En la villa 31 todas las semanas se juega un partido que no te van a mostrar en televisión, ni pagando el abono codificado. Un equipo dirigido por una mujer que plantada en el centro de la cancha, ordena a las jugadoras y distribuye el juego colectivo para que cada una tenga el poder de elegir ser quien quiera ser. Mónica Santino viene a cuestionar lo establecido. Con la cancha inclinada, a lo largo de su vida desafía a una sociedad patriarcal sin dejarse amedrentar. En ese recorrido, deja desparramados por el piso a rivales que intentaron detenerla pero nunca pudieron alcanzarla.
Mónica, reconocida nacional e internacionalmente por su labor social a través del deporte, es Fundadora y directora de la escuela de fútbol femenino “La Nuestra”, de Retiro. Periodista deportiva, ex jugadora de fútbol en la Primera División de All Boys y madre de dos hijas que adoptó junto a su compañera, no gambetea ningún tema a la hora de hablar fútbol, política y religión.
-Desde chicos nos imponen que a los nenes hay que darles la pelota y a las nenas las muñecas, en tu caso, ¿cómo fue esa infancia?
-La muñeca estaba y formaba parte, pero yo nací en una casa muy futbolera y la salida de los domingos era ir a la cancha a ver a Vélez. Yo lo único que quería era jugar a la pelota. Teníamos cosas para jugar que supuestamente “eran de nena” y también estaba todo lo otro. Yo agarré todo lo otro. El fútbol estuvo siempre. Mientras fui chica fue simpático, estaba todo bien, era lo que llamaba la atención porque me gustaba jugar y hablar de fútbol. Leía El Gráfico, leía Goles, anotaba la formación de Vélez en un cuaderno, iba a jugar a la calle. Jugaba todo el día a la pelota, con pelota de goma en el asfalto y era la única mujer entre todos varones. Yo quería jugar, no tenía otra intención.
-¿Por qué dejó de ser simpático?
-Cuando entré a la adolescencia ya era mal visto porque era mujer. A mi viejo le dejó de gustar, empezaron a poner caras y a discutir con mi abuelo en algunos almuerzos familiares. No correspondía. A los 11 o 12 años empecé a sufrir lo que significaba todo eso. Yo me iba a jugar igual. A mis 18 o 19 años, vi un anuncio para ir a probarse a River. Estuve un tiempo, no porque me interesara River, sino porque me quedaba cerca de mi casa. Después, en el año 1989 abrí por completo la puerta de la militancia porque fui a la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) a ser parte. Eso me sacó como seis años de todas las cuestiones deportivas porque puse el alma y el cuerpo en lo que significó la personería jurídica de la CHA, el armado de lo que fue la explosión de esos grupos después del reconocimiento legal. Y ser militante en los 90’ era bastante duro, extraño, ibas en contra de la corriente por completo. Lo único que importaba era que podías comprarte un montón de cosas porque el dólar era 1 a 1, viajar, y la política no tenía interés de un gran porcentaje de los que éramos la juventud en aquellos años. Era difícil, pero es una época que recuerdo con un montón de cariño. Cuando dejo la CHA, porque se derogan los edictos policiales, creí que era una etapa concluida y volví a jugar a la pelota.
- ¿Por qué las mujeres son invisibilizadas en un deporte tan masivo cómo el fútbol?
-El fútbol tiene una identidad varonil, masculina, desde sus inicios. Está inscripto en la cultura como el deporte de los hombres, sobre todo en Latinoamérica y en nuestro país. Jugar a la pelota, cómo va a lucir tu cuerpo, patear fuerte o no, saltar, rasparse. Crecimos con la idea de que es sólo para varones y es un coto tan cerrado, tan parecido a la iglesia católica, es difícil que una mujer sea Papa. En el fútbol pasa algo por el estilo, es como una especie de religión. Entonces las mujeres siempre tuvimos un lugar de segunda, incluso como espectadoras. Me acuerdo que cuando era chica había sectores para mujeres, una especie de corralito del cual no se podía salir. Por suerte eso cambió mucho, las mujeres van por todos lados y con camiseta. Ir con camiseta en mi época era algo impensado. Se fue transformando en la medida que nosotras vamos reclamando derechos y me parece que con el fútbol está pasando eso. El derecho a jugar, el derecho a practicar algo que se vive en todas las esquinas y que forma parte de nuestra cultura es innegable. Entrando al siglo XXI, un deporte que representa todo lo que representa el fútbol dejaba afuera a más de la mitad de la población que somos nosotras. Como asociación civil, pensamos que una solución para todo este planteo es fundar un club de fútbol de mujeres, donde el fútbol sea primer deporte y no tengamos que pelear la cancha, la camiseta, y que todo lo podamos armar nosotras con nuestra identidad. Para popularizar el fútbol femenino trataría de garantizar que el acceso sea muchísimo más fácil para las pibas. Me parece que la clave está ahí. Y pensar en comisiones directivas donde haya paridad de género, y que en los lugares dónde se toman decisiones con respecto al deporte haya mujeres con conciencia de género. También la ley de deporte que se sancionó en 2015, con un articulado que habla del empoderamiento de la mujer, con participación del 50 por ciento en las comisiones, pero no se cumple. Creo que recuperar esa ley y ponerla en movimiento sería algo bueno. Al igual que un proyecto de ley que se presentó en Ciudad desde la Asociación de clubes de barrio y deporte social, con un mismo apartado de género. Me parece que esas son cuestiones que tenemos que militar.
