El gobierno de ultraderecha libertario actúa de tal modo como si lo insoportable no hará reaccionar a la población.
Confía plenamente en una lógica de guerra donde cuanto más se acumule la destrucción social de distintos espacios, más se afianzará su poder.
Dado que fueron votados y ganaron, están seguros que no existe el límite, cuantos más sean los quebrados, los que enferman sin remedio, los que quedan fuera de todo amparo, más claro será el efecto de castigo. Están convencidos en qué las tradiciones de lucha del pueblo y la constitución de nuevos dirigentes es una cosa del pasado. El diagnóstico de que los 100 años de decadencia han señalado a los verdaderos culpables constituye para ellos una certeza definitiva. Por supuesto nada indica ni asegura que tengan razón, ni mucho menos que vayan a tener éxito con este proceder, pero es importante reconocer la estrategia que los rige: no les preocupa ni el aumento incesante del malestar ni la posibilidad de que ese malestar haga posible surgir una fuerza política que los ponga en jaque. Para ellos no hay lugar para el estallido porque el estallido son ellos mismos.
Por algo son la primera fuerza política en el mundo democrático que destruirá la democracia para acabar con los "zurdos".
La idea que los inspira es que el "caído del sistema" no tiene recursos simbólicos suficientes para situarse en una militancia nueva. Se trata de quemar las energías transformadoras de la población reduciendo todo al abatimiento general. No solo no importan las epidemias, la falta de medicamentos, sino que hacen a la esencia del plan de destrucción de las mayorías populares. La mejor arma de la ultraderecha es el desastre. De este modo asegura que después otra nueva derecha sea aceptada con el supuesto de que será menos terrible.
Ha surgido una nueva lógica en las ultraderechas libertarias, aumentar la intensidad del castigo el mayor tiempo posible. Quienes desean ver otra cosa o esperar algún arreglo posible con este proyecto son cómplices y colaboradores, lo acepten o no.
Mientras, las luchas que comienzan por todas partes, es necesario que la población las perciba como una lucha fundamental, más allá de los derechos y la justicia, es la lucha por la posibilidad de la vida misma.