Desde Montevideo
Es uno de los grupos más irreverentes y polémicos de Uruguay, nació a comienzos de los ‘80, cuando el rock era una expresión contracultural y más de un cuarto de siglo después, en medio del apogeo del rock con muletas y lifting, El Cuarteto de Nos acaba de editar Raro (Bizarro Records/EMI, 2006), un disco que afirma su posición como banda de culto que se volvió popular sin venderle el alma al diablo.
Desvirgaron las tablas por primera vez con las piernas envueltas en papel metalizado y globos atados al pelo, y en la presentación de su primer disco, lo hicieron con medias can-can y un telón que los cubría de la cintura para arriba, que cayó al final del show. Para un público que en plena transición de la dictadura a la democracia estaba ávido de todo aquello que violentara las reglas del sentido común imperante, estas demostraciones de coraje innovador quedaron marcadas a fuego.
Ir hacia atrás en la historia del Cuarteto es encontrarse con un sinfín de provocaciones artísticas de un estilo tan variado que los hace dueños de una propuesta inclasificable. Fueron responsables, por ejemplo, de las primeras incursiones de lo que bautizaron como teatro/clip, intervenciones casi teatrales del actor y libretista Bimbo de Pauli, algo similar —para figurarse— a lo que hacía Enrique Symns en los shows de los Redonditos de Ricota. “Yo había visto a los Redondos en el ‘84, pero mucho antes había visto a Alberto Restuccia, uno de los introductores del teatro del absurdo en Montevideo, también leíamos a Cortázar, a Woody Allen, todo eso funcionaba como un incentivo a hacer cosas distintas en un medio en el que hay una tendencia bastante marcada a hacer cosas iguales”, dice Santiago Tavella (bajo y voz), uno de los artífices fundadores del Cuarteto, junto a los hermanos Roberto (guitarra y voz) y Ricardo Musso (guitarra y voz), que con Alvaro Pintos en batería completan una formación que se mantiene intacta desde los orígenes de la banda.
Homenajes a sí mismos, managers ficticios que bautizan discos, recitales en el ring de un club de box barrial, creadores de la ciudad imaginaria de Tajo son algunas de las secuencias de la lisérgica historia de este cuarteto. Inocentes autores de Otra Navidad en las trincheras (Ayuí, 1994), un disco grabado en una consola de seis canales en una habitación de la casa de alguno de los cuatro, que conquistó el mérito de ser el segundo álbum más vendido de la historia uruguaya, después de Brindis por Pierrot, de Jaime Roos.
Al año siguiente editaron uno de sus peores discos (Barranca Abajo, Ayuí, 1995), que —paradójicamente, como corresponde— incluía uno de los temas más mitológicos y extremistas de la estética cuartetera: El día que Artigas se emborrachó, un himno donde el anti-héroe es nada menos que José Gervasio Artigas, algo así como el San Martín uruguayo. Tan caro le salió el chiste a la banda que el tema fue censurado y para sacar el disco tuvieron que crear un sello propio; “lo más impactante fue el comentario de un diputado de la época, que opinaba, en plena democracia, que nos tenía que juzgar la justicia militar por vilipendio a la bandera y a los símbolos patrios”, recuerda Roberto Musso aquellos días en los que el 4Teto se las vio con regímenes de protección al menor y, para comprar el disco en cuestión, había que probar la mayoría de edad mostrando y registrando el documento de identidad.
Con esa estampa de adolescentes eternos y con historias como las de Aurolito Corbalán, un reverendo pajero que, censurado por su madre, “se cortó el porotito y se murió desangrado”, o Pedernal “el tipo de olor fecal”, que se hace encima, en lugar de desodorante usa sudor de boxeador y cuando su mujer está con el mes, le pide que lo chorree con menstruación, todo, para que nadie lo moleste, estas cuatro viejas que no dejan de jugar al teto conquistaron ese enorme lugar de próceres intocables que dan pan a los oídos de señores/as de 60 y a jóvenes de 14. ¿No es eso lo que sucede en la pistas de baile de los casamientos y fiestas de 15 cada vez que el disc jockey larga Bo cartero?
