Un cuaderno nuevo, un pañuelo verde y un atado de libros. Esas son algunas de las cosas que Patti Smith se debe haber llevado en su valija, cuando el viernes pasado volvió a su hogar después de cinco días en Buenos Aires. El cuaderno lo mostró en la conferencia de prensa del martes, en la que pidió que hubiese más que nada periodistas jóvenes. Quería, le explicó a los organizadores, estar rodeada de jóvenes. Cuando alguien quiso saber si alguna vez se había preguntado por qué hacía lo que hacía –escribir, cantar–, su respuesta fue que le alcanzaba con saber que no podía dejar de hacerlo. Por ejemplo, dijo, en sus viajes siempre tenía cerca un cuaderno donde escribía todo el tiempo. Pero cuando subió al avión que la traería a Buenos Aires, se dio cuenta que se había olvidado del suyo. Sonrió, revolvió su bolso hasta encontrar lo que buscaba y agregó, mostrando el hallazgo: “Por suerte apenas llegué, un fan se me acercó y me regaló este cuaderno en blanco, así que eso ya no es un problema”.
El pañuelo verde, que simboliza la lucha por la legalización del aborto, se lo arrojó una joven durante el primero de los dos shows que dio en la sala sinfónica del CCK. Uno fue anunciado como un recital de poesía, el segundo simplemente como un concierto. Pero más que una simple lectura de poemas, el primero fue algo así como una deliciosa entrevista pública en la que la cantante habló de sus gustos literarios, y también interpretó temas propios y ajenos. Después de cantar “Grow Old With Me”, un tema que John Lennon le dedicó a Yoko Ono poco antes de morir, y que aseguró no conocer hasta que su compinche Tony Shanahan le propuso integrarlo al show, Smith aseguró que con la edad uno no se reblandecía. Ella, al menos, no sentía que se hubiese reblandecido. Lo que se alcanzaba era mas empatía. Lennon, explicó, nunca se hubiese permitido un tema como ése en su juventud. Y ella, que en su primer disco quería darle voz a los declasados, había entendido que no tenía por qué limitar su público. Ante un mundo dominado por gobiernos, políticos y empresarios corruptos, todos habíamos sido dejados al margen, dijo, y recibió una ovación. Fue entonces cuando la chica aprovechó para correr hasta el borde del escenario y dejar allí el pañuelo. Como con todo lo que llegó a esa orilla durante las dos noches, Patti primero ni se inmutó, como si nada hubiese sucedido. Pero en la primera pausa se acercó, tomó el pañuelo y lo depositó en el atril que sostenía letras y poemas. Para el final de la noche, lo levantó en un puño con una sonrisa, y fue ovacionada por eso. En la velada siguiente, la del concierto, ingresó con el pañuelo en la mano, y mas de una vez lo esgrimió con un brazo en alto. Animal de escenario, Smith –que respondió sobre el aborto en la conferencia de prensa y sabía lo que significaba el pañuelo– registró que cada vez que lo mostrase levantaría a la gente, y de alguna manera lo incorporó a su show.
El atado de libros fue un regalo de Alberto Manguel, que –junto a Guillermo Kuitca– acompañó el miércoles sobre el escenario a Patti y Shanahan. Reunía los libros de los autores argentinos con los que, de manera oportuna, hizo dialogar a Patti durante toda la velada. No faltó Borges, por supuesto, pero la selección incluyó, entre otras, a Alejandra Pizarnik, cuya mención fue muy aplaudida, o Silvina Ocampo, que aunque su nombre sólo conovocó silencio despertó un suspiro de aprobación por parte de la cantante luego de escuchar su lectura. Pero la gran sorpresa de la noche fue la elección de María Elena Walsh por parte de Manguel, y aún más por el texto elegido, “Canción de cuna para gobernante”, atrevida selección para quien no deja de ser, después de todo, un funcionario de Cambiemos. “Duerme tranquilamente que viene un sable/ a vigilar tu sueño de gobernante”, leyó Manguel, que subió al escenario como el director de la Biblioteca Nacional pero se bajó convertido apenas en un fan, preocupándose por recoger los mensajes y libros que llovieron sobre el escenario hasta que Patti tuvo que decirle que los dejase para acompañarla en el saludo final. Por suerte Lombardi no se tomó la elección tan a pecho, porque de hacerlo, tal vez hubiese recibido una reprimenda similar a la de Cocineros argentinos. El final de su lectura de Maria Elena Walsh con el verso “duerme con aspavientos, duerme y no mandes/ que ya te están velando los estudiantes”, fue recibido por un cerrado aplauso y el entusiasmo de Patti, que aseguró que lo leería cuando se presentase en Nueva York en un acto estudiantil en reclamo del control de las armas en los Estados Unidos.
Sin embargo, el mayor suspiro colectivo que se escuchó en la sala del CCK durante esa primera velada fue cuando la cantante anunció que leería una carta que le escribió a Robert Mapplethorpe la noche de su muerte. Doce años atrás, cuando se presentó por primera vez en Buenos Aires, Smith contó en una conferencia de prensa de la que apenas participaron un puñado de periodistas de rock, que estaba escribiendo un libro en el que recordaba en romance que habían vivido. Venía retrasada, dijo, pero cuando volviese pensaba terminarlo. Ese libro era Cuando éramos niños, que tuvo tanto éxito que se podría decir que le permitió un sorprendente segundo acto en su vida artística, más vinculado a las letras que a la música. De hecho, durante este último paso por Buenos Aires, fue venerada como un símbolo feminista y una estrella de la literatura rock, casi en ese orden, con el rock practicamente en cómodo último lugar en la enumeración.
Pero fue cada vez que la rockeó durante las dos noches en el CCK que Patti logró el milagro de detener el tiempo y destruir cualquier paradoja generada por un discurso revolucionario pero financiado por la Cartier Foundation. Y fue rockeando que dejó el mejor regalo de su viaje, un contundente escupitajo sobre el escenario de la sala sinfónica durante una feroz y conmovedora versión de “Pissing In A River” en la última noche de todas. Seguramente no se trató de ninguna declaración de principios punk, tal vez simplemente estaba resfriada y esa fue apenas la forma mas simple y directa de aclarar la garganta para poder seguir cantando. Pero, qué duda cabe, eso también es rock’n’roll.