De un tiempo a esta parte, la realidad argentina y mundial deambula entre la tragedia, la angustia, el absurdo, el delirio, la violencia y la intolerancia. La crisis económica, social y cultural le imprime a ese combo un contexto que agudiza aún más sus consecuencias psíquicas (y materiales) en la ciudadanía. Poder sobrellevar una actualidad tan agotadora no resulta tarea sencilla para la vida de la gran mayoría de argentinos. El humor, entonces, bien puede ser un bálsamo para aplacar la angustia generalizada y exorcizar los males diarios.
Con esa premisa es que este sábado debuta La casta en orden (sábados a las 21), el nuevo programa de humor político que estrena Canal 9, conducido por Agustina Kämpfer y Juan Di Natale. “Por naturaleza, el humor político es opositor, pero no solo al gobierno sino también al poder real”, acuerdan los conductores en la entrevista con Página/12.
La casta está en orden tendrá el complicado desafío de transformar en risa una realidad que supera, incluso, a la misma ficción. En un formato estético y conceptual propio del streaming, el ciclo repasará los hechos más relevantes de la semana desde una mirada irónica y sarcástica, que profundice contradicciones e hipocresías, pero que también provoque el desahogo de los televidentes. La Inteligencia Artificial será un recurso a mano en el ciclo, para generar a partir de declaraciones reales de políticos y funcionarios una narrativa humorística distinta. Clips musicales, los grafitis de la semana, el meme del día, el grupo de chats de los políticos y los archivos del túnel del tiempo serán algunas de las secciones del programa.
La casta está en orden contará con la participación de los humoristas Laura Bruni, Iván Ramírez, Emiliano Senas y Martin Bilyk, quienes aportarán las caracterizaciones de políticos que interactuarán con Kämpfer y Di Natale y con el invitado especial que tendrá cada envío. “Vamos a repasar la actualidad de la semana, intentando que la ficción de lo que vamos a recrear junto a los actores y a las actrices supere a la realidad, lo cual va a ser muy difícil en sí mismo. La premisa es sacarle alguna sonrisa a la gente, si es que se le puede poner algo de ironía a esta realidad… Nosotros creemos que siempre es posible”, afirma Kämpfer.
-¿Aún cuando la realidad que vive la Argentina y el mundo está algunos tonos por encima de su registro histórico?
Agustina Kämpfer: -Creo que la gente ya está lamentando su propia realidad desde hace muchos meses, muchos, y que va a seguir por mucho tiempo más. El contexto es agobiante para todos, pero resalto el agobio de los que trabajamos en medios de comunicación, por lo que está viviendo el sector. Pero siempre hay una necesidad de reírnos. La risa tiene que atravesar la vida de las personas para que sea una vida de calidad. Y cuanto más te agobia el contexto, más necesitás tener una especie de recreo, una pausa que si bien no banalice lo que está pasando, le puede encontrar una veta para distender.
Juan Di Natale: -Me parece que el humor funciona como un catalizador de la angustia social, del dolor. Muchas veces el humor exorciza, el humor sirve para reírte de los que -tenés la sensación- todo el tiempo se están riendo de vos. Aunque sea un rato. Obviamente, nosotros no nos vamos a reír del dolor de la Argentina de hoy, en al que estamos todos medio rotos y en una situación muy crítica. La idea es que estemos juntos en ese punto: “Estamos de ese lado, somos parte y vamos a reírnos de estos”. Este es un momento en el que hay un montón de elementos con los cuales hacer humor político. También me parece que es un escenario mucho más hostil, porque la respuesta que podés llegar a recibir frente a una propuesta de humor político puede ser muy dura. Estamos en un momento de mucha confrontación en el discurso público, de un nivel de violencia un poco alto.
-¿Hostil de parte de la gente o de los funcionarios?
J. D.: -O de los poderes afectados, digamos, de los que se consideren interpelados por lo que hagamos. Sí, creo que es un mundo muy diferente del que era a mediados de la década del noventa, cuando empezó CQC, por ejemplo.
-¿Y en qué notás esas diferencias?
J. D.: -El mundo se llenó de estos líderes poco democráticos, con poco apego a las prácticas democráticas, con un discurso extremadamente violento y muchas veces poco elaborado. Hay un montón de personajes, que no hace falta ni nombrar.
-En los noventa los funcionarios se quedaban sorprendidos ante la ironía de un cronista. En la actualidad, parece que eso ha cambiado…
Agustina Kämpfer: -Hoy pasa al revés. Muchas veces los funcionarios suelen rozar o sumergirse en la falta de respeto para responder a cronistas que simplemente hacen su trabajo. Y el cronista se queda como un poco helado. Pero, bueno, como nosotros cronistas no vamos a tener, por ahora no vamos a tener ese problema.
