Muchas veces nos preguntaron por qué una Central Sindical se debería involucrar en el debate del aborto. La respuesta es sencilla: porque las trabajadoras abortan y, como el resto de las mujeres, se ven sometidas a la humillación de la clandestinidad.
Desde su nacimiento, la CTA abrazó la causa de los derechos de las mujeres. En los primeros congresos se votaron declaraciones que incluían los temas de violencia de género, derechos sexuales, reproductivos y el derecho al aborto. Este posicionamiento fue inspirado por dirigentes feministas que formaron parte de la Central desde sus orígenes. Fue posible también gracias a la concepción de un sindicalismo socio–político, que considera la centralidad de lxs trabajadorxs. La clase trabajadora crece en heterogeneidad, el modelo sindical es puesto en tensión por estas transformaciones y el planteo por la construcción de un nuevo sindicalismo, debe partir del reconocimiento de la perspectiva de clase, pero en articulación con otros movimientos sociales, que también nuclean trabajadorxs, pero que se reúnen desde identidades como desocupadxs, economía popular, mujeres, pueblos originarios, entre otras. Un debate que sigue abierto y nos desafía en nuevas propuesta de unidad del movimiento obrero.
Estuvimos en el nacimiento de la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en 2005. Porque implicó poner en acto las definiciones de sucesivos congresos nacionales de la Central. Es justo decir que el involucramiento de los sindicatos en el tema fue un proceso que llevó tiempo, pero que esta coyuntura está contribuyendo a saldar con amplitud. En estos años el movimiento social por el derecho al aborto creció y se desarrolló en múltiples iniciativas, a veces coincidentes con la Campaña y otras excediendo ampliamente sus fronteras organizativas. Se logró sacar del closet el debate del aborto y construir la despenalización social. De este tema hoy se habla en todos los ámbitos. Las juventudes que fueron creciendo en politización, abrazaron cada vez más la causa de la autonomía de las mujeres en todos los temas y territorios de la vida, incluyendo la del propio cuerpo.
El 2015 nos sorprendió con la irrupción de un movimiento feminista con capacidad de movilización de masas. Desde sostener en un primer momento una agenda sólo centrada en violencia de género, pasó rápidamente a poner en cuestión las desigualdades estructurales del sistema patriarcal y neoliberal, como responsable de una creciente desigualdad social y de géneros. Esta irrupción hizo visible un activismo presente en todas las organizaciones políticas, sociales y sindicales. Hasta hace poco tiempo era impensable decir sindicalismo y feminismos en el mismo sintagma, sin eufemismos, ni perífrasis. Esto ha sido posible gracias a la potencia poderosa de un movimiento que está construyendo poder político de transformación social, incluso en condiciones sumamente adversas como las actuales.
Este 8 de marzo las mujeres trabajadoras paramos y nos movilizamos en una articulación de unidad junto a las Centrales Sindicales, las Organizaciones Sociales y de la Economía Popular. La mayoría compartimos también la séptima presentación del proyecto por la despenalización y legalización del aborto, que nos augura protagonistas de un debate que debe dar el Congreso Nacional, pero que tiene gran fuerza social organizada para sustentarlo.
El pequeño grupo de feministas que hizo posible esa primera agenda política de género en la CTA, hoy puede mirar con emoción a las cientos de jóvenes que dicen con orgullo que son feministas y que el mejor lugar para las mujeres es su sindicato.
* Secretaria de Igualdad de Género de CTA Nacional.