En la madrugada del lunes último, en los pasillos del predio palermitano donde se desarrolla la Feria del Libro, ni bien se fueron todos los visitantes, se juntaron los ¿fantasmas? de grandes figuras de la literatura mundial que emergían del interior de los libros allí exhibidos y palpitaron el partido final de la Copa de la Liga entre Vélez Sarsfield y Estudiantes de la Plata disputado en la tarde del último domingo.
Cada escritor relató, a su estilo, distintos pasajes del partido.
Comenzó Gabriel García Márquez:
“Muchos años después, antes de patear, con la pelota en el punto penal, el futbolista Fernando Zuqui habrá de recordar aquella tarde remota en que convirtió el gol que consagrara campeón a su Estudiantes, en una dramática definición por penales”.
La presencia de ambas hinchadas en las gradas del estadio Madre de Ciudades de Santiago del Estero fue descripta por Oliverio Girondo:
“Se acomodan, se sientan, se posesionan, se emocionan y gritan.
Se alarman, se inquietan, protestan y vuelven a gritar.
Se estremecen, se conmueven, se sacuden e insultan.
Vociferan, se desgarran, se angustian y sufren.
Se fanatizan, se acaloran, se encienden y se transforman.
Se alteran, se alegran, se entusiasman y enloquecen”
Pero empecemos por los primeros pasajes del partido, justamente con el primer gol del encuentro relatado por Miguel de Cervantes Saavedra:
“En un lugar de la cancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha muchos minutos de jugado el primer tiempo que emergió un arquero de donairosa figura de nombre Marchiori que debió enfrentar a los robustos futbolistas Cetré y Mancuso, cual si fueran dos fieros y descomunales molinos de viento. Maligna fue su fortuna, que el disparo de uno de ellos permitióle a la pelota su ingreso al arco”.
El empate llega en forma de poema de la mano del inigualable Gustavo Adolfo Becquer:
“Lastima el Fortín por la zurda banda
Thiago dispara y se entusiasma el hincha.
Cruza el cielo y cae blandamente
la bola en manos del arquero pincha.
La barra aclama, brama y se estremece
Aquino intenta, es su cabal emblema,
el ataque no cesa, el entusiasmo crece
Scaro emboca y la igualdad al fin llega”.
Después hubo penales, entonces habló la pluma de Jorge Luis Borges:
“A mí, tan luego, hablarme del joven Álvaro Montoro
quien ha cometido el peor de los pecados
que un futbolista puede cometer. Erró un penal definitorio.
Que los glaciares del olvido no lo arrastren
ni lo acobarden, despiadados.
Que la hinchada lo perdone por no haber sido eficiente.
La suerte no estuvo de su lado.
Más no por eso debe sufrir
la sombra de haber sido un desdichado”.
El festejo final de los hinchas platenses fue narrado por el chileno Pablo Neruda:
“Me gusta cuando callan porque están como ausentes,
La vuelta a Liniers será en silencio y no grata.
nos llena el alma haber triunfado en Santiago
y saber que la Copa ya está en viaje a La Plata".