La posible renuncia del presidente español Pedro Sánchez pone de manifiesto una realidad internacional, puesta en juego y realizada por las distintas derechas ultraderechizadas del mundo. En cuanto gana las elecciones un proyecto de inspiración nacional y popular o de izquierda democrática se multiplican de inmediato mecanismos jurídicos y mediáticos para deslegitimar al gobierno elegido. Por esta razón se empieza a hablar de una supuesta "polarización".
Esta polarización o bien no existía antes o solo era un efecto residual. El kirchnerismo, para dar un ejemplo, no introdujo la polarización, pero su sola presencia legal y legítima en el gobierno enfureció a los actores de las derechas, en particular en el circuito mediático-legal.
Ahora mismo en España, con el presidente Sánchez, ocurre otra tanto, todas las experiencias políticas que lo rodean, la última, una espurea acusación contra su compañera, revelan que gobernar para un progresista de izquierda se ha vuelto un calvario de falsas calumnias e imputaciones.
Ya no se trata de ser un revolucionario, en el capitalismo contemporáneo basta con sostener una sensibilidad hacia la justicia social para que toda la hostilidad de la ultraderecha se ponga en juego con un ataque planificado y con todas las artimañas de las fakes y el lawfare. El algoritmo del Capital ya no tiene espacio para la democracia.
Lo que está ocurriendo ahora con Sánchez y antes con Cristina, Lula, Evo, etc, es la puesta en acto de un nuevo mandato mundial de las ultraderechas; ningún gobierno que se proponga la justicia social debe poder sostenerse en el gobierno. Los últimos meses del gobierno de Sánchez evocaban el imaginario de la segunda República antes del golpe franquista que la destituyó. Para la derecha ultraderechizada Sánchez es como un comunista que vino a destruir España, y lo cierto es que hay muchos que lo terminan creyendo, o simulan creerlo. Si lo traducimos en los términos xenófobos de las ultraderechas la conclusión es la siguiente: finalmente Sánchez no es alguien que haya sido " elegido" legalmente.
Y esta es la cuestión más determinante en la situación mundial: la alianza del capitalismo y la ultraderecha, a partir de la Pandemia, no acepta la Democracia si no es a través de un simulacro.
El capitalismo del siglo XXI se muestra definitivamente refractario a la democracia y la invención de situaciones polarizadas es uno de los síntomas más agudos de esta cuestión.