Descubrà el Retrato de una niña cubierta de pelo hace poco y de una manera muy azarosa. Y hay casualidades y cruces que rodean mi relación con esta obra. En mi casa tengo copias que hago de obras que me gustarÃa tener y no puedo: Bruegel, De Chirico, Malevich... Entre ellas me habÃa puesto a copiar un Bronzino, que es un pintor del Renacimiento, y la obra que copié de él era el retrato de un Médici de pequeño. Empecé a copiarlo hasta que en un momento se me ocurrió continuarlo, que es algo que a veces hago: no sólo rehacer un cuadro sino continuarlo narrativamente. Siempre pienso que hay un espectro muy amplio de las posibilidades de la pintura y va desde el pintor "menor", que podrÃa ser un copista o falsificador, al pintor conceptual, que serÃa Duchamp, en una operatoria que él tenÃa de comprar obras o pinturas menores y reformularlas agregando algo. A mà me gusta hacer a veces las dos cosas, ser un pintor menor y pintar limitadamente, incluso tratando de reproducir algo que ya está hecho –por eso no me siento tan alejado cuando veo esos programas de UtilÃsima sobre pintura– y después repensarlo y reformularlo conceptual y narrativamente. Es una de las cosas que siempre me interesó de la pintura. De chico, cuando miraba láminas de cuadros por ahà veÃa una parte de un cuadro, y me imaginaba qué sucedÃa ahà y cómo continuaba esa obra. Entonces de esa manera copié el retrato de un Médici hecho por Bronzino y en un momento lo vi a ese niño Médici todo peludo. Tiene una cara y una sonrisa que es la de hijo de dueños, una cosa asÃ, de un niño que ya conoce su destino, se sabe en una familia refinada y poderosa. Lo vi con ese orgullo de esa familia pero peludo, bestial. Al mismo tiempo yo venÃa preparando un grupo de obras que surgió a partir de ver La bella y la bestia, de Cocteau. En esta serie se insertaba este cuadro.
Casualmente estaba haciendo tiempo en una galerÃa de arte y encontré un catálogo de una muestra que se hizo hace unos años que se llamaba La bella y la bestia, con obras desde el Renacimiento hasta la contemporaneidad. Y de repente me encontré en una de las secciones del catálogo con este cuadro, que era muy, muy parecido al que yo acababa de hacer, pero cuando veo la fecha en que fue pintado era mil quinientos y pico y me shockeó la posibilidad de haber llegado a algo tan similar, por supuesto yo con 500 años de atraso.
Apenas llegué a mi casa me puse a investigar sobre este cuadro de Lavinia Fontana. La historia de la nena retratada, Antonieta Gonsalvus, es muy particular: su papá, Petrus, nació con esta enfermedad, hipertricosis, que es exceso de pelo en algunas partes del cuerpo y como rareza se lo llevaron al rey de Francia, que se convierte en su tutor y lo educa muy bien. El tipo, ya dentro de la corte, se casa con una mujer francesa muy bella y tiene hijos, pero esta enfermedad es hereditaria, y de los cuatro hijos que tuvieron, los dos que sobrevivieron heredaron la enfermedad. Por algunos problemas polÃticos en Francia, lo llevaron a Parma como embajador y él encargó retratos de sus hijos peludos. Pero en general, en los cuadros de esta familia sus miembros aparecen como salvajes vestidos noblemente, y para mà lo distinto de este cuadro es que la chica, que ya tiene 12 años, parece refinada y orgullosa. Para mà es muy tierna, tiene la esencia de esa vinculación con lo animal que también encierran los niños. A mà me encantarÃa poder pintar chicos, pero creo que carezco de esa gracia que les envidio a Balthus o a Gómez Cornet. Pero además, después supe que Cocteau se basó en este cuadro para su bestia.
Lavinia Fontana, la artista, también es una rareza, porque es una de las primeras mujeres pintoras exitosas que llegó a ser contratada por el Papa y tiene una historia muy particular para su época. En este cuadro pudo captar la dignidad y la belleza en esta chica, y no la pinta como una freak: la ropa le queda bien, no tiene la mirada temerosa, incluso está sosteniendo una carta en la que relata su historia, y la historia de su padre, como diciendo "no soy un monito disfrazado sino que tengo mi propia historia". Para mà tiene algo tan de la condición humana como pocos retratos que yo haya visto. Lo mandarÃa en las naves Voyager, esas que van con discos, con sonidos de la Tierra y fotos para que si alguien la encuentra entienda algo de la humanidad. Porque hay algo esencial en este retrato, y eso que tiene una "deformidad", pero es algo que va más allá, tiene algo de la fragilidad, de la soledad y al mismo tiempo de la gracia y la necesidad de decir quién sos y de aceptación.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.