Un tipo se sube a un escenario y le explica al público su teoría del SIM (Sorete Imposibilitado de Mirarse), que ensaya respuestas a por qué los argentinos votan como votan. Un rato más tarde, el mismo tipo se disfraza de señora mayor de un barrio paquete de la Capital Federal y despliega todo su desprecio por las expresiones populares, mientras otro lo/la entrevista de forma incisiva, sacando lo más crudo de su ser. El primero es el actor y humorista Max Delupi, el segundo el periodista y productor Claudio Villarruel, y lo que hacen juntos en escena se llama Fernet Concert, un espectáculo de varieté en clave de humor político que pretende mostrar que el género no debe “imitar políticos” sino plantear “una visión del mundo”. Con la participación, también, de los cómicos Sebastián Fernández y Agustín López Núñez, que encarnan otros desopilantes personajes como el del rector de la primera universidad de panelistas, el espectáculo comenzará hoy una temporada en la sala Caras y Caretas Sarmiento que se extenderá durante todo el año. “Anda a saber cómo pueden mutar de acá a unos meses las funciones, que se nutren tanto del ritmo que va tomando nuestro país”, advierten los protagonistas, que se complementan cada uno desde su rol.
El espectáculo empezó a delinearse en 2010 como un sketch televisivo de Delupi en el programa Bajada de línea, que conducía Víctor Hugo Morales por Canal 9. En paralelo a eso, el cordobés creó Thelma y Nancy, otra emblemática pieza de humor que hace con algunos colegas y con la que recorrió el país analizando el comportamiento de las distintas capas de la sociedad argentina. De la unión de distintos segmentos de ambas rutinas nació el show que se ve hoy, que toma el nombre de la bebida típica de Córdoba “porque si fuera – sería muy porteño”. “Es un espectáculo que fue pasando por varias salas, por varias provincias, y también por varias etapas del país, a las que se ha tenido que adaptar”, cuenta a PáginaI12 el actor, también conductor y amante de la radio, medio con el que, como su compañero de escenario, se identifica más (ver aparte).
¿A qué se debe adaptar un espectáculo de humor político en una etapa de corte neoliberal? Los artistas ensayan algunas respuestas: “Cuando tenés un gobierno de estas características es todo más fácil, porque la realidad te supera, pero también te genera un gran desafío. ¿Cómo competís con un chiste con una vicepresidenta que dice que podemos estar en un túnel y aun así ver la luz?”, plantea Villarruel en diálogo con este diario. Y Delupi agrega: “Es verdad que te la dejan en la puerta del área sin arquero. Ningún humorista se iba a imaginar nunca que le iban a poner a un ministro disfrazado de árbol que pasa dos televisores gigante por una frontera. Sin dudas es mucho más fácil hacer un chiste con el rabino Bergman que con Daniel Filmus”.
–Pero, entonces, ¿no podría pensarse que hacer humor político es más difícil ahora, que la realidad “roba” material de la comedia?
Max Delupi: –No, porque el humor político para mí no es imitar a un político, para mí implica un modo de pensamiento, un modo de ver el mundo, de procesar las injusticias. Los gobiernos de derecha causan mucho dolor con su forma tremenda de tratar a la gente en la calle, pero eso va generando a la vez un caldo de cultivo hacia algunas expresiones populares con las cuales es mucho más fácil hacer humor. Además, cuando los gobiernos tienen un corte más progresista, casi que los guiones te los hacen los correos de lectores y ese sentido común, que en realidad es el menos común de los sentidos, que es criticar tomando la parte por el todo. Cuando el gobierno es de derecha, casi todos los medios de comunicación son cooptados por ese supuesto sentido común, entonces es más fácil porque el mecanismo queda al descubierto solo.
Claudio Villarruel: –De todos modos, este modelo de neoliberalismo es distinto al de los ‘90, que era más pizza y champagne. Este es más heavy, más cruel, por eso hay que pensar mucho desde qué lugar hacer humor con eso. Implica una gran sensibilidad.