Tipos que salen a robar para pagarle a una puta, putas que contagian pestes, suicidas, órganos sexuales mutilados, castraciones de todo tipo y color, bebés alimentados a base de papel, niños de identidad sexual trastornada, niños asesinos, niños que hubiesen sido abortos si no hubiese sido por una cuestión de dinero, siameses separados en la sierra de la carnicería, manifiestos anti-ambientalistas, bufarrones, canciones de amor a uno mismo son algunos de los crudos condimentos básicos de la receta cuartetera.
Practicantes de un verduguismo que, teniendo tantos personajes merecedores de una buena verdugueada, se mete con tipos casi inverdugueables, como un Zitarrosa (Zitarrosa en el cielo, una canción en la que Santiago Tavella imagina que uno de los líderes del canto popular uruguayo le confiesa que no fue él quien pagó por una noche de amor con Stephanie, la prostituta que le dio nombre a uno de sus himnos, sino al revés). “Creo que nos metemos con todos esos personajes con cariño, es una manera de homenajearlos con un toque personal, claro que hay gente que le cae mal nuestra personalidad, entonces cualquier cosa personal que hagamos no les va a gustar, como pasa con las canciones que no hablan de Artigas o Zitarrosa, que tampoco le gustan a los que no les gusta la de Artigas o la de Zitarrosa”, explica Tavella en auténtica clave cuartetera. Con esa fórmula, es posible que sean los únicos que pueden satirizar la mítica fuga de los Tupamaros del penal de Punta Carretas o Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano (“que era un bodrio me di cuenta/ y a la cuarta hoja me dormí”) hasta Gardel (“En Uruguay fusilaban frente a un pelotón/ a los que hablaban de ‘boludo’ y ‘chabón’/ y en Argentina si usabas mate y termo seguido/ de seguro eras un desaparecido”), y salir ilesos.
En 2004 hubo un punto de inflexión en la carrera del Cuarteto, tras 20 años de grabar y autoproducir sus discos, la banda decide integrar al proyecto la visión externa de un productor y el acertadísimo elegido fue Juan Campodónico (Peyote Asesino, Bajofondo, Jorge Drexler, Supervielle, No Te Va A Gustar, Buenos Muchachos, La Vela Puerca), que entró en acción con la edición del penúltimo disco de la banda, Cuarteto de Nos (Bizarro Records, 2004) y a quien no hubo que explicarle mucho de qué se trataba, porque era fan del Cuarteto desde su adolescencia. “Definitivamente Juan ya es un quinto cuarteto y enhorabuena, desde que comenzamos a trabajar juntos nos dimos cuenta de que era la persona que estábamos esperando apareciera, tanto personal como profesionalmente su aporte ha sido invalorable, y le ha dado a las canciones el vuelo que les faltaba para poder pegar justamente el salto internacional que necesitaba la banda”, dice Roberto Musso, desplegando las expectativas que le genera la edición de Raro en España, México y Argentina.
Con el mismo espíritu adolescente con el que salieron en el ‘91 por primera vez de su país para tocar en Buenos Aires, en el contexto de la Bienal de Arte Joven, luego en míticos toques junto a Leo Maslíah y en el sótano de la Unione e Benevolenza, y tras la silenciosa edición de Cortamambo (2001, Ultrapop), el Cuarteto se prepara para un postergado desembarco porteño. Si bien es cierto que ha pasado cuarto de siglo, el espíritu adolescente y bardero está intacto y la propuesta artística notablemente enriquecida: “somos muy amigos desde adolescentes, se nos hace imposible separar al Cuarteto de nuestras vidas cotidianas, nos mudamos de casas, cambiamos de trabajos, nacieron hijos, terminamos nuestras carreras universitarias y el Cuarteto es una especie de brochette que atraviesa esas historias personales”, garantiza Musso.
Desde este mes, Raro está en las disquerías porteñas, sólo queda estar atentos a las presentaciones en vivo, que llegarán pronto, después de una gira por México y España. “Lo que te da el público es la droga más fuerte que puede haber, con la ventaja de que cuando no la conseguís, no la conseguís y punto, no hay dealer que te pueda vender una buena ovación, tenés que procurártela dejando las tripas en el escenario”, dice Tavella, vendiendo con las mejores palabras un próximo encuentro. Ir escuchando y aprendiendo las canciones de Raro es una buena forma de esperarlo.
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