—Básicamente es un libro, como te habrás dado cuenta, basado en la experiencia, no es una teoría ni un análisis histórico, ni psicológico, ni antropológico, es un libro basado en la experiencia de amar. Y lo escribí por la creciente conciencia que se me producía a mí, porque soy un gran observador más que un gran lector, de un desfasaje bestial, donde todo lo que la vox populi reconoce como lo homosexual no coincide prácticamente en ningún punto con lo que es la experiencia homosexual, por lo menos, yo diría, de una enorme mayoría de personas. Que en todo caso el imaginario social acerca de la homosexualidad está anclado en una minoría, en una de las tantas manifestaciones de la homosexualidad, que no casualmente ha sido elevada a rango de forma universal. Porque es la forma de ejercicio y vivencia de la homosexualidad que viene de perillas para la homofobia.
—Para nada, yo tengo cantidad de amigos. Tengo uno que se llama Daniel. Es un chico que trabaja en un bar gay, polaco, y es algo asombroso, que ya ni le podemos llamar pluma, tiene una capacidad de movimiento, de actuación, que te deja fascinado. Una respuesta veloz en todo su mariconeo de un refinamiento no es una tonta que hace la maricona, es un tipo que le sale del alma. Yo no tengo nada contra la pluma, me parece que el mariquita es hombre, sólo un hombre puede ser mariquita, es una de las capacidades expresivas del hombre. Yo hablo con ellos y somos todos amigos y me importa un huevo. Esa diversidad no es colectiva. Yo reivindico lo diverso dentro de lo diverso. Me gusta mucho, me produce admiración, lo que no quiere decir que yo sea así.
—Porque es histórica, porque es social, porque es ideológica, la homosexualidad es inexplicable. El concepto es que la homosexualidad no existe, es un constructo.
—Yo defiendo, enfrentándome a la teoría de la diferencia, el concepto de indiferencia, yo quiero resultarle al mundo indiferente.
—Bueno, a mí no me interesa fracasar. Estoy muy emocionado por la reacción de todo tipo de personas, es decir, me han llegado comentarios de gente mayor que yo, jóvenes, homosexuales, heterosexuales, gente de muy distintas personalidades, y ha logrado un grado de universalidad el discurso en la escala persona a persona. Fuera de esa escala no tengo aspiraciones.
—Yo creo que lo que hay que combatir es el concepto de identidad.
—Es una palabra que no sirve para la vida. Es una palabra fascistoide. Es decir, en el momento en que uno puede decir soy Norberto y con eso me basta, se produce la libertad. Identidad en sentido gregario: arquitecto, argentino, homosexual... La identidad la entiendo como un hecho individual, personal y no socializable. Es decir, la identidad es individual o no es nada.
—No, al contrario, porque ese discurso habilitaría que yo hablara libremente en la calle. Es decir, el desbloqueo. En tanto ya no hay nada que ocultar, el discurso fluiría normalmente, el discurso de todas las personas, cualquiera sea su inclinación sexual, sería igual. No estaríamos recortando. Digamos, la reivindicación de la homosexualidad es el primer momento reformista de un proceso que si se estanca ahí se vuelve en su contra.
—A mí me parece que todo el mundo tiene derecho a decir que es diferente y vivir diferente, es totalitario y fascistoide querer universalizar ese modelo. Es decir, yo no soy ni queer, ni gay, ni nada, así que a mí no me molesten.
—Yo soy más diverso de lo queer que de lo heterosexual. Es decir, yo tengo cantidad de amigos heterosexuales y me dice uno de mis amigos: “Me encanta nuestra relación porque con otros amigos míos heterosexuales no hablamos de intimidades con tanta soltura como hablo contigo”. Te digo más: fuera de lo primario no me interesa nada. Fuera de la relación persona a persona no me interesa el destino de la humanidad.
—Soy activista en esto, en el campo del uno a uno, si no, no estaría perdiendo el tiempo contigo, porque me interesan tus preguntas y creo que puede salir un artículo interesante y a mucha gente le va a gustar leerlo y va a estar de acuerdo o se va a aclarar una idea o se va a producir una polémica. Eso me interesa muchísimo. Yo soy un gran combatiente ideológico. Casi diría que es lo único que hago.
—La contradicción es clave. Que el discurso no pueda incorporar la contradicción es porque está aspirando a un discurso unisémico. El discurso tiene que tener este nivel de esquizofrenia. En el fondo, mi libro se inscribe dentro de un movimiento que en muchos campos se está produciendo, que es la disolución categorial. Y la reivindicación de la singularidad más profunda. Es decir, lo unitario de la experiencia, sea la experiencia sexual, la experiencia cultural, la experiencia musical, lo que sea, lo irreductible y no clonable.
—No, silenciosa, no, parlante libremente. Es decir, hay que instalar en el discurso público como un compromiso militante la no explicación. Es decir, el no advertir, dar por sentado que el otro sabe y que acepta, y si no acepta es un problema de él, no soy yo el que deba pedir permiso. Eso hay que eliminarlo. Si no, me voy a un bar gay, me voy a un restaurante gay, me hago la urna gay con la banderita rainbow, etcétera. Y olvido al mundo y creo una especie de tribu, donde todo funciona. Magnífico. Pero eso es patológico. Lo que pasa, y aquí viene la contradicción, es que es absolutamente entendible. Y necesario. Para mí la defensa de la diferencia es una etapa primitiva en la lucha por los derechos.
—Es que lo que tengo de diferente no es diferente. Porque se ha jerarquizado, sobredimensionado, un hecho irrelevante: el objeto sexual. La experiencia sexual es la misma. Por un planteamiento previo, homofóbico, procreacionista, se puso la lupa sobre el objeto sexual, dándole una importancia de la cual carece. Mi crítica es más radical: con quien te acuestes no puede ser nunca un elemento de diferencia. Es diferente porque se le ha sobredimensionado. Entonces, ése se acuesta con mujeres y ése con hombres. No, se acuesta con personas. Evidentemente eso es difícil. Pero es un paso más avanzado, lo que podemos llamar la irrelevancia del objeto. Por eso defiendo la similitud más que la diferencia.
–Yo creo que sí en el sentido de que yo me muevo en un ambiente de hombres. En ese sentido relativizo, ya en el prólogo, que lo mío no es universalizable, porque yo qué coño sé de lo otro. Este libro pide otros libros escritos por otras personas. Escuchar otros discursos compatibles o dialogantes del mundo de los transexuales, del mundo de las lesbianas. ¿Cuál es la experiencia de una lesbiana? Por eso lo digo desde el principio, y es que yo estoy hablando no sólo de la homosexualidad masculina sino de una manera de vivirla, personal, y que no es individual porque la comparten varias personas, que es una manifestación de la homosexualidad.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.