Néstor Frenkel también había escuchado alguna vez sobre el mito de Reynols y tenía, como él mismo los llama, “datos básicos característicos” sobre la misteriosa banda que tiene la peculiaridad, entre otras, de que uno de sus integrantes, el baterista Miguel Tomasín, tiene síndrome de Down. Sabía, por ejemplo, que los Reynols eran habitués del programa de Mario Socolinsky. Un día del 2001, Frenkel se enteró de que tocaban en vivo y fue a verlos. La experiencia fue “movilizante” para él, tanto que al año siguiente pensó que Reynols podía ser el argumento de un documental: “Me habían atraído y no sabía por qué. Tenían un hermetismo que transmitía algo fuerte. Había una verdad oculta, un interés que no sabía cuál era”, cuenta. El director de Vida en Marte (2002) investigó hasta dar con ellos y logró convencerlos. Empezó haciendo un clip de presentación para la TV australiana. Los grabó tocando, los entrevistó y, a partir de ese primer armado, fue precisando la forma para Buscando a Reynols, el documental que se estrena hoy y consta de nueve capítulos tras los pasos del cuarteto. “Quería ver cuál era el efecto en gente muy distinta, de lugares distintos, al relacionarse con el grupo, pero buscando. La película no intenta llegar a una conclusión de ese viaje”, asegura Frenkel.
Primero está la historia. Las apariciones de Reynols en programas como Hablemos claro con Lía Salgado, tocando en vivo como ejemplo de vida. El comienzo en 1993 como Burt Reynolds Ensemble; la edición de un único disco “desmaterializado” en Argentina; la relación con la precursora de la música minimalista norteamericana, Pauline Oliveros; las giras por el exterior que los lanzaron al avant garde; la publicación de cientos de discos que colecciona fanatizado, entre otros, Thurston Moore de Sonic Youth, y los recitales que compartieron con el guitarrista de Sonic Youth, Lee Renaldo, son algunas de las anécdotas sobre Reynols que desfilan a través de entrevistas: con ellos mismos, con el periodista Pablo Schanton, el psiquiatra Sergio Strejilevich, el musicoterapeuta Gustavo Espada, el compositor Marcelo Delgado, el fotógrafo Eduardo Martí, el doctor Socolinsky y Jazzy Mel.
Hay un capítulo para Reynols, la banda que integran también Alan Courtis, Roberto Conlazo y Patricio Conlazo; otro para su música, definida por los entrevistados como misteriosa, indefinible, infranqueable, especial, y el capítulo cuatro es el Efecto Reynols, que incluye sus bromas mediáticas, sus presentaciones en La salud de nuestros hijos con Socolinsky, que solía juntarse a tocar con ellos “hasta altas horas de la noche” y la visión sobre todo el asunto de Jazzy Mel, aquel rapero exitoso que, huyendo del mercado, encontró la libertad con Reynols. “Sos vos, soy yo, somos todos y no nos damos cuenta. Ni siquiera entendemos que no entendemos. Eso es Reynols. Reynols es el camino”, dice. Hay un tiempo, para Miguel, que toca la batería desde los tres años y a los 26 se inscribió en Efimus (Escuela de Formación Integral para Músicos), perteneciente a Courtis y los hermanos Conlazo, y al parecer fue quien les terminó enseñando.
Patricio asegura que les mostró el camino y es un sabio. Roberto habla de telepatía musical, se juntaron a ensayar por primera vez y terminaron grabando un disco. Miguel mismo se considera el mejor Reynols y Jazzy Mel opina: “Miguel es la Verdad y yo creo en Miguel”. Después vienen capítulos de preguntas, las primeras, son las básicas, reacciones positivas y negativas ante una banda incomprensible. ¿Los Reynols existen? Tomasín dice que no hay Reynols. Socolinsky y Jazzy Mel creen que sí. Schanton tiene pruebas. Algunos entrevistados se inclinan por el afirmativo también y Martí explica que “existir es una cuestión de forma”. Los Reynols dicen que no existen. O sí. Frenkel lo ve así: “Tiene un poco esa función de hacer patente algo dicho, oral. Ellos juegan mucho con el mito, de no mostrarse, de no hablar. Cuando salieron a hacerlo, lo hicieron con un estilo muy definido, sin terminar de aclarar. Pero hay algo que la película pone en claro: ahí está Reynols, ahí está Socolinsky y ahí está Sonic Youth”.
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