J. D.: -Esto es importante señalarlo, para encuadrar de qué va el programa. No es un programa de cronistas. No es un programa con cronistas en la calle buscando la declaración. Es un programa más basado en, por un lado, la interacción con los actores que van a estar interpretando a los personajes más importantes de la política actual, y en particular de la actualidad de cada semana. Y por otro, las secciones que el programa tiene que están basadas en la edición, a veces con el recurso de la inteligencia artificial, y la interacción que tengamos con el invitado o invitada que tengamos cada semana.
A. K.: -Esta semana misma el presidente hizo prácticamente pasos de stand up en la cena de la Fundación Libertad.
J. D.: -Sin mucho éxito, hay que decirlo.
A. K.: -No lo aplaudió nadie. Vamos a intentar hacer un humor más aplaudible que ese (risas). Pero lo miraba y pensaba, ¡qué difícil para el actor que caracteriza a Javier Milei tener esa competencia! ¡Milei mismo intentando hacer pasos de comedia, haciendo imitaciones! Como sucedió con Carlos Melconian.
J. D.: -Que ni siquiera fue una imitación, eso fue una burla más que una imitación.
A. K.: -Fue un intento de imitación burlesco. Superar esa realidad, menuda tarea para los humoristas.
-¿Cómo creen que deben encarar un programa de humor político sin que el clima de época los arrastre?
J. D.: -Vamos a verlo en la práctica. Es como una cuestión medio personal de cada uno, de cuáles son los límites que cada uno se pone. Quiero decir, Agustina tendrá los suyos y yo los míos. Llegamos a tal punto. No creo que se nos salga la cadena...
A. K.: -Esa salida de cadena generalizada, sí pasa en aspectos de la comunicación no regulada. Por el contrario, en los medios de comunicación lo que percibo es que, y esto no quiere decir que no haya muchísimo que pulir todavía, se tienen unos cuidados mucho más agudos respecto de los noventa, por ejemplo.
-¿Sí?
A. K.: -Sí, sin duda. Hoy, lo cual celebro absolutamente, no puede haber un notero burlándose de una mujer porque está cubriendo un evento político o de automovilismo.
J. D.: -Claro, eso está. Lo que se llamó en estos años el “cambio de paradigma”.
A. K.: -Si hoy hay alguien que se ríe del cuerpo de otro en televisión es un idiota. En realidad, siempre lo fue, pero antes no se interpretaba de esa manera. Muchos ni lo veían. Siempre fue idiota.
J. D.: -Eso es un progreso, pero del otro lado tenemos un retroceso también. Hay un retroceso en lo que tiene que ver con el respeto al otro. Tal vez evolucionamos en cuanto a cómo nos manejamos en las cuestiones de género. Pero ahora, más allá del género, desde el presidente para abajo, el desprecio por el otro, por el que piensa diferente, es moneda corriente. En redes sociales, X es un lugar perdido en ese sentido. Más allá de que es un lugar perdido para el debate de ideas, es un lugar de la mentira. Un espacio que se utiliza para la construcción de la mentira.
-¿Pero eso no sucede también en los medios tradicionales? Hay comunicadores o medios que dicen cualquier cosa y pareciera que no se paga costo alguno: los “núcleos duros” celebran.
A. K.: -Nosotros no vamos a hacer un programa de emboscadas. Muchas veces se convoca a una persona que puede no ser de agrado del equipo del programa, pero se le invita de buena fe de todas formas. Hay programas en los que se hacen emboscadas. Va el invitado o la invitada de absolutamente buena fe para hablar de un tema de actualidad y se le termina preguntando por su vida personal o por cuestiones que no tienen nada que ver por lo que fue convocado. Yo no le puedo preguntar a Felipe Pigna “¿cuál fue su primera vez?” Que sí se lo preguntaría Moria Casán, porque da en un marco. Nosotros vamos a enmarcar el programa en la actualidad, en lo que haya pasado en la semana, intentando que la persona la pase bien y que nosotros la pasemos bien. Si eso pasa, no hay forma de que los televidentes no la pasen bien.
-¿Creen que los periodistas son parte del problema de la decadencia del debate público actual? En la actualidad, pareciera que la búsqueda del impacto le ganó por amplia diferencia a la argumentación, tomando postura por todos los temas con el mismo tono.