-¿Se juega como se vive?
-Algunos periodistas lo dicen de tal manera que queda como frase hecha, pero yo creo que es muy cierta. Nosotras tenemos otra frase, que también sale de las conversaciones con las pibas: “Me paro en la cancha como en la vida”. Y creemos que es así. Vos sabés perfectamente que para hacer un gol, tenés que hacer pases con otras compañeras adentro de la cancha. Bueno, afuera de la cancha es lo mismo. Vas a ver actitudes mezquinas, actitudes de mucha valentía, gente que prefiere pararse atrás de la marca, otra que pide siempre la pelota. Eso después, se traduce. Yo creo que el fútbol como metáfora de la vida es maravilloso.
-¿Cómo te imaginás tu vida y la de estas chicas si no existiera un espacio como “La Nuestra”?
-Si no estuviera acá, no sería yo. Y las pibas no tendrían la oportunidad de demostrar quiénes son, tener el orgullo por el barrio, orgullo villero, de saber que pueden construir, que pueden jugar a lo que quieren jugar.
-Varias de las jugadoras de la Villa 31 pudieron jugar en otros países. ¿Cómo vivieron esa experiencia?
-Nos invitaron a un evento que se llama “La Copa de los Sin Techo”, representando a Argentina. En 2010 se jugó en Copacabana en la playa, en 2011 cerca de la torre Eiffel y en 2012 en el Zócalo. Fue tomarse el avión, ponerse la camiseta, cantar el himno. Un antes y un después para todas. En 2015 fue el último viaje importante que hicimos, fue a Berlín, Alemania. Un grupo de militantes feministas alemanas que se llama Discover Futbol, también jugadoras de fútbol, organizaron un festival con la idea de “Jugar Más Allá de las Fronteras”. En la previa se desarrollaron talleres para hablar de cuestiones de género referidas al deporte. Un cuento del libro “Pelota de Papel” habla de eso, de lo que nos pasó cuando encontramos la foto de Güemes en el medio de una cancha en Berlín.
-Desde el gobierno nacional anunciaron que quieren incorporar a la agenda legislativa de este año el debate respecto del aborto. ¿Cuál es tu mirada sobre este tema?
-La despenalización del aborto es un reclamo histórico del movimiento de mujeres, se intentaron varios caminos, se consiguió que el aborto no sea punible en algunos casos, pero siempre hay muchos problemas para que ese protocolo se cumpla. Incluso este mismo Presidente que dice que hay que favorecer el debate es quien vetó la no punibilidad de los abortos en la Ciudad de Buenos Aires. Entonces creo que no nos tenemos que quedar pensando en el oportunismo comunicacional del gobierno en esta instancia y sí estar lo más fuertemente paradas como Movimiento de Mujeres, porque es un logro del Movimiento de Mujeres, no de esta gestión, no de Cambiemos. Es una cuestión de salud pública porque sabemos positivamente que las que se mueren son las mujeres que no tienen recursos. Una mujer con recursos cuando tiene que hacer un aborto, va a tener más chances de salir de eso, mientras que una mujer pobre, en el medio de un contexto terrible para las mujeres, no lo puede hacer. Tenemos que aprovechar esta instancia, aunque creo que fue un anuncio marketinero, porque el debate ahora lo van a dilatar. No nos tenemos que quedar en chicanas. Hay que avanzar desde el movimiento para lograr las mayores conciencias posibles dentro del Senado y la cámara de Diputados para lograr que esa despenalización se haga realidad en el marco de derechos civiles que necesitamos que aumenten. Yo creo que el feminismo es un movimiento emancipador, que lucha contra las formas de autoritarismo. Es un movimiento horizontal, que construye políticamente de otra manera y que es ideal para este momento. Cuando decimos “lo personal es político”, esto tiene una fuerza enorme para combatir todo eso que se nos viene en contra que es: “La política no importa, no interesa, son todos chorros, se robaron todo”. Y no es así. Con política podés transformar las cosas.
-¿Cómo ves el avance de las mujeres en la pelea por sus derechos?
-Creo que las mujeres hace mucho tiempo estamos organizadas y en el último tiempo el movimiento de mujeres tomó un vigor extraordinario. Recuperar la política como valor y la participación. Vos vas a un encuentro de la mujer ahora y explota de gente, en comparación con los noventa. Eso para las más grandes, es motivo de orgullo, cómo se va renovando y como nos vamos pasando la posta. El colectivo Ni Una Menos tuvo una actuación muy importante al poner sobre el tapete la cuestión de los femicidios, cómo a las mujeres nos matan todos los días. Pero los reclamos son históricos y me parece que este es un momento del movimiento de mujeres que es histórico y que lo tenemos que aprovechar. Pensar que no es solo una cuestión de mujeres, sino que también los varones tienen que estar interpelados por esto. Hoy es la despenalización. Pero también es: iguales salarios, paridad de género en los lugares donde se toman decisiones. Y tener muy en cuenta que ese aporte de las mujeres al feminismo, ayuda en un momento muy difícil, donde nosotras queremos que realmente el mundo sea distinto. Cuestionar cómo se usan los recursos naturales, cuestionar como se reparten los bienes de un país. Cómo volvemos a incluir a los lugares o barrios más necesitados, cómo ponemos en agenda todo lo que tiene que ver con eso. El feminismo ahí tiene mucho para aportar.