Hace tres años, un 11 de marzo, cuando todavía atravesábamos la pandemia, reabría sus puertas totalmente renovado el cine Gaumont. Fue una apertura muy cinematográfica, no podía ser de otra manera. Era un jueves, que es el día emblemático del cine. Se había elegido esa fecha por el nacimiento de Astor Piazzolla y la película seleccionada en el estreno había sido justamente Piazzolla: los años del tiburón, el documental de Daniel Rosenfeld que rendía tributo al músico marplatense. ¡Quién hubiera imaginado en aquel momento que a esa sala le esperaba un destino tan oscuro como el fantasma de su cierre! Ni en plena pandemia se hubiera justificado.
Este jueves, mientras el Congreso debatía el DNU en el senado, en las calles los compañerxs de la cultura se juntaban frente al mítico Gaumont para pedir que no se recorte el presupuesto del INCAA y no se venda el cine. Sabemos que desfinanciar es una pérdida para todos, pero aun así el gobierno confirmó la intención de vender la sala.
En las calles se vivía un ambiente muy caldeado. Había una actitud de las fuerzas policiales de combate constante. Era muy difícil para las personas que protestaban y para quienes intentaban cubrir lo que se vivía en la Plaza del Congreso. Lxs cronistas tosían por lo que se respiraba en el aire. En un momento, pudimos ver a una persona tirada en el suelo con un centenar de agentes a su alrededor, como si fuera un terrorista. Vimos en cámara cómo un oficial sacudía a un fotógrafo que intentaba retratar el episodio. No fue ficción: hubo gas pimienta, corridas y mucha impunidad. Los videos nos transmitieron imágenes crudas, realistas de un clima distópico en el que reinaba una absoluta represión policial.
Lxs mal pensados decían que era un operativo distracción porque se estaba debatiendo en el Senado de la Nación. Si se lograra, sería la primera vez en la historia de nuestro país que se rechaza un DNU. Lo que está claro es que había una firme decisión de sacar a todo aquel que intentara poner un pie en la calle y de mantener el tránsito funcionando. Para el gobierno, que la gente transite es algo fundamental: ojalá se tomara todo así. La gente de los comedores tiene hambre y debería comer: eso también debería ser una prioridad, además de transitar, por supuesto.
Hace unos días hubo una cesión importante en el Congreso cuando se debatía la ley ómnibus y hubo una movilización desde Corrientes y Callao que fue acompañada por efectivos de la Policía de la Ciudad. Ocuparon un solo carril por la avenida Corrientes, llegaron al Congreso de la Nación y no pasó nada. Es decir: hay formas de que las protestas tengan lugar sin que se produzcan incidentes. Mientras los autos circulen, se debe dejar a las personas manifestarse. Así están las cosas: sabemos que para quienes nos gobiernan, las calles no se cortan más. Salvo que sea el recital de Luis Miguel. En ese caso no importa.
¿Qué intentan demostrar con estas actitudes? Porque es claro el mensaje, ni siquiera intentan disfrazarlo. Para el gobierno, las personas de la cultura, las feministas, el colectivo LGBTIQ+, son los zurdos, el enemigo, lxs que hay que exterminar. ¿O acaso alguien cree que había necesidad de hacer todo ese desastre? Son compañeros que estaban pidiendo por su fuente de trabajo. La industria del cine es una industria pujante, tanto o más que cualquiera de las otras que generan empleos y hacen grande una nación.
Dejemos por un lado el argumento de que la cultura es un derecho y concentrémonos en lo meramente económico, como le gusta al gobierno. ¿Acaso nuestra industria es menos substancial que las demás? ¿El odio al kirchnerismo les nubla el juicio? Al kirchnerismo tenemos muchas cosas que reprocharle. Pero ¿por qué romper algo que funcionaba bien disfrazándolo de justicia social? ¿Por qué esa mentira de que la cultura le quita la comida a los niños? Es una mirada muy cínica. Desfinanciando al INCAA y vendiendo el cine Gaumont no se soluciona el hambre. Al contrario: se lo aumenta. ¿Qué hacen todas esas familias que se quedan sin trabajo en esta Argentina con una inflación récord? Es una decisión que va a generar más desempleo y que no se comprende aun, siguiendo la misma lógica que maneja el gobierno: estratégicamente, dejar de hacer películas es dejar de generar puestos de trabajo e ingresos.
Por otra parte, hace un año, Argentina 1985 fue nominada al Oscar. Si nuestra industria fuera un fracaso, ¿cómo se explica eso? Si la intención de este gobierno es hacer de Argentina un país pujante, que sea ejemplo en el mundo y retome el brillo que tenía en los años 20, cuando era el granero del mundo, no se puede pensar en que las varias nominaciones a los premios Oscar en estos 40 años sean casuales. Es lo mismo que en cualquier industria que tiene potencial: con inversión, se crece. Sin inversión, no.
Ojalá el presidente recapacite y pueda ver que no todo es blanco o negro, que hay grises en la vida. Espero que el futuro vuelva a ser una cinta de cine a color.