Esta nota será publicada un día después del 8 de marzo. Tal situación plantea una dificultad: no tiene sentido hacer de ella una convocatoria a las movilizaciones ni intentar hacer una suerte de predicciones concretas sobre la fecha, salvo una, que desvela nuestra impaciencia: seremos millones.
Teniendo en cuenta esto, deseo escribir sobre lo previo, la conformación de los espacios que organizan las movilizaciones del 8. Poner en el tablero algunas discusiones que se han dado en las asambleas desde una perspectiva trans se vuelve necesario, porque este movimiento es cada vez más masivo. Sin ir más lejos, hace días entré a un local de marca conocida, y la nueva temporada de buzos decía, en letras grandes, “FEMINIST”. El capitalismo reversiona nuestras luchas de modo de poder acapararlas; adapta el discurso para que en la sociedad puedan, inclusive quienes no se han repensado mucho nada, nombrarse de una forma históricamente disruptiva: feministas. Durante las asambleas de La Plata, la discusión sobre quiénes somos lxs sujetxs del feminismo estuvo latente. Se llamó Asamblea de Mujeres, Trans y Travestis. Faltaba nombrar a las lesbianas, y también a las maricas. Aun el imaginario colectivo nos dice que todas las lesbianas son mujeres, y que las maricas, a pesar de todo, hombres. En la 2da asamblea, varias compañeras al tomar la palabra pidieron enardecidamente a todos los hombres que se retiraran. En una de esas, me levanté y con fuerza le respondí: “¡¿Compañera, estás segura de que no son mariquitas u hombres trans a quienes les hablas?!”. La compañera se quedó repensando. Al final, un compañero trans se acercó a saludarme. Me explicó que cuando la compañera agitó este pedido, varias mujeres detrás suyo le gritaron adrede fuerte “Sí. Qué se vayan todos los tipos”. Luego, agregó: “¿Qué debería hacer yo, bajarme los pantalones para que me digan que está todo bien?”. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Ambxs nos emocionamos. Otra marica se acercó a contarme que una chica le preguntó: “¿sos hombre o mujer?”. La marica, angustiada, le respondió que no quería definirse. A lo que la chica le increpó, exigiendo que diga cómo se autopercibía, que si era hombre o mujer para estar ahí. Esa persona podría haber sido perfectamente yo hace dos años.
La experiencia de formar “espacios seguros” viene demostrando a nivel internacional que no nos sirve. Los espacios seguros se forman tomando criterios demasiado estrictos para los matices de la realidad, y terminan por ser expulsivos. Por lo mismo durante casi 25 años las trans/travestis no pudimos entrar al Encuentro Nacional de Mujeres. Además, que el feminismo sea una lucha sólo de feminidades o mujeres, ¿qué posibilidades de deconstrucción y libertarias deja desde su lucha para el resto de las identidades? Si muchas lesbianas también son mujeres, y si existen las lesbianas chongas, ¿por qué las maricas deben ser bien emplumadas para ser respetadas, o por qué se llega a pensar que un hombre trans masculino es un traidor al género? ¿No es acaso esto una fetichización binaria de la feminidad?
Creo más que nunca lo que escuché por primera vez de Marlene Wayar: todxs podemos ser trans. Lo entiendo como proponer otrxs imaginarixs, más posibilidades: en tu género prima tu decisión. Es una perspectiva libertaria: todxs podemos elegir deconstruir los mandatos del género que nos fue asignado. Nuestra lucha tiene sobre lxs cuerpxs la misma fuerza que la lucha por el aborto, están profundamente ligadas: es mi territorio, y decido yo.
En la última asamblea, una compañera dijo: me gustaría ser trans, así me escucharían como te escuchan a vos. Sonreí, y respondí: Será que nos hemos creado el momento de ser escuchadxs.