Moira Millán intenta calmar la tos, mientras habla por teléfono desde su casa, en Chubut. Está enferma, con una angina provocada por las largas madrugadas de vigilancia en el último territorio recuperado por la comunidad mapuche lefimi, en la zona de Traqueten de aquella provincia. Lugares parecidos al paraíso, donde los mapuches vivieron por 20 mil años, antes de la colonización. En esta recuperación en particular, que comenzó el jueves pasado, la Justicia chubutense reaccionó de inmediato, con represión. Es que están afectando los intereses del megaproyecto Navidad, recientemente adquirido por la trasnacional Pan American Silver, en la que Bill Gates es accionista. Esa zona de la Patagonia es una de las reservas de plata más importantes del mundo, y allá irá la minera a buscar el mineral. “Estos proyectos extractivos no sólo extraen, sino que asesinan. Por eso no se trata de una recuperación, sino que implica la posibilidad de resguardo de la vida”, dijo Moira.
Para esta referente, que con su audacia ha ocupado un espacio de visibilidad nacional para su pueblo, las mineras y las represas que se proyectan en el sur constituyen “una forma de ecogenocidio en nuestro territorio. El megaproyecto no afecta ciudades o poblaciones que preocupan a los políticos por razones electorales, afecta solamente a los mapuches, que fuimos expulsados de nuestras tierras. Si nosotros no defendemos la vida de nuestros territorios, no podemos pretender que el Estado lo haga”.
La llegada de las diez familias de la comunidad lefimi a su paisaje original, el jueves pasado, fue comandada por la lonco (cacique) Prudencia Chico, de más de 60 años. “Está con mucha fuerza y decisión de quedarse ahí”, subrayó Moira.
Doña Prudencia y sus diez hijos, cada uno con sus familia, volvieron a la tierra que históricamente les pertenece, de la que fueron despojados hace décadas. “La mayoría estaba viviendo en un pueblito cercano que se llama Paso del Sapo. Desde hace muchos años soñaban con volver a su tierra, la decisión la tenían pero no sabían cómo. Habían ido al organismo de tierras provincial, el IAC (Instituto Autárquico de Colonización), habían consultado abogados, pero desde el aspecto jurídico no tenían chances”, relató Moira, que conoció a los integrantes de esta comunidad al acompañar el proceso de recuperación, como viene haciendo a lo largo y ancho de Chubut, una acción directa que la ha colocado en la línea de fuego del gobernador Mario Das Neves. Pero las decisiones no las toma ella, sino el conjunto. “En el espacio de consulta de la comunidad, que es el trauwum, decidieron volver, recuperar la tierra. Y cuando llegaron allí realizaron su ceremonia de contacto con la naturaleza”, apuntó Moira.
Por las dificultades de los mapuches para acceder a los territorios que les pertenecen, Moira denuncia al IAC por hacer honor a su nombre. “En Chubut se ve claramente la corrupción de este instituto, nuestro pueblo está recuperando estos territorios de que fueron despojados por sus manejos fraudulentos de los papeles”, indicó la dirigente mapuche. Para ella, es un dispositivo de despojo. “Este instituto debía administrar las tierras y lo que hizo desde su conformación hasta ahora fue despojar a la gente de su derecho. Cualquier terrateniente que quería desalojar al hermano mapuche se iba a este organismo y obtenía los papeles para hacerlo”, relató.
Para difundir esas ideas, Moira viajó a todos los lugares que pudo. El mes pasado estuvo en Rosario, invitada por la Cátedra Libre Saberes, Creencias y Luchas de los Pueblos Originarios de la Universidad Nacional de Rosario, que dirige Claudia Gotta. “Es importante participar de los espacios académicos para desmitificar la imagen del pueblo mapuche”, disparó Millán en una entrevista. “La derecha nos acusa de terroristas, hay muchas teorías erróneas, existe demasiado estigma alrededor de la lucha mapuche. Y por eso queremos que se conozca la cosmovisión de mi pueblo”, apuntó.
Esos mitos que circulan parten, justamente, de otra visión del mundo. “Debemos desmitificar que luchemos por la propiedad de la tierra. Nosotros luchamos por un modo de vida diferente en la tierra, por el sostenimiento de una relación circular y armoniosa con la tierra”, señaló Moira. Aseguró que los emprendimientos extractivos y de generación de energía sólo buscan la “rentabilidad para las grandes urbes” y, para eso, además del candente ejemplo del megaproyecto Navidad, también habló de Carrenleufú, una represa “que asesinaría el río y dejaría una desigual distribución de la energía, acaparada por las mineras. Estas empresas nos llevan a reflexionar sobre qué tipo de sociedad queremos construir. A 200 años de la conformación de los estados chileno y argentino, se han devastado pueblos enteros”.
Los derechos de los pueblos originarios, establecidos por una ley nacional, son “sólo enunciados en teoría, porque en la práctica no se llevan adelante. El derecho a la espiritualidad, a los espacios sagrados, son avasallados”. Y por eso los judicializan permanentemente como usurpadores. “En una sociedad donde la propiedad de la tierra es sagrada, necesitamos violar las reglas del juego del capital”, apuntó Moira.
Está acostumbrada a poner el cuerpo, para darle visibilidad a la lucha de su pueblo, y ponerlo en diálogo “con la sociedad no mapuche. No se trata de un hecho mezquino, tiene que ver con la perpetuidad de la tierra”. La necesidad de ese encuentro es casi una cuestión de supervivencia. “La crisis civilizatoria está devastando las sociedades. La visión individualista, patriarcal, antropocéntrica y economicista está en crisis. La sociedad no mapuche está deseosa de escuchar nuevas ideas que traigan otra visión ante el avance de tanta muerte. Es urgente, necesario, repensar el modelo de desarrollo y consumo”, se explayó la dirigente cuando estuvo en Rosario. Afirmó que su pueblo está “en contra de dinamitar montañas, contaminar ríos, y también de estatizar la explotación de esos recursos” y enfatizó: “Ninguno de estos dos proyectos nos identifica. Sí pensamos que tiene que haber una interpelación a ese modelo de desarrollo y una propuesta diferente, porque el río tiene derecho a seguir cantando y bailando en la cordillera. Y ¿quién va a defender los derechos del río? Nosotros, que vivimos al lado de él”.
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