Las cenizas de Esperanza Labrador descansan en la Plaza 25 de Mayo, en la que dio vueltas tantas veces con el pañuelo blanco en busca de su hijo Miguel Angel, desaparecido a los 25 años, el 13 de septiembre de 1976, y en reclamo por los asesinatos de su esposo, VÃctor, y de otro de sus hijos, Palmiro, junto a su pareja, Graciela Koatz; los tres asesinados en la noche del 10 de noviembre de 1976. Aunque tratándose de Esperanza, la palabra descansar parezca inadecuada. Su vitalidad, el sentido del humor y las frases pÃcaras que lanzaba están rondando la plaza, en busca de otras personas que quieran enarbolarlas. Esperanza murió en España, el 14 de noviembre de 2011. Era petisa pero tenÃa el pecho ancho para llevar la pancarta con las fotos de sus seres queridos. En el acto del jueves 20 de marzo, las tres Madres de Plaza 25 de mayo que aún están en condiciones de concurrir dieron el presentes: Norma Vermeulén, Lila de Forestello y Elsa "Chiche" Massa dieron vueltas como todos los jueves, y luego echaron sus flores en la tierra que ahora acoge a Esperanza al lado de las cenizas de VÃctor y Palmiro. El jueves 30 de junio de 2005, Esperanza y su hija, Manuela "Manoli" para todos llevaron los restos en la misma plaza. Esa misma mañana, Esperanza Labrador habÃa concurrido a los Tribunales Federales para pedir la reapertura de la causa por los asesinatos y la desaparición de su hijo.
Para acompañar la llegada de Esperanza a la Plaza de las Madres, a su plaza, estuvieron Manoli y sus dos hijas, las nietas de Esperanza, Maricel y Laura, que viven en España desde 1976. Las tres pasaron el rato con un nudo en la garganta, porque esa mujer admirada por su lucha entre los que fueron a la plaza, era también la amorosa abuela que tanto querÃan.
Chiche Massa fue la Madre que se animó a hablar. "Esperanza está con nosotros otra vez en la Plaza y esta vez vino para quedarse. La vamos a cuidar, y la vamos a respetar, pero en realidad nunca se fue porque cada jueves alguien se acuerda de Esperanza y ella está presente y está con nosotros como estuvo siempre. Recordémosla como era, con la picardÃa de su mirada, con su palabra, con esa valentÃa con que enfrentaba a los represores", dijo la Madre de Plaza de Mayo.
Esperanza tuvo una vida difÃcil que enfrentó con el arma secreta de la alegrÃa y las ganas de luchar. Nació en Cuba, en 1922. Su padre biológico la entregó a un hombre. Siete años más tarde, el padre volvió a buscarla, y la llevó por la fuerza a España. En aquel paÃs para ella desconocido, se enamoró de VÃctor, combatiente republicano, siempre añorando la felicidad de sus primeros años en Cuba. Apenas terminó la guerra, VÃctor y Esperanza emigraron hacia América. La idea era llegar a Cuba, pero recalaron en Rosario, donde tuvieron cuatro hijos. Además, construyeron una fábrica de zapatos. El primero de sus hijos, Tomás, murió electrocutado, antes del golpe cÃvicomilitar. En 1976, entre septiembre y noviembre de 1976, la masacre dejó a Esperanza sola con su hija. Manoli tenÃa marido y dos hijas, una de 2 (Maricel) y otra de 14 (Laura). Con la ayuda del entonces cónsul de España, Vicente Ramiro Montesinos y otro funcionario de la Embajada, Gerardo Hernández, los cinco huyeron de Rosario en una camioneta. Las niñas iban en la parte de atrás, tapadas con un colchón para que no las alcanzaran las balas. Tal era el miedo.
En el acto en la Plaza 25 de Mayo estuvo Gerardo Hernández, aquel funcionario de la embajada española que ayudó a los Labrador en 1976. Impecable con su traje gris, recordó el coraje del ex cónsul, que en plena dictadura mandó un telegrama imputándole a Galtieri los crÃmenes, y se emocionó al leer una dedicatoria de Esperanza. No pudo seguir hablando, se le quebró la voz. "Y la quise mucho, nada más", terminó.
La historia de Esperanza en España fue de idas y venidas durante los últimos 37 años de su vida. En 1976, mientras Manoli y su esposo forjaban su vida como inmigrantes en España, Esperanza sentÃa la imperiosa necesidad de volver a Argentina a buscar a Miguel Angel, desaparecido. Y asà fue como transitó las oficinas del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, donde el entonces general Leopoldo Galtieri le dijo que sus hijos eran montoneros, pero la muerte de VÃctor era un lamentable error. Esperanza lo increpó: "Si mis hijos eran montoneros, pues vivan los montoneros". También fue a Santa Fe "donde desapareció Miguel Angel" para buscarlo en las cárceles. En ese camino se hizo muy amiga de Nelma Jalil y Elena Belmont, las dos madres de los desaparecidos Sergio Jalil y Carlos Belmont. Era la semilla de Madres de Plaza 25 de Mayo, junto a Elisa Medina, la mamá de Oscar, desaparecido en Villa Gobernador Gálvez el 20 de octubre de 1976.
Esperanza Labrador siguió peleando durante todos esos años, con la vida y el corazón partidos entre España y Rosario. En 1996, el juez Baltasar Garzón abrió una causa por la desaparición de los Labrador en Argentina, y procesó a Galtieri, asà como a otros represores.
Contar la historia de Esperanza es imprescindible para entender las lágrimas que brotaron de los ojos de todas las personas presentes en la ceremonia en la Plaza 25 de mayo. "Esperanza Labrador es una queridÃsima compañera que tantas y tantas veces estuvo dando una vuelta aquà con nosotros, y mucho antes que nosotros, y que de alguna manera todavÃa sigue caminando aquà todos los jueves", dijo Juan Cheroni, uno de los que habló. "Estuve tratando de pensar de qué manera se podÃa homenajear a una personalidad tan extraordinaria", confesó, y recurrió entonces a palabras de VÃctor Heredia. "Pasaré como el toro/ con los ojos bravÃos,/ no conozco otro modo de lograr lo que es mÃo./ Quiero sólo lo nuestro, lo que es justo y debido. Para eso peleo, para eso he nacido", es un fragmento de la canción elegida por Cheroni. "Creo que pocas palabras podrÃan definir lo que fue Esperanza como este poema, donde se conjugan la lucha de esperanza, la dignidad, el tesón, las convicciones profundas, y no podemos olvidarnos que todo lo hizo por la vida, por la alegrÃa y con una sonrisa. No te vamos a olvidar jamás".
En esa ceremonia que trajo las cenizas de Esperanza, su hija Manoli consideró que su madre permanecerá "encantada" de acompañar la marcha de las Madres. "Aún cuando no haya ninguna, ella estará siempre presente", dijo.
Y Chiche Massa, desde el corazón, agregó: Yo la quise, la admiré. Ella estuvo, está ahora en la plaza y estará en nuestros recuerdos, en nuestro corazón, la tenemos siempre presente. Manoli quedate tranquila, tu mamá va a estar bien cuidada y respetada".
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