“Los cuentos de J.T. son como puntadas, heridas de salida, despachos, disposiciones. El es la brillante, dotada y profunda mosca en la pared. Necesitarán pañuelos y novocaína para atravesar sus textos.” Así habló Tom Waits en la presentación de Harold’s End, la última nouvelle de J.T. Leroy, hasta hace dos semanas el escritor joven más reverenciado de EE.UU., tanto por críticos como por celebridades. Hoy, Tom Waits hace silencio, como casi todos los que apadrinaron y proclamaron públicamente por J.T. (excepto su mentor, el escritor Dennis Cooper, que habló con sincero desencanto). Y es que, según una investigación de New York Magazine, J.T. Leroy no existe. Sería un impostor, quizás el más astuto desde el mítico Thomas Chatterton. Pero la mascarada de J.T. tiene un costado francamente oscuro que invita a pensar sobre los límites de su puesta en escena.
J.T. Leroy apareció en el medio literario hace poco más de un lustro, y su historia personal dejó a todos estupefactos. Nacido en West Virginia, casi un adolescente en tiempos de la publicación de su primera novela, Sarah, y su colección de cuentos The Heart Is Deceitful Above All Things, creció con una madre stripper y adicta que lo obligó a prostituirse –y travestirse– desde los cinco años; el pequeño J.T. y su madre, drogados, cobraban por sexo en las paradas de camioneros de la América profunda. Horriblemente abusado, al borde de la psicosis, J.T. se escapó hacia San Francisco donde una pareja –Laura Albert y su esposo– lo rescató de las calles y la prostitución infantil. Internado en una institución psiquiátrica, J.T. comenzó a escribir sobre su terrible niñez como forma de terapia a instancia del Dr. Owens; al mismo tiempo, les envió faxes y llamó por teléfono a varios escritores para que leyeran su trabajo, en particular a Dennis Cooper y Mary Gaitskill. Lo ayudaron, y pronto consiguió su primer contrato. Y no sólo eso. Tras la edición de la semiautobiográfica Sarah, Gus van Sant lo contactó para pedir su opinión mientras trabajaba en el guión de Elephant (J.T. figura en los créditos de la película), el mítico fotógrafo Mick Rock lo retrató en Londres, y Asia Argento llevó al cine una interesante versión de los relatos The Heart Is Deceitful Above All Things. Sus problemas psiquiátricos se manifestaban particularmente en una timidez patológica que explicaba su extrema reclusión: Dennis Cooper, por ejemplo, jamás lo vio en persona. Cuando comenzaron los rumores sobre su falsedad, J.T. se dejó ver en público con peluca y anteojos negros.
Pero, dice el periodista y escritor Stephen Beachy en su artículo de New York Magazine, este joven disfrazado sería un actor. El verdadero J.T. sería Laura Albert, su supuesta madre adoptiva, una mujer de 39 años, cantante de rock que solía escribir sobre temas parecidos a los de su criatura, aunque nunca había podido publicar. En su extenso artículo, Beachy ofrece mucha evidencia –ninguna concluyente, es verdad–, pero incluye una charla con J.T./Laura donde él/ella le dijo: “Me reservo el derecho de cambiar de género e identidad cuando quiera”. Lo que no es exactamente una desmentida. Dennis Cooper, mientras tanto, parece convencido de que quien creía su amigo sería un impostor, y la semana pasada escribió en su blog quizá lo más sensato que se ha dicho desde que comenzó la muy encendida polémica: “Los libros de J.T. Leroy son inseparables de su historia. Siempre fueron una suerte de souvenirs inspiradores de la horrible vida de ese chico. Eran su final feliz. Lo siento muchísimo sobre todo por los miles de fans de J.T. que vivieron cosas similares, chicos que creyeron en la posibilidad de cambiar sus vidas y superar un pasado doloroso con el arte; es como si hubiéramos despertado para saber que éste no es el lugar donde un chico con esos problemas puede salir adelante; J.T. utilizó el abuso como marketing, y por eso este fraude es tanto más horrible”.
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