Se derriten por ella. La miran con ojos que dicen tantas cosas... Es ese objeto del deseo que no puede quedar en manos de cualquiera. Y es posible que se piense que nadie puede tener palpitaciones por una cuestión así. Pero qué saben esos que nunca quisieron tener una en sus manos. No importa cómo, el asunto es tenerla, besarla, olerla y sentirse orgulloso de eso. Y no es fácil alcanzarla, hay que tener una alta dosis de fortuna. No importan las formas, ni el color. No molesta el diseño que se use, ni cuánto hace que fue creada. Sólo cuenta sentir que es de uno y mirarla. Una camiseta, de la disciplina que sea, siempre será la más bella flor del deporte. Entonces, conseguir una se vuelve toda una odisea y allí nacen los interrogantes. ¿Qué hacen los jugadores con las que intercambian? ¿Cómo es que las regalan con tanta naturalidad? ¿Por qué se desprenden de una pieza tan valiosa?
Y pensar que 200 gramos de tela pueda cambiarle la vida a una persona... Ojo, puede que si alguien se queda con una camiseta de Barcelona, de las que usaba allá por 2011, tenga 500 gramos en sus manos si es que se la dieron transpirada, por ejemplo por Messi, Xavi o Iniesta. Cómo será de importante este tema de las camisetas que el diario El País contó, por entonces, que habían pesado las camisetas antes y después de un partido y llegaron a esa conclusión. Pero volvamos a lo que nos inquieta y siempre nos da vuelta por la cabeza. Para comenzar a comprender el asunto es necesario saber que cada club tiene sus condiciones y sus reglas respecto a cómo los jugadores tienen acceso a las casacas y eso representa tomar nota de los escollos a sortear para llegar a una.
En la mayoría de los casos el jugador debe pagar por regalar o intercambiar una camiseta, aunque el precio es menor al que se paga en un comercio. Ojo, hay clubes que tienen canilla libre de camisetas, pero son los menos. Los casos más conocidos son los de Real Madrid y Barcelona. El contrato de los culés con Nike establece que los jugadores se quedan con las camisetas que utilizan en cada encuentro y, además, tienen acceso a más indumentaria si es que la requieren. ¿Todos son así? De ninguna manera.
El escolta de la Liga de España, Atlético de Madrid, no goza de los mismos beneficios. Hace poco menos de un año los jugadores se quedaban con las dos camisetas que utilizaban por partido. Pero ahora sólo se acceden a una de ellas; si algún futbolista necesita alguna extra el club se la descuenta del sueldo. El valor para el futbolista es de 82,60 euros, una cifra menor que la registrada en las tiendas, donde alcanzan los 140 euros. Se calcula que los futbolistas del equipo de Diego Simeone se quedan con 20 o 30 camisetas por temporada. ¿Cómo llega el descuento adicional? El club aplica los cargos cuando les paga los premios acordados por objetivos que se establecen antes de cada año de competencia.
En el fútbol argentino también se construyen diferentes relaciones en este sentido. En Boca, por ejemplo, la cuenta es la siguiente. Las camisetas que utilizan en el primer y segundo tiempo, quedan para los futbolistas. Este acuerdo se estableció hace un tiempo gracias a una gestión de Carlos Tevez. El Apache, cuando regresó desde la Juventus, les pidió a los dirigentes que cada jugador pueda disponer de esa indumentaria. En el caso de que algún integrante del plantel necesite más casacas, el club se las cobra a $ 1210, el modelo completo, es decir con número y nombre. En Boca, es conocido que en la época en la que jugaba Juan Román Riquelme, el Nº 10 siempre tenía en el baúl de su camioneta algunas camisetas para darle, por ejemplo, a algún fanático que lo pudiera reconocer. Algunas de las leyendas urbanas cuentan que se las ha obsequiado a varios chicos que hacen malabares en los semáforos. Incluso, cuando jugó su último partido en Boca, compró camisetas con su nombre como regalo para todos los integrantes de su familia y también para cada uno de sus compañeros del plantel.
En River la cuestión es diferente respecto a cómo se acuerda la entrega de la vestimenta. Adidas le entrega 30.000 prendas por temporada y es la propia institución la que administra. Tanto la indumentaria de juego como la de entrenamiento quedan en la utilería. Ahora bien, si cambian alguna camiseta o regalan a alguien alguna prenda es un costo; el club no lo cobra. Sólo tienen que avisar que van a necesitar una y el club se la otorga sin problemas.
Los equipos de Avellaneda tienen un mecanismo similar. En Racing el arreglo que hicieron los jugadores con los dirigentes es quedarse con una de las dos camisetas que tienen para cada partido. En el caso de obtener un éxito se estableció que se pueden quedar con las dos. Si algún futbolista necesita más ropa, el club la solicita a la marca y se la cobran al costo; es decir, aproximadamente al 50 por ciento del valor en una tienda oficial. En Independiente también cuentan con dos camisetas por encuentro, una para el primer tiempo y otra para el segundo período, y se quedan con una de las dos. Por cada prenda extra que solicitan los jugadores los dirigentes se la descuentan del sueldo en una relación que es cercana al 60 por ciento del valor en un comercio.
En Boedo tienen una política similar a la de Avellaneda, aunque los valores son un poco más altos. Los jugadores disponen de dos camisetas por partido, pero sólo se pueden quedar con una de ellas; en el caso de querer la otra, se la cobran $1500. Si quieren más camisetas, pueden comprar en la tienda oficial con descuentos especiales. Ah, si quieren regalar un pantaloncito, el valor es de $500.
