Crowrã. La flor del Burití 7 puntos

Crowrã, Portugal/Brasil, 2023

Dirección: Reneé Nader Messora y João Salaviza

Guion: Francisco Hyjnõ Kraho, Ilda Prapto Kraho y Henrique Ihjac Kraho, Reneé Nader Messora y João Salaviza

Duración: 123 minutos

Intérpretes: Francisco Hyjnõ Kraho, Ilda Prapto Kraho, Luzia Cruwakwyj Kraho, Solane Tehtikwyj Kraho, Debora Sodre.

Estreno: Disponible en Sala Lugones, Teatro San Martín, y en el Malba Cine

Enmarcada dentro de una variante del realismo mágico en el que la ficción y lo documental se cruzan con naturalidad asombrosa, Crowrã. La flor del Burití, dirigida por la dupla que integran la paulista Reneé Nader Messora y el lisboeta João Salaviza, regresa sobre una tradición muy prolífica dentro del cine brasileño contemporáneo. Su historia, suma de relatos que conforman una estructura coral, está ambientada en la reserva de la comunidad kraho, cuyos miembros son los protagonistas. Se trata de un pueblo originario asentado en el corazón de aquel país, virtual centro geográfico ubicado entre la selva amazónica y el planalto, el enorme macizo de mesetas brasileñas.

La película divide su atención entre los personajes adultos y una niña, Jotàt, una dualidad narrativa que le permite representar aspectos diversos de la cultura kraho y la vida dentro de su comunidad. Por un lado, los adultos como Hyjnõ y Crowrã, padres de Jotàt, o Paptro, la prima mayor de la niña, son quienes llevan las riendas del vínculo que los kraho mantienen con el mundo, ya sea hacia el interior de la tribu o con ese gran afuera que representa Brasil. No solo como sociedad heterogénea y diversa que conforma un país, sino como estructura política y entidad multicultural. Por su parte, el personaje de la niña cumple una función didáctica: su camino de aprendizaje de la cultura de su propio pueblo funciona también como un espejo para los espectadores, quienes irán descubriendo junto a ella ese corpus ajeno de tradiciones y costumbres.

La combinación de escenas naturalistas con otras de una estética dominada por una fuerte carga onírica, resulta una oportuna forma cinematográfica para representar la cosmovisión de los kraho, que, en comunión con la de la mayoría de los pueblos americanos, mantiene un estrecho vínculo espiritual con la naturaleza y sus diversos elementos. En ese sentido, el uso magistral de la fotografía, gentileza de la propia Messora, resulta una herramienta fundamental. No solo para plasmar con ánimo preciosista los distintos rituales y ceremonias, sino también para contagiar la fascinación por una forma muy distinta de ver el mundo a quienes observan desde la platea, con una mirada construida desde la concepción occidental.

La eficacia y familiaridad con la que la dupla de cineastas consigue retratar la vida al interior de la comunidad kraho resulta asombrosa. Sobre todo tratándose de dos cupé, la palabra que usan los miembros de la tribu para denominar a quienes no pertenecen a ella: los “civilizados” (eso significa la palabra). Lejos de resultar casual o fruto de un virtuosismo natural, esa evidente intimidad entre directores y protagonistas es fruto de una construcción delicada y sincera que demandó de años.

Porque no es la primera vez que Salaviza y Messora ruedan en colaboración con los kraho. Ya en 2018 se habían presentado en el Festival de Cannes con Chuva é cantoría na aldeia dos mortos, donde resultó premiada en la competencia Un Certain Regard. Aquella película comparte con esta no solo el hecho de estar filmada también en tierra kraho y con sus habitantes como protagonistas, sino los recursos narrativos que hacen que los dos trabajos resulten obras tan personales.

Ambas comparten además tanto una amorosa fantasmagoria como la voluntad de reconocer a los kraho como una más entre las culturas que enriquecen la identidad brasileña (y americana) y no como un mero acercamiento a lo exótico. Bien lejos de la mirada paternalista representada por el arquetipo de “el buen salvaje”, Crowrã. La flor del Burití intenta hallar una forma narrativa propia, sin imponer la mirada extranjera, y se afirma en la decisión ética de retratar sin exhibir.