamente todo: 鈥淓n el siglo XXI los humanos tendr谩n que convivir con la primera inteligencia artificial extraterrestre en la historia de la humanidad: los robots. Ser谩 un encuentro que provocar谩 problemas de tipo 茅tico, social y econ贸mico鈥.

La evoluci贸n rob贸tica est谩 en marcha. Si las m谩quinas alguna vez despiertan (o lo que es lo mismo: si desarrollan conciencia de s铆), la convivencia impondr谩 un desaf铆o de identidad. Y el ego humano se ver谩 otra vez golpeado. Habr谩 que acostumbrarse: al fin y al cabo, ellos ya est谩n entre nosotros.

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