Una de las canciones que me ha dejado una huella profunda, mientras buscaba en las raíces musicales de nuestra tierra, fue la “Canción de cuna” toba. Me la enseñó la abuela Zunilda Méndez, integrante del Coro Toba Chelaalapi, esa bandada de zorzales de Resistencia, Chaco, que toma como misión transmitir de generación en generación sus cantos antiguos.
La escuché por primera vez de una cinta de cassette muy vieja, que habíamos rescatado de algún viejo baúl, mientras buscábamos canciones de nuestros pueblos originarios, para fusionar con Tonolec la música electrónica con la música de nuestras tribus.
Hace catorce años, una de las realidades que atravesaban el folklore argentino y el latinoamericano era la escasa importancia, el poco significado que tenían, para el común de la gente, los cantos ancestrales de las comunidades originarias. A lo sumo se lo miraba como algo exótico, pero no se lo concebía como un elemento vital de nuestra propia cultura.
Para mí, fue el equivalente musical de hallar un tesoro. Puse la cinta del coro toba en mi equipito de música, expectante y atenta a los sonidos que se irían sucediendo. De repente, desde la aridez misma, apareció la voz de una mujer anciana: era profunda, una especie de lamento con registros agudos abismales. La anciana cantaba una melodía que me llegó a lo más profundo de mi ser. Me generó un verdadero trance y me dije: “¡Esto quiero cantar yo! Así quiero poder cantar yo...”. Desde entonces, la practiqué día y noche.
Por esos senderos que uno va transitando, al poco tiempo de escuchar la cassette, en 2001 pude llegar a conocer Coro Toba Chelaalapi. Y así pude aprender en persona de sus cantos y, además, conocer a la mismísima abuela Zunilda Méndez. Ella era la mujer más anciana del coro, con su carita siempre sonriente, llena de arrugas, siempre amable, amorosa. Cantaba y se abría el cielo. Cantaba y nos llevaba de la mano por sobre el plano terrenal.
Interpretada por su voz única, la letra era como un suave arrullo en lengua toba: “Dormí, dormí hijito, dormí/ Dormí, dormí/ Porque tu papá se fue/ a buscar miel de abeja/ para nosotros/ Dormí, dormí hijito, dormí/ porque yo quiero hacer/ mi trabajo/ Tengo que tejerle la red para cazar los pescados/ a tu papá”.
De tanto visitarla y escucharla, aprendí finalmente esta canción de cuna, que no estaba escrita, que me fue pasada oralmente. Pudimos incluso cantarla juntas en varias oportunidades. Por ejemplo, cuando salimos a tocar con nuestro primer disco de Tonolec, en 2005. Y también al año siguiente, cuando invitamos a todos los integrantes del coro toba a Buenos Aires, para realizar un recital conjunto que fue transmitido por Canal (á).
He escuchado un sinfín de melodías antiguas, en lo que llevo aprendiendo de culturas y cantos de nuestros pueblos nativos, pero no creo haber escuchado melodía tan única y bella como ésta en toda mi existencia. Hoy la abuelita, que ya no está entre nosotros, elevó su canto a los cielos. Sin embargo, será eternamente recordada a través de esta maravillosa canción que nos ha dejado como legado: la “Canción de cuna” toba, la canción de la abuela Zunilda Méndez.
Tataranieta de un cacique guaraní, la cantante Charo Bogarín nació en Clorinda, en la provincia de Formosa. Pasó su infancia y su adolescencia en Resistencia, Chaco. Allí conoció al músico Diego Pérez, con el que fundó Tonolec. Después de asimilar las raíces musicales del pueblo toba y proyectarlas hacia el presente con las herramientas de la electrónica, el dúo encaró un proyecto no menos ambicioso. Con el doble Cantos de la tierra sin mal, Bogarín y Pérez ampliaron su radio de influencia desde Chaco y Formosa hacia el litoral argentino en su conjunto. El disco incluye composiciones propias y cantos en idioma qom, pero también versiones de motivos tradicionales en lengua mbya guaraní (“Toke mita”) y guaraní (“Bello tacuaral/ Tacuarí porá”). Como parte del mismo movimiento de apertura, también se apropian de temas como “Manuelita”, de María Walsh (traducido a lengua qom y grabado junto al coro infantil Qom qompi), y “Pedro canoero”, de Teresa Parodi, al tiempo que suman a Peteco Carabajal como invitado y compositor asociado en “El río y el caburé”. Tonolec, en definitiva, sigue creciendo mientras destila grandes canciones como “La espina” y “Dame paz”.
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