Iba a ser una juntada más entre dos viejos compañeros de ruta. Por un lado estaba Johnny Tedesco, ídolo adolescente del Club del Clan en los sesenta y una de las figuras más populares de los inicios del rock and roll en nuestro país, admirado por artistas tan variados como Claudio Gabis, Boom Boom Kid o Gustavo Cerati (que alguna vez le confesó que de niño se paraba frente al espejo para imitarlo) y autor e intérprete a sus dieciséis años del primer rockabilly grabado en lengua española, el “Rock del Tom Tom”, una gema de sonido cavernoso en guitarra, contrabajo y batería que habría hecho las delicias de los Cramps. Junto a Tedesco estaba su amigo Fernando Goin, bluesman local con cuarenta años de trayectoria, guitarrista, cantautor y coleccionista especializado en los orígenes del folk y el blues, hombre de una obsesión tan grande por esa música que a mediados de los ochenta partió hacia Estados Unidos para recorrer la Ruta 51 desde Nueva Orleans hasta Chicago y así retomar los caminos y paisajes de la travesía migratoria de esos artistas que admiraba. La juntada venía como tantas otras, copa de vino y disco de Muddy Waters o algún otro bluesman del Mississippi de esos que se disfrutan mejor en bandeja y púa, hasta que uno de ellos, Johnny o Fernando, ya ninguno de los dos recuerda quién, agarra una guitarra acústica para mostrarle al otro una canción nueva en la que estaba trabajando. Al otro le gusta lo que escucha, se prende con una eléctrica para acompañarlo y cuando quieren darse cuenta ya están armando el disco que desde hace veinte años se venían prometiendo y nunca llegaba: “Somos como dos mosqueteros”, cuenta Johnny con una sonrisa. “Nos conocimos a mediados de los noventa en un tributo a Elvis. Ahí descubrimos que coleccionábamos el mismo tipo de música y se dio una amistad que seguimos hasta ahora. Al momento de tocar nos gusta incursionar en muchos estilos y si surge algo fenómeno, si no, tocamos por el gusto de tocar. Fernando es un intérprete muy preciso, enseguida te ubica dentro de la canción. Cuando lo escuchás estás viviendo lo que él ve, sean montañas azules o eso de andar sin rumbo camino a la ciudad. Es un símbolo del blues y el country local, y un símbolo de altísima calidad.” 

“Mi vieja era fanática de Johnny, siempre decía que el mejor del Club del Clan era él”, ríe Goin, y enseguida agrega: “Hay palabras que no me gustan, como eso de llamar a alguien ‘pionero’ en la música. Pioneros eran los que buscaban oro en norteamérica en el Siglo XIX, pero convengamos que la figura de Johnny representa un antes y un después de lo que es el rock acá. Porque hacer rock no es estar todo el día haciendo cuernitos con las manos. Los Beatles hacían ‘Roll over Beethoven’ y después ‘And I love her’. Dylan te hace ‘Rainy Day Women’ y también una como ‘Sarah’. Incluso en la década del 20 o del 30 los blues singers para ganarse el mango tocaban sus blues pero también obras populares que estuvieran en el oído de la gente. Johnny en ese sentido está vinculado con eso, puede hacer desde esa grabación genial que es el ‘Rock del Tom Tom’ a esas canciones que son medio melódicas. O también puede hacer este disco que armamos juntos. Y es en esa variedad cuando notás la personalidad del tipo”.

Producido por el músico Alan Vega (hijo de Johnny) y realizado en apenas dos meses, Andando y andando es un trabajo de composiciones a dúo que a lo largo de diez canciones atraviesa con frescura el terruño en común del country, el folk y el rock (e incluso una chacarera), todo bajo el pulso en comunión de dos músicos que partieron desde momentos y estilos diferentes para llegar a este mismo lugar, cada uno con una buena historia detrás.

El rock argentino

Durante sus agitados días en el Club del Clan, Johnny tenía como mascota a un cachorro de puma que llevaba de la correa para espantar a las cientos de chicas que se lanzaban sobre su auto apenas llegaba. “Cuando llegó el éxito no fue complicado, fue sencillamente imposible”, recuerda el cantante. Hijo único de una familia de clase obrera y militancia peronista, cada día a la salida del colegio Johnny ayudaba a sus padres haciendo changas en verdulerías, tintorerías o talleres mecánicos, todo hasta que un tío le insistió en 1958 para que se probara en un programa musical de Canal 7 llamado Estampas y variedades. “En 1961 me citó el director artístico de la RCA y me preguntó si cantaba en castellano. Le dije que sí, que tenía alguna canción que había escrito. Al ‘Rock del Tom Tom’ lo había hecho un par de años antes, a los catorce, en mi casa. Siempre estaba cacheteando la guitarra y haciendo canciones de mis ídolos, Elvis Presley, Eddie Cochran, Buddy Holly, los rockeros aquellos, y de paso me salían canciones y las anotaba, porque no tenía un mango para comprar un grabador. Al final la grabamos en vivo en quince minutos, en dos tomas, y vendió 460 mil discos en ocho semanas. Entonces algunas madres se empezaron a quejar, decían que mis movimientos eran atrevidos, que revoleaba la boca, que no era un ejemplo para la juventud, pero después eso bajó y vino una vorágine con ‘Presumida’ y ‘Coqueta’, una cantidad de hits seguidos que durante esos años sonaron muy fuerte hasta que me fui afuera y desaparecí un poco de acá.”