En los clubes con menos poder económico cambia el escenario. En Lanús, por ejemplo, no hay remeras de regalo para los jugadores y les descuentan $1000 por cada camiseta que cambian o regalan. En Temperley, los futbolistas tampoco tienen prendas a disposición. Cada casaca que usan queda en el club y si intercambian alguna se las cobran en un valor cercano a los $1400. Si quieren más camisetas con su número y nombre, suelen comprar en la tienda oficial de la entidad del Sur, les realizan un descuento y se las descuentan a fin de mes del sueldo. En Banfield todas las camisetas tienen costo para los futbolistas y les descuentan $1200 del sueldo por cada casaca que deja la utilería; en Unión los futbolistas pagan $1000 y en Colón $1400, por cada remera que se quedan.
En el universo del fútbol hay algunos actores que saben de qué se trata jugar en diferente clubes y en cada uno de ellos vivieron diferencias experiencias. Diego Churín, delantero de Cerro Porteño, actual campeón del fútbol paraguayo y goleador del último torneo le contó a Enganche: “En Cerro Porteño pagamos el 50 por ciento o un poco más del valor de una camiseta en uno de los centros de Nike (unos 40 dólares). Cuando jugué en Unión Española, en Chile, en el contrato negociabas el precio que pagabas si cambiabas la camiseta. Era un arreglo personal. En Independiente me acuerdo que nos regalaban dos camisetas para cambiar cuando jugabas de local y una cuando el equipo era visitante. Pero todo era diferente cuando arranqué en el ascenso (Platense, Comunicaciones y Los Andes) solo la cambiaba la camiseta con alguno que era muy amigo; ahí te cobran todo, porque es todo a pulmón”.
Cada historia se escribe con diferentes aventuras. Andrés Imperiale, el zaguero que es un auténtico trotamundo, tiene las suyas. Después de jugar dos temporadas en la Mejor League Soccer, acordó un vínculo con Guaraní, de Paraguay, pero también anduvo por Bolivia, Chipre, Chile y Costa Rica. Y esto le cuenta a Enganche: “Me gusta cambiar camisetas, son recuerdos que quedarán para mi hijo Giovanni. La mayor cantidad son de la MLS, donde intercambié alrededor de 30; tengo las de Andrea Pirlo, David Villa, Steven Gerrard, Robbie Keane, Giovinco… Los futbolistas en los Estados Unidos no son de cambiar camisetas, es una tradición más arraigada en nosotros los sudamericanos y en los centroamericanos. La situación que más me avergonzó fue cuando le pedí a Kaká realizar el intercambio: él jugaba en Orlando City y con San José Earthquakes le empatamos sobre el final. Me dijo que después me la daba, así que me fui al vestuario sin demasiadas ilusiones. Cuando salí de las duchas estaba Kaká esperándome con la camiseta”.
Lo bueno para Imperiale es que no tuvo gastos que afrontar en su paso por el fútbol estadounidense respecto al intercambio de camisetas: “En la MLS, al menos en nuestra franquicia, no teníamos restricciones. La utilería era una canilla libre de camisetas, aunque me comentaban que en otros equipos sí les fijaban un precio. Cuando me tocaba enfrentar a un futbolista consagrado, ya en la entrada en calor los apalabraba, porque en los Earthquakes tenía un par de compañeros panameños que estaban en la misma. Mi deuda fue cambiar con Didier Drogba. Durante el partido tuvimos varios roces y al final cuando le pedí me dijo que ya se la había prometido a otro jugador, pero que después me alcanzaban una al vestuario. Nunca llegó”.
Ahora bien, no en todos lados le pasó lo mismo al defensor rosarino: “En Chipre el utilero era súper puntilloso. Las camisetas se cobraban y tenía prácticamente tenía contadas hasta las vendas, así que cada cambio en Aris Limassol FC me costó unos 70 euros”.
Los muchachos del básquet
En la NBA no es tan habitual el intercambio de camisetas. Sin embargo, si un jugador cambia muy seguido su ropa, hay descuentos en su sueldo. Los precios de camisetas superan los 100 dólares; aunque la indumentaria que utilizan los basquetbolistas en la competencia se la denomina Authentic y en las tiendas oficiales de la NBA cotizan a 249 dólares. Por lo general, el interés de los fanáticos y de los propios jugadores es intercambiar zapatillas firmadas, ese el tesoro en el universo del básquetbol de los Estados Unidos. ¿Por qué para un jugador es más simple otorgar calzado? Es que muchas franquicias cada 15 o 20 días les da a sus jugadores entre 3 y 4 pares de zapatillas nuevas. Lo que suelen hacer los equipos es, cuando un jugador emigra de la franquicia, darle las camisetas que usó mientras estuvo en esa ciudad.
En Europa se mantienen casi las mismas reglas que en la liga de los Estados Unidos, pero no tiene que ver con el cambio de las zapatillas, sino que no tienen camisetas a disposición. Si necesitan alguna, las compran en las tiendas oficiales y les hacen un descuento de casi el 50 por ciento; es decir que pagan casi 70 euros por una camiseta. No en todos los clubes sucede eso, pero en su gran mayoría. Lo que sí es habitual es que cuando un jugador deja de pertenecer a un equipo, el club le entrega los modelos de camiseta que estén disponibles en ese momento. Incluso, algunos jugadores han vivido la experiencia, en el Viejo Continente, de llevarse la ropa de juego a su casa para lavarla y volver a usarla en cada partido. Un mundo deportivo diferente.
Es evidente que ese precioso tesoro que los fanáticos quieren, no es una moneda que para muchos de los deportistas les resulte sencillo de obtener. Aunque claro, la tentación por tener en un cuadro, colgada de una percha o poder transpirar una camiseta de uno de los cracks a los que se admira, para ellos, los de la tribuna, eso no tiene precio.