Hay una cortina metálica en la fachada del Marquee, el boliche por el que pasaron casi todas las bandas pequeñas, medianas o grandes del rock argentino. Es jueves y nadie toca esta noche en el reducto de Scalabrini Ortiz 666. De la cortina se abre una puertita y asoma un setentón grandote que bien podría ser uno de esos tipos que ven pasar las tardes en los bancos de madera de Parque Lezama. Pero no. Por curioso que parezca, la historia del rock argento le tiene reservado un lugar: el haber sido dueño de los más famosos pubs, discos y salones de rock de los ‘80 y ‘90, en donde tocaron desde Pappo, La Renga, Sumo, Divididos y Las Pelotas hasta Los Piojos o, por qué ocultarlo, el buenazo de Sergio Denis (desde aquí le deseamos que su recupere pronto). Se llama José Luis Luzzi y asegura ser “el único productor del mundo” que les hizo perder plata a Los Redondos.
El año pasado tocaron en el Marquee 132 bandas, muchas de las cuales no superarán el logro de haber sacado un primer disco. Como en un cruel proceso de darwiniana selección natural, muy pocas llegarán a la consagración que soñaron. Si Buenos Aires es una de las ciudades del mundo con mayor concentración de banditas por metro cuadrado, el Marquee vendría a ser un semillero o un Luna Park a escala. Grupos barriales como Viejo Smoking, Emboscados, Estado Vegetal, La Madriz, Bien Tirada y Atropello Carregal, por citar sólo algunos, cuentan muchos años en el under rockero –algunos ya tiraron la toalla, otros tienen un futuro esperándolos– y alguna vez convirtieron este local en su templo privado.
Pasan cosas raras en el Marquee. Quienes tocaron en este lugar afirman que, mientras se hace la prueba de sonido, hay una tele en la que pasan fútbol, en un salón en el que por las noches deambula Claudio –fiel Sancho Panza de Luzzi–, quien duerme y vive ahí en su cama portátil. El otro colaborador estable es el Pájaro, que hace luces. “Este año me los llevo a los dos a Miami”, anuncia el dueño, que supo regentear locales insignia de las últimas tres décadas, como Airport, Satisfaction, Arpegios y Stadium. Este grandulón tambaleante encarna el perfil del viejo bolichero con códigos: negocia su cachet con las bandas y lo hace con el cuchillo entre los dientes, pero sin aprovecharse; anota todo en una libretita (se resiste a usar computadora) y despotrica contra los grandes como PopArt y MTS. “Son mercaderes del éxito, nunca bancan a un grupo en ascenso.”
Su primera apuesta en el mundo del rock fue llevar a Pappo al pub Bambalinas, en 1978. “Cuando le conté a Daniel Grinbank lo que quería hacer, me contestó: ‘Luzzi, escuchame bien, Pappo está muerto’”, recuerda. Ese mismo año, el productor probó suerte haciendo debutar en otro local suyo, El Barco de San Francisco, en Vuelta de Rocha, a un ascendente Sergio Denis. “Me acuerdo de que los tarjeteros decían: ‘Che, canta bien este viejo’.” Lo cual confirma que Sergio ya tenía canas en 1978. Hasta el consagrado DJ Deró le debe una a Luzzi: “Era suplente del DJ de Airport, hacía las matinées, no me olvido más”. En ese mismo boliche, Sumo dio su penúltimo show, siete días antes de que Luca muriera, afirma el productor.
Luzzi se jacta de tener dos records con Los Redondos. El primero es haber organizado 24 shows con ellos (varias veces en Airport, Satisfaction, Stadium, Parque Sarmiento y Pinar de Rocha). El segundo es lo que él llama “el peor fracaso de su vida”. “Fue cuando les armé una fecha en Balcarce y vendí sólo 250 entradas”, evoca. “Dos meses después fui a ver a Los Redondos al Microestadio de Lanús y cuando me lo cruzo al Indio, me dice: ‘Ahí viene Luzzi, que nos va a llevar a Los Pipines y vamos a meter 400 personas’. Orgulloso, le contesto: ‘Podrás decir lo que quieras, pero soy el único productor del mundo que les hizo perder plata a ustedes’.”
No parece que Luzzi haya tenido una vida aburrida. Además de haberse mezclado con todos los rockeros de la escena local, fue corredor de la Fórmula Renault, tuvo 11 caballos (al día de hoy va al hipódromo con el manager de Almafuerte, otro fana de los burros) y apadrinó –lo sigue haciendo– varias peleas de boxeo, entre ellas la despedida del peso pesado Marcelo Domínguez contra la Mole Moli, en el Luna Park. Quienes conocen a Luzzi aseguran que tiene otra afición extraña: le encantan las películas de guerra y de grandes batallas estratégicas.
Su casa, pegada al Marquee, encierra un par de misterios. Se dice que está conectada al boliche por un pasadizo secreto y que León Gieco se escapaba por ahí para evitar a los fanáticos en la entrada, cuando presentó el disco Bandidos rurales. “Eso no es cierto, había una puerta, pero ya la sellé”, desmiente entre risas. “Esa noche, León salió por mi casa porque afuera había demasiada gente.” Entonces es cierto.
En la penumbra del Marquee, en donde transcurre la entrevista, Luzzi evoca historias (Claudio escucha, con la sonrisa fija por lo de Miami). Jura que se acuerda de todo, aunque olvida en qué año pasaron las cosas. “Los Piojos tocaban en Arpegios y metían 38 personas, siempre los mismos; un día fueron 37 porque se enfermó uno. Después del tema Fasolita hicieron tres fechas ahí y entraron mil cada vez.”
El Marquee tuvo otras locaciones antes de la de Scalabrini. Muchos recuerdan el que estaba a una cuadra de Cemento, el de Cabildo al 4600 o el de Honduras y la vía, en donde Luzzi ofició de supuesto celestino de Ricardo Mollo y Natalia Oreiro. “Ese día hicimos el cumple de Mollo y también tocó La Renga; fue un flechazo.”
Quizás el mayor logro del productor en las últimas décadas haya sido inventar espacios donde no los había y lograr que bandas en ascenso pudieran encontrar lugares más grandes para tocar ante más gente. Luzzi afirma que él convirtió al Estadio Malvinas Argentinas en una locación de rock. “Hice la sociedad, transformé el estadio y me hicieron una jugarreta, me estafaron. Hoy estoy en juicio contra el directorio de Corveil-Trade SA.”
Ahora, desde el teatro de operaciones del Marquee, Luzzi quiere volver a las grandes ligas, pero mantiene el enigma. Asegura que está en tratativas con Skay, Almafuerte, Pier y Resistencia Suburbana para hacerlos tocar en un salón con capacidad para 2 mil personas, cuya ubicación no quiere revelar. Y que va a juntar de nuevo a Memphis La Blusera.
El año pasado, en una entrevista que el NO le hizo a Skay, el guitarrista afirmó: “Hoy faltan esos locos como Omar Chabán que ponían lugares como Cemento, que era un espacio de expresión, donde todos podíamos hacer los primeros pasos, probar la banda, y si él ganaba o perdía plata era lo mismo. O lo que hace José Luis Luzzi en el Marquee, que es de los pocos que quedan”.
Tal vez Luzzi sea, como sugiere Skay, uno de los últimos bolicheros de ley de estos pagos. Alcanza verlo en la puerta del Marquee, las noches de fin de semana, libreta en mano y mirada perdida en la gente que entra a ese templo de cabotaje. Quien sabe: quizá piensa en las batallas que tanto admira, en estrategias, o sólo hace números en su cabeza para saber si esa noche, como tantas otras, podrá salir hecho.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.