¿Cómo será recibido Martín Demichelis por los hinchas de River en la previa del partido con Libertad de Paraguay? ¿Volverá a recibir una rechifla que sonó exagerada e injusta? ¿Será tratado con indiferencia? ¿O habrán sido suficientes los silbidos del sábado, cuando fue nombrado en el anuncio de la formación que jugó ante Central Córdoba? Ese pronunciamiento inesperado del estadio Monumental puso en evidencia algo que se intuía y que además, venía circulando por las redes sociales y los foros millonarios: la molestia de un sector del público de River por algunos resultados (la derrota ante Boca que lo eliminó de la Copa de la Liga y el empate con Nacional en Montevideo por la Copa Libertadores) que algunos atribuyen a ciertas decisiones del entrenador.
Por su perfil bajo, su elegancia europea, su estilo escasamente tribunero y también por aversión a las declaraciones rimbombantes, Demichelis, a un año y medio de haber asumido la dirección técnica de River, todavía no ha conectado con un sector de los hinchas que le disculparía algunos errores si fuera un director técnico menos compuesto y más expansivo y pasional. Demchelis se formó como jugador y fue campeón con River. Pero los veinte años que vivió en Europa y sobre todo su paso por el Bayern Múnich como futbolista y luego entrenador del equipo B, le dejaron una marca indeleble. Demichelis es como es y será dificil poder cambiarlo. La demagogia y la frase picante y titulera nunca formarán parte de su modo de ser y estar en el mundo de la pelota.
Algunas de sus decisiones pueden resultar cuestionables. Pero no tanto como recibir los silbidos del Monumental repleto. Hay quienes miran con desconfianza los cambios que hace durante los partidos que, en muchos casos, parecen decididos de antemano. Otros cuestionan que la excesiva rotación de jugadores de mitad de cancha hacia arriba dificulta la estabilidad del equipo y le impide definir una línea de juego. Y están tambien los que creen que River jamás debería jugar de contraataque y que por pararse más atrás que lo habitual, sin la necesaria solvencia defensiva, se perdió con Boca y se empató con Nacional. Dos partidos en los que River arrancó ganando y no pudo sostener la ventaja.
Da toda la sensación de que una vez más, la Copa Libertadores será el fiel de la balanza. Y que el futuro de Demichelis y su relación con la gente dependerá de como le vaya a River en el torneo continental. Todo o casi todo le será disculpado y disimulado si el equipo por lo menos llega a la final, ni hablar si sale campeón y le da al club la quinta Libertadores de su historia. En cambio, si River quedase en el camino, los cuestionamientos reaparecerán corregidos y aumentados. Y tal vez le sea complicado a Demichelis recuperar el afecto de las tribunas y hasta sostenerse en el cargo. La silbatina del sábado sonó demasiado cruel, acaso a tono con los tiempos que corren. Pero fue el reflejo de un clima de molestia e incomodidad con el técnico que recorre cada vez con más fuerza, los pasillos y las tribunas del viejo estadio Monumental.