J. D.: -A mí me resulta agotador e innecesario y forzado tener que estar tomando posición sobre todos los temas. Personalmente no me interesa. Pero me da la sensación de que hoy para tener visibilidad en los medios masivos tradicionales o en las redes o en las plataformas más actuales, tenés que tomar posición. O sea: si vos querés ser visible, querés tener un lugar en este “mercado de los medios”, tenés que tomar posición y tenés que pelearte, tenés que confrontar con otro.
-Cuanto más extrema la posición, mejor.
J. D.: -Es un poco el signo de los tiempos. Yo me corrí de ahí, no es lo que a mí me interesa hacer. Por suerte tenemos trabajo, estamos empezando un proyecto nuevo sin necesidad de hacer eso.
-¿Cómo conciben al humor político?
J. D.: -El humor político por naturaleza es opositor, opositor al poder. El poder no necesariamente es el gobierno de turno. El poder real trasciende los gobiernos: es más arriesgado reírse del poder real. Es un desafío también, igual no le mueve un pelo: con un chiste no vas a hacer que le tambalee nada a un poderoso. El humor político debe funcionar como una crítica y debe molestar. Esta cosa del tábano, del mosquito.
A. K.: -A la primera persona que invité al programa, porque tengo mi veta de productora que nunca abandono, fue justamente a Javier Milei, que muy amablemente me dijo que no, e intenté convencerlo contándole que el humorista que lo va a caracterizar es alguien que a él le gusta mucho, como lo caracteriza. Pero no me funcionó. No hubo manera,
-¿Pero se comprometió a ir al ciclo en algún momento, o no?
A. K.: -Creo que me dijo algo así como de “si yo no llego, arranquen”. No creo que me haya dicho “lo dejamos para otro momento”, con verdaderas intenciones de que lo dejemos para más adelante. Pero fue una respuesta. ¿Pero quién dice? De repente... ¿Eh? ¿Eh? Ojota.
J. D.: -Bueno, viste, la gente toma decisiones por motivos que a veces son insondables.
A. K.: -No, bueno, pero quizás le baja la popularidad y decide venir a nuestro programa para levantar su imagen.
J. D.: -O lo ve y le gusta y le divierte venir a conversar con Manuel, con el vocero, y bueno, tal vez viene.
A. K.: -Las puertas del programa están abiertas para todos.
Ese tema de los “haters”
En un contexto de mucha violencia discursiva, estar al frente de un programa de humor político resulta un trabajo de alta exposición. ¿Cómo se llevan con las consecuencias mediáticas y políticas que la tarea genera, ante un gobierno que no tolera la crítica y ataca a todo aquel que piensa diferente? “Es televisión, es un medio masivo, te exponés: de hecho, hay “colegas” que se sintieron un poco tocados por lo que creen ver en el programa que todavía ni siquiera empezó”, detalla Di Natale. El conductor construyó su propio mecanismo de defensa para evitar sufrir las consecuencias de los haters. “Yo no voy a leer comentarios, voy a tratar de enfocarme en lo que tengo que hacer y no verme afectado por lo que se dice", confiesa. "Prefiero permanecer al margen, por el momento”.
A su lado, Kämpfer cree que en esta época los ataques van a ser inevitables, pero que hay que estar seguro de lo que uno hace. “Como comunicadora no me imagino haciendo algo que no tenga algún rebote beligerante", reflexiona. "Es inevitable en la Argentina de hoy que ejerzas una profesión de exposición y no tengas un rebote de gente que solo quiere, o bien descargar su propia miseria o hacerte daño por algún otro motivo. Y como no soy un ser impermeable, tengo mis propias precauciones para hacer lo que me gusta sin que un grupo de gente desconocida que no sé ni qué quiere ni cómo piensa ni qué le pasa me lleve a sentirme poco orgullosa de lo que hago. Porque en realidad estoy muy orgullosa.”
Vuelve la ficción a Canal 9
La casta está en oden no sera la única novedad de la pantalla de Canal 9. Desde el lunes, todos los días a las 23.45 habrá lugar para la ficción nacional. La Noche Flow será una propuesta que llevará a la pantalla distintas producciones de ficción originales de la plataforma. En un momento en que la producción argentina se ve seriamente amenazada por el vaciamiento del Incaa, la iniciativa es bienvenida.
La primera en ver la luz será Gamer. Una vida más, una serie nacional dirigida por Jonathan Barg y protagonizada por por Nicolás García Hume, Charo López, Rocío Hernández, Yamila Ostrower, Franciso Bereny y la participación especial de Martín Slipak. Compuesta por 8 episodios, Gamer… es una comedia que cuenta el choque generacional entre Oscar, una ex leyenda de los videojuegos que intenta recuperar la gloria de sus años dorados, y los Warriors, un nuevo equipo de gaming formado por chicos que podrían ser sus hijos.