–¿Y permite también mirar para adentro, a los propios?
C.V.: –Creo que sí, obviamente. Ellos (los funcionarios de Cambiemos) están ahí porque los que estamos en el campo nacional y popular nos equivocamos. Desde ya, nos permite replantear, ese es el gran desafío.
M.D.: –De todos modos, para mí el humor político siempre tiene como eje la función de gobierno. No tiene que ver con ser opositor. Creo que podés hacer chistes sobre gobiernos que han pasado pero que el ochenta por ciento de los que hacés son sobre el gabinete que está funcionando en el momento de ese espectáculo.
–¿Qué pasa con los límites a la hora de reírse de algo? ¿Se ponen alguno?
M.D.: –Para mí, el límite son los Derechos Humanos, la lucha de los organismos. En lo personal, trato de no hacer chistes que tengan que ver con la lección de la memoria que ellos nos dejan. Independientemente de que la derecha pueda decir que son un curro, tratamos de no responder ninguna cuestión vinculada a eso, de no entrar en chicanas. También tratamos de ser muy respetuosos con algunas conquistas y también con algunas dificultades. El chiste fácil es (Patricia) Bullrich tomando alcohol, pero el alcoholismo no es un chiste, es una cosa muy seria en la Argentina. Además, hay tanta cosa por la cual pegarle que entrar por ese lado no nos gusta. Es una lucha constante, igual, la de no caer en eso, la de no reírse de algunas discapacidades, de no reírse del lugar de la mujer. Pero creo que hay que alejarse de esas miradas.
C.V.: –Creo que cada género tiene sus propias limitaciones, que cuando generás un hecho artístico los límites te los da el propio hacer. En lo personal, no me gusta el insulto, la puteada, lo ofensivo, lo soez, lo de mal gusto. Si hay algo de eso, tiene que ser desde el absurdo, utilizando recursos inteligentes, alusiones, para no caer en eso de forma simple y sin contenido. Creo que el límite es ese, el buen gusto.
–¿Y si el público pide la puteada, la burla o el insulto? ¿Hay algo de educar esa demanda por parte de ustedes?
M.D.: –No, educar jamás, uno no educa a nadie, en todo caso va aprendiendo de las luchas sociales y de lo colectivo, siempre que se considere parte de una Argentina que quiere ser mejor. Educar me parece pretensioso, no estamos para eso.
C.V.: –Coincido, el público nos enseña a nosotros. Nunca creí que el arte tenga que enseñar. Sí que sea un disparador de reflexiones en la cabeza del espectador, que es quien cierra la propuesta artística. Además creo, cada vez más, que la gente quiere divertirse desde un lugar parecido al que buscamos nosotros.
–¿Nunca hay espectadores que piensan distinto?
C.V.: –¿Sabés que sí? Está llegando mucha gente que votó a Macri. Obviamente, el público es bastante del 49 por ciento, pero tratamos de abrir el juego; de ahí también la incorporación de nuevos personajes. Conozco gente que no se reconoce parte del campo popular que se ha divertido mucho. De todos modos, es verdad, la mayoría va a desahogarse, porque es un poco una obra de catarsis, tanto para el público como para nosotros.
M.D.: –Nosotros a veces contamos que, sobre todo al principio, hubo mucha gente muy confundida, que entendía todo el show al revés. Aun ahora, en Capital Federal nos va a ver mucha gente que votó a Lousteau. Nos miramos y nos preguntamos un poco qué hacen ahí, pero está buenísimo. Y también hay que decirlo: con Cristina nunca cortamos tantos tickets. El que nos hace vender entradas es Macri.
* Fernet Concert se verá hoy a las 21 horas en Caras y Caretas Sarmiento, Sarmiento 2037. Las demás funciones serán los sábados 14 de abril, 12 de mayo, 16 de junio, 14 de julio, 11 de agosto, 15 de septiembre, 13 de octubre, 10 de noviembre y 15 de diciembre.