Luego de que un empresario lo contactara para llevarlo a tocar a EE.UU., Johnny estuvo cuatro años tocando en la cuna del rock en bares o escenarios más grandes junto a bandas como Manfred Mann o The Monkees. “Cuando volví a la Argentina yo ya no sonaba. Es obvio, si no tenés difusión, no aparecés. Tuve que retomar todo otra vez, y en el 67 grabé un disco de canciones compuestas por Litto Nebbia, un disco muy interesante con ese rock de la época que era casi un folk. Trabajé mucho con Litto, codo a codo, no te puedo explicar lo que lo adoro. Luego me fui otra vez y cuando volví un par de años después armamos una banda con David Lebón en bajo y Claudio Gabis en guitarra, que para mí fue el maestro de todo lo que vino después, ya entonces tenía un conocimiento muy groso de lo que es el soul y el blues. Era una banda genial con la que grabamos un simple con los temas ‘Solo’ y ‘Gata de la mujer oscura’. Fue una de las pocas veces en que fui totalmente feliz en una grabación. Pero volviendo al ‘Rock del Tom Tom’, si se habla del primer rock sin duda lo deben haber hecho Eddie Pequenino o Billy Cafaro, que eran infernales, de puta madre. Antes del rock ya se hacía mucho rock and roll, pero si tomamos el hecho de una canción de rock argentino, compuesto por un argentino y cantado por un argentino... Sí, fui el primero.”

El hombre y el paisaje

En 1979, dieciocho años después de aquella mítica grabación del “Rock del Tom Tom”, un joven de veinte años entraba guitarra en mano a una audiencia en los estudios de EMI para intentar conseguir su primer contrato discográfico a la vieja usanza, tocando sus canciones en vivo en una oficina. “Ahí finalmente grabé mis primeros tres longplays, hasta que en 1982 pasó una cosa muy curiosa”, recuerda Fernando. “Por supuesto fue un año espantoso. Tenía firmado un contrato por seis años de los cuales habían pasado tres, y tenía que sacar religiosamente un simple y un disco por año. La cosa es que cuando fui a cobrar mis derechos de autor a Sadaic me encontré con un montón de plata por esa prohibición a las radios de difundir de música de afuera. Cuando comenté esto en la compañía me dijeron que querían que hiciera un disco como el primero, de canciones folk. En esos días estaba probando con otros ritmos, de hecho venía de grabar una chacarera con Domingo Cura, así que les dije que prefería no repetir lo que había salido. Ahí se armó despelote, insistieron en que querían eso. Pregunté si podía rescindir el contrato y me lo dieron sin hacer ningún problema. Desde entonces estuve sin contrato y no volví a grabar hasta once años después.” 

Esos once años los dedicó a viajar tocando por el interior del país, hasta que en un momento partió al exterior para profundizar su aprendizaje en la música del Delta. “Hice toda la ruta de la carretera 51 que va desde New Orleans bordeando todo el Mississippi hasta Memphis, y después seguí hasta Chicago. Viendo ese paisaje me di cuenta de que las canciones que me gustaban estaban vinculadas a la relación entre el hombre y sus paisajes, por eso en mis letras aparece tanto el tema del camino, la ruta... Nuestro país es hermoso, con muchas extensiones sin población, algo que no es muy común en otros lados del mundo. Creo que mi música está vinculada con todo eso. No es intelectual ni nada que se le parezca sino que está en esa manera de sentir el viaje.”

La misma frecuencia

“Y aquí estamos al fin/ tratando de ocultar heridas/ buscando algún pretexto para darnos/ otra oportunidad”, cantan Tedesco y Goin en el estribillo de “Ya sabrá el destino qué hacer”, la canción que abre su nuevo trabajo. “Decidimos poner a las canciones por encima nuestro”, afirma Goin. “Si hubo un preconcepto, una pequeña filosofía, fue ésa. Ya antes de que saliera el disco presentamos un par de temas en el Festival de San Pedro y la gente las recibió muy bien.” Lo del Festival de San Pedro no es algo que sorprenda: junto a artistas como Yulie Ruth, bajista de Pappo durante quince años y autor del tema “Juntos a la par”, Johnny Tedesco y Fernando Goin son estrellas del cada vez más popular San Pedro Country Music Festival, un evento de entrada gratuita llevado adelante en esa ciudad cada septiembre a lo largo de tres días desde hace quince años. En su última edición convocó a 50 mil personas, un público que reúne a familias de todo el país entre bandas de motoqueros o fanáticos vestidos al estilo Far West. “Las veces que viajamos juntos con Fernando nos encontramos con personajes que nos gustaban, nos inspiraban, y este disco es el resultado de todo eso”, afirma Johnny, y concluye: “Ahí hay un testimonio de dos tipos que tienen la misma frecuencia, nos criamos escuchando las mismas cosas. Él tiene la facilidad de pintar paisajes, yo soy más citadino, es una conjunción piola. Fue algo que emergió de pasar tiempo juntos, y si por alguna razón no se diera volver a grabar, seguiremos tocando por el gusto de tocar: eso al fin y al cabo es lo mejor de todo esto”.