Desde Lima
El presidente Pedro Pablo Kuczynski está otra vez cerca de la destitución. Menos de tres meses después que PPK, como se le conoce al presidente, se salvara por apenas ocho votos de ser destituido por el Congreso, en el Parlamento se vuelve a presentar un pedido para sacarlo del cargo. La razón es la misma: los oscuros negocios de PPK con la cuestionada constructora brasileña Odebrecht cuando fue ministro en el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006), hoy prófugo tras ser sindicado de recibir sobornos de Odebrecht. Kuczynski está acusado de contratar consultorías financieras y obtener millonarias ganancias, a través de una empresa de su propiedad, con Odebrecht mientras era ministro y la empresa paralelamente contrataba con el Estado y se beneficiaba de decisiones del gobierno en las que PPK tuvo rol protagónico. También se le acusa de haber mentido al negar esas relaciones. Y hace unos días un funcionario de Odebrecht reveló que la empresa le había dado 300 mil dólares a la campaña de PPK en las elecciones de 2011. En esta ocasión, se han agregado nuevas evidencias comprometedoras para PPK sobre sus vínculos comerciales con Odebrecht, respecto a lo que se presentara en diciembre pasado, cuando se vio y rechazó el primer pedido de destitución.
Ayer, 29 congresistas, tres más del mínimo exigido, que pertenecen a cinco bancadas diferentes, presentaron una moción para destituir al presidente por “incapacidad moral permanente” por esos vínculos con Odebrecht y por haber mentido reiteradas veces, negando sus relaciones comerciales con la constructora brasileña, las que hoy han quedado en evidencia. Este es el primer paso en el proceso de destitución del jefe de Estado. El segundo paso es que el pleno del Congreso decida si acepta o no poner a debate y votación esta solicitud para separar de su cargo al presidente, lo que se daría la próxima semana. Para eso se requieren 52 votos de los 130 miembros del Congreso unicameral. Para que la destitución se haga efectiva, el tercer y definitivo paso en este proceso, se necesita el respaldo de dos tercios de la cámara, es decir 87 votos.
Las apuestas no favorecen a PPK. Pero en diciembre pasado su salida de PPK parecía casi segura y finalmente el pedido de destitución no pasó: alcanzó 79 votos y el presidente pudo mantenerse en el cargo. En esa ocasión, Kuczynski pudo zafar a último momento gracias a que diez parlamentarios de la bancada fujimorista, encabezados por el legislador Kenji Fujimori, desertaron de su agrupación y no respaldaron la salida del presidente. A cambio de ese apoyo, PPK indultó al ex dictador Alberto Fujimori (1990-2000), que en 2009 había sido condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Un alto precio. Luego de este indulto, producto de un pacto político, la debilidad y el descrédito del presidente se agravaron. De acuerdo con una reciente encuesta de GFK, un 55 por ciento quiere la salida de Kuczynski de la presidencia. Su aprobación ha caído a 15 por ciento.
La moción de destitución es multipartidaria. Ha sido firmada por representantes de la izquierda y del fujimorismo, entre otros, que juntas suman 96 votos, suficientes no solamente para aprobar la aceptación a debate de esta moción de destitución, sino la destitución misma del presidente. Pero no hay un respaldo en bloque de todas estas bancadas al pedido de destitución. En más de una de ellas el voto se dividiría, como ya ocurrió en diciembre. Los únicos grupos que hasta ahora aseguran un apoyo sin fisuras a la moción de destitución son los izquierdistas Nuevo Perú y Frente Amplio, que juntos suman veinte votos. El resultado es incierto. Si Kuczynski fuera destituido, sería reemplazado por el vicepresidente Martín Vizcarra, actual embajador en Canadá.
Luego de la salida de doce de sus legisladores, que han formado rancho aparte bajo el mando de Kenji, ahora aliado del gobierno, la bancada la fujimorista Fuerza Popular, que responde a Keiko, la hermana mayor de Kenji, se ha quedado con 59 miembros. Su apoyo es clave para aprobar la destitución del presidente. La dirigencia de Fuerza Popular ha anunciado su respaldo a ese pedido, como también lo hizo en diciembre, pero no está en condiciones de asegurar que no habrá nuevas disidencias. En el gobierno esperan que se repita la historia de diciembre y que el fujimorismo se vuelva a partir y nuevos disidentes decidan no respaldar la destitución de Kuczynski. En el Ejecutivo estiman que por ahí pasa la salvación del presidente. En eso confían. Como ya ocurrió en diciembre, el destino de PPK vuelve a estar en manos de Kenji y sus disidentes, lo que significa volver a estar en manos de Alberto Fujimori.
Luego que se presentó el nuevo pedido para destituirlo, PPK reconoció que la situación de su gobierno es compleja. “Hay que pelear, hay que defenderse”, ha dicho. “Me voy a defender como gato panza arriba”, ha anunciado. Con cada vez menos respaldo y sin argumentos sólidos de defensa frente a los cargos de corrupción, Kuczynski ha intentado, sin éxito, desacreditar el pedido para destituirlo apelando al viejo fantasma del comunismo, amparándose en que su salida es respaldada por la izquierda. Ha dicho, en un intento de defensa disparatado, que su destitución es parte de un plan del comunismo para apoderarse del país.