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Domingo, 16 de junio de 2002
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CUBA LIBRE PARA TODOS

HALLAZGOS Se acaba de descubrir, restaurar y editar en DVD un documental sobre la Revolución Cubana presentado por Errol Flynn, que por esos tiempos estaba en Cuba ahogando sus penas en ron. Conozca la historia detrás de Cuban Story, un film perdido que sólo se había exhibido en Moscú y gracias al cual los rusos vieron por primera vez la cara de un tal Fidel Castro.

Por Martín Pérez
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Todo comienza en un aula, con un escritorio sobre el que descansa un globo terráqueo y un pizarrón cubierto por un gran mapa. Haciendo las veces de profesor, Errol Flynn aparece en cuadro –con los botones de su camisa desabrochados y luciendo un bronceado caribeño– y se sienta en el borde del escritorio, tomando el globo entre sus manos y señalando vagamente algo en él. “Esta pequeña mancha es Cuba”, le explica Flynn a la cámara. “Puede ser pequeña, pero recientemente ha crecido en los corazones de los hombres de todo el mundo que aman la libertad y la humanidad”, agrega, y al terminar la frase arroja el globo fuera de escena. Así es como comienza un documental de 50 minutos olvidado por la filmografía de Errol Flynn, rodado entre 1958 y 1959 y titulado La verdad sobre la Revolución de Castro. Dirigido por un exiliado ruso llamado Victor Pahlen, compañero de andanzas de Flynn mientras disfrutaban de la decadencia de la Cuba de Batista, cuenta la leyenda detrás de este documental que sólo fue exhibido en Moscú antes de pasar a un olvido que duró más de cuatro décadas. Gracias a los esfuerzos de la hija de Pahlen, el negativo del film fue descubierto en un depósito del estudio inglés Pinewood, y remasterizado para su flamante edición en DVD bajo el título Cuban Story. “¿Fidel Castro y Errol Flynn juntos en una película? Puede resultar imposible, pero la verdad es aún más extraña”, es como la promociona All Day Entertainment, la empresa responsable del rescate del documental que les permitió a los rusos que concurrieron a su única exhibición en un Festival de Moscú ver por primera vez el rostro de un tal Fidel Castro.
“Era un maniático delirante y lo único que quería era emborracharse y no hacer nada.” Así es como el mismísimo Mel Brooks describió al Errol Flynn que conoció a mediados de los años cincuenta, cuando el capocómico recién comenzaba en la televisión norteamericana y uno de sus primeros trabajos para el programa humorístico “Your shows of shows” de Sid Caesar fue escoltar al invitado estelar del programa, intentando que se mantuviese sobrio y aprendiese sus líneas. “Fue el fin de semana más loco de mi vida, encerrado en el Waldorf con Flynn y dos hermanas cubanas pelirrojas. Yo trataba de sacarlo de su habitación, su alcohol y sus chicas, mientras él intentaba meterme en el cuarto y emborracharme”, recordó alguna vez Brooks, que inmortalizó su aventura cuando produjo el film Mi año favorito, con Peter O’Toole en el papel de Errol Flynn. Y su recuerdo de primera mano sirve para hacerse una idea del estado de las cosas para la ex estrella de Hollywood cuando decidió buscar refugio en Cuba. Nacido en Tasmania, marino y responsable de una plantación de tabaco en Nueva Guinea antes de comenzar a actuar en Australia, Flynn supo ser una de las estrellas más populares y mejor pagas de Hollywood desde mediados de los años treinta hasta comienzos de los cuarenta. Su decadencia se desencadenó en medio de todo tipo de escándalos –alcohólicos, sexuales, artísticos y económicos–, de los que se refugió en un lugar hecho a medida, tal como él mismo lo describe al comienzo del olvidado documental de Pahlen: “Un lugar para tipos como yo, que pensaban que podían ahogar todos los dolores del mundo en un par de daikiris”.
Antes del descubrimiento de La verdad sobre la Revolución de Castro, la filmografía de Flynn terminaba con Cuban Rebel Girls (Las chicas rebeldes de Cuba), un bochorno dirigido y protagonizado por Flynn junto a Beverly Aadland, su novia de 16 años. Descripto por un crítico como “miserable epitafio cinematográfico”, el rodaje de aquel film de aventuras parece haber sido acompañado por este documental, ambas empresas completadas por Flynn gracias a la ayuda de Pahlen, un exiliado ruso nacido en San Petersburgo que había trabajado marginalmente en Hollywood y con el que Flynn terminó como socio de un teatro en La Habana. “Mi teoría es que los dos disfrutaban de la decadencia del régimen de Batista, y con la llegada de la Revolución tuvieron miedo de que su modo de vida llegase a su fin”, explica vía e-mail David Kalat, el responsable de All Day Entertainment. “Así que rodaron ambas películas para asegurar su futuro en la isla.” Corresponsal desde Cuba para la cadena Hearst, Flynn aseguraba haber tenido un nunca confirmado encuentro con Castro en el campo de batalla. Dos fotos suyas junto a Castro –que parecen haber sido tomadas en una conferencia de prensa– son exhibidas por la estrella ante la cámara de Pahlen como prueba del encuentro, al tiempo que presenta a Castro como “un hombre, un verdadero hombre”. Aquella búsqueda de un lugar en la Cuba revolucionaria no sirvió de mucho para Flynn, que falleció de un ataque de corazón en octubre de 1959, unos meses antes de cumplir los 50 años. Y que, al final del que tal vez sea su verdadero epitafio cinematográfico, lee en cámara un telegrama firmado por Castro, en el que invita a los espectadores norteamericanos a visitar Cuba, “la tierra de la libertad”. Lectura que Flynn remata diciendo: “Yo creo en eso, y deberían hacerlo también ustedes. Buenas noches”.

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