Iván cenaba en la casa familiar de Virrey del Pino, a la vera de Ruta 3, cuando de repente desde la calle irrumpió un griterío. Era un hombre golpeando e insultando a una mujer. “La agarró de los pelos y la tiró al piso”, cuenta. “Por eso nos metimos al toque con mi hermano.” La pareja (si ese término es admisible en semejante situación) desapareció de la escena, aunque regresó a la media hora… tomada de la mano. En otra época, Iván–o muchos hombres que presenciaran un hecho similar– razonaría que “la culpa fue de la mujer”: ¿por qué vuelve con quién acaba de agredirla? Hoy algo parece haber cambiado: “Probablemente la chica tuvo miedo y prefirió hacer como si nada; está claro que nuestra ayuda no fue suficiente”, supone.
Iván Rojas tiene 23 años y juega en Central Ballester, un club de Primera D con una conciencia social inédita en este fútbol individualista hasta la indiferencia y competitivo hasta la trampa: su plantel participó en charlas y capacitaciones ofrecidas por dirigentes feministas de San Martín, la ciudad de este equipo que clasificó a la Copa Argentina y pelea por ascender a la C. La intención era ver cómo se puede ayudar más allá de la declamación.
La propuesta surgió de Ezequiel Rodríguez, joven dirigente que había pergeñado la difundida idea de homenajear en la camiseta de Ballester a los fusilados de José León Suárez (aquellos de los hechos que inspiraron Operación Masacre de Rodolfo Walsh) y ahora craneó colocar la leyenda Ni Una Menos. “Todos aceptamos porque nos parecía muy bueno empezar a comprometernos”, afirma el futbolista Rojas.
A diferencia de lo que podría prejuzgarse, Rodríguez jura que esto no tiene nada de oportunismo: “El fútbol es uno de los principales nichos machistas y por eso les propusimos a los jugadores generar vínculos y charlas sobre cuestiones de género, para que no quedo todo en lo enunciativo”, apunta el dirigente. “Las acciones parten de lo territorial, porque si bien jugamos en la cancha de Colegiales, en Munro, porque la nuestra no está terminada, hay mucho arraigo en la zona donde la estamos construyendo. Son barrios conflictivos con calles de tierra, comisiones de solidaridad y resonantes femicidios: el cuerpo de Melina Romero apareció en un brazo del Río Reconquista y el de Araceli Fulles en un contrapiso del Barrio Libertador, mientras que a Micaela González el novio la mató a ladrillazos en Villa Hidalgo.”
“Me siento afortunada, como mujer, de trabajar a la par de hombres que comulgan con ideas como éstas. Creo que no hay en el club diferencias entre hombre y mujer. Somos uno luchando por lo mismo”, habla desde el cuore Marianela Verón, directiva joven y rockera de Central. “Cuando entré a Ballester, a muchos les llamaba la atención. ‘¿Qué hacés ahí, rodeada de tipos?’, me decían. ¡No son tipos! Son personas con valores increíbles, dispuestas a cuestionar sus privilegios y a repudiar toda violencia”, arremete. “Central Ballester es pura lucha y amor, con un corazón inmenso. Para muchos es nada. Para nosotros, un montón.”