La preparación intensa del Paro Internacional de este 8M fue lo que gobernó nuestro febrero de asambleas preparatorias. Allí donde se procesa y se produce un acontecimiento político que este año se reedita con mayor participación y compromisos. Tenemos la madurez y radicalidad que requiere la etapa. Y una capacidad autoreflexiva envidiable para muchos otros sujetos políticos. Somos la expresión de la intransigencia política en un contexto donde la resistencia recién amaga a asomarse, luego de un diciembre con la fuerza arrolladora de los sectores populares y su voluntad de dar pelea. Y donde las estructuras políticas no salen de su letargo. Somos un cuerpo articulado por mil hilos púrpuras en direcciones imprevistas e insólitas. El movimiento feminista desde hace décadas viene ampliando sus alianzas.
La irrupción plebeya dentro del movimiento de mujeres y feminista amanece tras la crisis neoliberal con el protagonismo de las mujeres en cortes de ruta, en asambleas en el barrio, en la pelea por agua, tendido eléctrico, conexión sanitaria, trabajo genuino. Su presencia repentina junto a los nuevos movimientos sociales en los encuentros nacionales de mujeres cambió para siempre el tono y el color de aquellas jornadas. De repente las negras, las villeras, las migrantes también acudíamos a ese aquelarre feminista que te muda la piel. En esa misma época se fueron dando cuerpo y forma a nuevas herramientas que marcaron para siempre la subjetividad de las nuevas feministas, como la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Un faro, un horizonte inexpugnable. Un nuevo capítulo de este feminismo popular se da con la agremiación de aquel mundo plebeyo. Convidamos al feminismo su pelea por el reconocimiento como trabajadorxs de la economía popular. Propusimos remapear el mundo del trabajo para incorporar un conjunto de tareas que son clave en las comunidades y en las megaciudades, pero no siempre son reconocidas ni por ellas se accede a derechos laborales. Pusimos el acento en los trabajos de cuidados y llegamos a la conclusión que todas trabajamos aunque no siempre nos paguen por ello. Este feminismo popular y disidente expresa los dolores y las resistencias de esas mujeres, lesbianas, travestis y trans, trabajadoras de la economía popular, pobres, migrantes, indígena, villeras. Auscultar el feminismo desde esas intersecciones. Atender esta agenda en un contexto donde vemos el avance sobre el mundo del trabajo nos resulta central. Todas las crisis recargan nuestras espaldas.
Nos propusimos hacer temblar todos los mundos. El mundo sindical también anda necesitando el desborde de la marea feminista. Queremos desde el feminismo ensanchar esos pasadizos muchas veces sofocantes de las estructuras sindicales, irradiar esa intransigencia política que tiene el feminismo y desde allí aportar a la movilización de ciertas sensibilidades que promuevan un despertar, un sacudir, un renovar de aquello que antes y ahora siguen siendo las herramientas que como pueblo hemos construido para defendernos de los empresarios, del poder económico. Será por eso que para nosotras este capítulo del feminismo popular es también con las trabajadoras, es atar a esas trabajadoras a las luchas feministas y a las feministas al destino de nuestros pueblos y de nuestra clase. De allí la propuesta para este 8M de generar un bloque sindical feminista que comprometiera a las centrales y sus sindicatos con la agenda construida. Una bocanada de aire para las compañeras que en soledad, desde hace años, se organizan en sus lugares de trabajo. Queremos abrazar a miles de feministas que no se resignan al neoliberalismo y su proceso de individualización y que hoy le están poniendo el cuerpo a los despidos y sus herramientas gremiales. Nos mueve el deseo de cambiarlo todo, incluso aquello que aparece infranqueable. Pelear contra el neoliberalismo y vencer.
* Licenciada en Ciencias Políticas. Referente del Movimiento Popular La Dignidad-CTEP.